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Miércoles, 6 de junio de 2007

CIUDAD

Los desaciertos y la mala intención

 Por Guillermo Zysman

Antiguos aliados devenidos en furiosos adversarios enfrentados por "la caja" y el reparto de cargos, estudiantes intransigentes que no aceptan matices, un Rector saliente que busca apagar el fuego con nafta; policías, barrabravas y una Universidad que hace años no discute sobre política educativa y su rol en la sociedad. Tales los condimentos de una crisis que se viene incubando desde hace meses en la UNR tras el fallecimiento de Ricardo Suárez y ayer al no poder canalizarse institucionalmente, estalló.

Es cierto, hay responsabilidades compartidas. Pero en diferentes niveles. El pequeño grupo de estudiantes que tomó Ingeniería el 17 de mayo y volvió a hacerlo desde el viernes pasado -un grupo de no más de 300 sobre 70 mil alumnos que tiene la UNR-, ya había logrado instalar en la agenda universitaria la reforma del Estatuto -garantizando como pocas casas de altos de estudios del país mayor representación estudiantil en el cogobierno- y la discusión sobre una serie de cambios académicos-institucionales. Cuando se toparon con el desacierto político de Gimbatti, que no convocó al Consejo Superior para ratificar lo acordado con los decanos escudándose en artilugios técnicos, tensaron la cuerda y decidieron ocupar la Facultad. Terminaron siendo funcionales a la presencia de las fuerzas de choque del milletismo.

Los dos sectores ahora en pugna que pretenden conducir la Universidad eran hasta meses socios políticos. La fórmula Suárez-Gimbatti representó la alianza entre socialistas y milletistas que gobernó la UNR durante años hasta el fallecimiento del ex Rector y la ruptura a nivel provincial entre Juan Carlos Millet y el PS cuando Griselda Tessio fue ungida compañera de fórmula de Hermes Binner en el Frente Progresista.

Los mismos sectores que por acción u omisión avalaron restricciones a los ingresos en Ciencias Médicas y en Derecho, alegando dificultades de infraestructura y recursos. Los mismos que no convocaron a discutir anualmente, como lo establece el reglamento, la ejecución del Presupuesto.

La paridad de fuerzas también influye. Ninguna facción por sí misma está en condiciones de garantizar quórum propio para que deliberara la Asamblea Universitaria que debe elegir al Rector. Ni el sector que lidera Silberstein, ni el de Maiorana, ni la izquierda -que por primera vez en años no llevó candidato propio para el Rectorado- sacó una luz de ventaja, paralizando así la toma de decisiones.

Con la violencia instalada, el Rector saliente no tuvo mejor idea que pedirles de mala manera a los periodistas presentes en Ingeniería las respuestas que él mismo no daba para explicar los por qué del conflicto. Así las cosas, el fantasma de la acefalía acecha.

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