SANTA FE
Gonzalo Fernández Bruera tenía 16 años el 1º de junio de 1977, cuando la patota irrumpió en su casa de Laprida 1877. Los encontraron a él y a su padre, José Esteban, pero buscaban a Rodolfo, uno de sus hermanos. Los represores, de civil, estuvieron en su casa durante unas horas y después se llevaron al padre, que tenía 60 años y era propietario de un taller de fotograbado, el proceso previo a la impresión, que no tenía máquinas para imprimir. Gonzalo supo que si su hermano llegaba durante las horas de permanencia de la patota, sería hombre muerto, así que aprovechó un descuido para escaparse y advertirle. La suerte quiso que pudiera avisarle antes de llegar a la casa, y Rodolfo pudo escapar.
Pero su padre fue llevado como rehén al Servicio de Informaciones, donde permaneció durante 40 días, lapso que la patota aprovechó para destruir el taller. "Siempre lo quisieron tener para que se entregara mi hermano. Sabía mi papá que la entrega significaba muy probablemente la muerte de mi hermano. Lo mejor que pudo pasar fue que él pudiera escapar. Gracias a la circunstancias o el destino, todos seguimos vivos después", dijo ayer Fernández Bruera, quien recordó que el interventor de la policía rosarina, Agustín Feced, amenazó a su padre con quemarlo dentro de su taller. Esa amenaza fue gravitante para que, una vez en libertad, el hombre decidiera abandonar el comercio.
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