SOCIEDAD
› Por Florencia Amestoy *
El jueves, en la sala, mientras respirábamos profundo para contener los nervios de lo que iba a suceder, ingresaron los fotógrafos, imaginaba que cada fotografía que se estampaba en el rostro de los genocidas eran para ellos como disparos. Se escondían, como queriendo meter la cabeza como la avestruz, pensaba los mismos disparos que mataron a nuestros compañeros, esos mismos disparos hoy eran fotos, que escrachaban la cara de los responsables de que hoy no tengamos a esa tanta sangre peleadora y valiente. Y en la cabeza me rondaba esa frase que me dijo la bella Angela Urondo en una de nuestras charlas: "La Justicia no devuelve las ausencias, pero si repara".
Mientras escuchaba el veredicto repasaba las imágenes de todos los momentos recorridos en estos 8 años de búsqueda de justicia, sentí que había parido el hijo que no tuve todavía, se me cruzaron todas esas imágenes congeladas de todos los momentos, risas y lágrimas compartidas y por supuesto los abrazos, esos que fueron protagonistas siempre. Pensé en los que estuvieron desde el minuto cero, en mis nonitos y su desesperada búsqueda de justicia y verdad, en mi viejo con su dulce y triste andar -que a fuerzas de abrazos, mimos y amor, en este camino dejó atrás esa tristeza-, en los nicoleños, en los rosarinos, en los paranaenses, en las banderas, en los compañeros que han crecido en años y ausencias pero sus imágenes siguen siendo niños, jovencitos, como esas caritas de Fernandito y María Eugenia.
Me gustaría poder agradecer y agradecer a todos y cada uno por las victorias, que en nuestro tiempo son muchas. A la compañerada nicoleña nucleada en la Mesa por la Memoria, y al Espacio de Juicio y Castigo de Rosario, quienes supieron tejer redes necesarias para combatir la impunidad, que reinó durante tantos años en nuestro país y que desde el 2003 a esta parte se está acabando. A los HIJOS de todo el país que a pesar de crecer en tiempos de impunidad supimos arremeter con terquedad de sueños justos en búsqueda de justicia. En especial gracias a mis cumpitas de HIJOS Paraná.
Quiero agradecer infinitamente a mis padres y a mis abuelos, y van para ellos mi más sentido homenaje, por haber sido dulces guerreros, transmisores y portadores de sueños, por haber narrado sin tapujos y con mucho coraje la historia de su hijo y su familia.
Gracias a esas amistades que sostuvieron y bancaron, cada uno desde sus lugares...
Gracias a nuestros abogados querellantes, a mi hermana menor, Pipi Oberlin, a Lucas Ciarnello, a Alvaro Baella y a Caro Ibáñez, imprescindibles compañeros que mucho saben de arremeter sin descanso contra la injusticia y la impunidad.
Gracias a esos maravillosos fiscales Juan Murray y Adriana Saccone, por asumir el compromiso de llevar adelante lo que fue este juicio histórico.
Al Cholo Budassi por construir la memoria nicoleña sin dejar de abrazar, porque todo se construye con otros y con amor.
Al Manu Gonçálves por ser él mismo una de las victorias de nuestro tiempo, el único sobreviviente de la masacre, y quien recuperó su verdadera identidad en 1995. Nuestro hermano y compañero, a quien le tocó vivir con tan sólo 5 meses de vida -involuntariamente- esta historia atroz.
Gracias también a Guillermo Germano, el Mencho negro por no ausentarse nunca.
A los sobrevivientes y a todos aquellos que colaboraron para desenterrar tantas vidas de los túneles de la impunidad.
Hoy 2012, te vas, con más justicia, con un país más seguro con los genocidas donde tenían que estar hace más de 30 años, con cada cosa en su lugar.
Aquí estoy, plantada a la vida, abrazando a los que estamos acá, de este lado... algún día "al final de este viaje..." nos encontraremos con nuestros 30.000 y nos hundiremos en un abrazo ancho y hondo como la Patria que soñamos.
* Prima de Fernando y María Eugenia Amestoy, asesinados en la masacre de la calle Juan B. Justo. Militante de H.I.J.O.S. Paraná.
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