SOCIEDAD
› Por Alicia Simeoni
El extenso barrio Tablada, ubicado en la zona sureste de Rosario es casi una ciudad en sí misma. Zona caliente, zona roja, inmenso espacio peligroso como se lo invoca en lo cotidiano en una referencia direccionada a los numerosos barrios dentro del barrio, a las villas tan pobres construidas hace décadas y alimentadas con las políticas de hambre y desocupación que tuvo el país. La posibilidad de asentarse en el lugar fue aprovechada por los traficantes de la vida, que toman a algunos débiles como pequeños soldados del negocio del narcotráfico en un contexto en el que todo el mundo puede escuchar que hay peces gordos por pescar, y que nadan con tranquilidad. El pobrerío de La Tablada es señalado, entonces, como uno de los productores de la inseguridad invocada desde el discurso estigmatizante y discriminador que generaliza. Los propios habitantes de esas zonas más humildes son quienes más sufren la inseguridad
Cuando distintos sectores sociales apuntan a los reclamos por seguridad suelen usar expresiones fuertemente estigmatizantes en los términos de "los negros de la villa"; algunos otros que quieren apelar a algún recato sostienen: "No quiero discriminar", pero están convencidos que "con ellos no se puede hacer nada, tienen el alma negra". Algunas ideas son profundamente segregadoras y aún temerarias cuando piden la muerte para todos o afirman que entrarían en los barrios y los quemarían.
La mirada individualista y repetidora de consignas que piden más represión son reflejadas con esmero por la mayoría de los medios de comunicación sin que exista la voz de otra parte. El discurso, que estigmatiza y que jamás busca la raíz del problema encuentra profusa difusión sin que se ofrezcan distintas fuentes informativas, distintas posturas en la construcción de la información que pueda operar, también para el conjunto de la sociedad, como una suerte de educación no formal, de educación ciudadana, que permita reclamar seguridad con la apertura de criterio y la idea clara sobre el problema para que lo que se solicita sea el terminar con las verdaderas causas que ponen en riesgo la vida. La pereza para pensar y comprender no es buena acompañante y de esa pereza también deben despertar los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales que recurren a menudo a una mirada sesgada, algo que no debieran permitirse cuando tienen tanta responsabilidad con la sociedad.
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