Es posible, querido lector, que usted reciba este suplemento “en estas hermosas playas”, o sierras, o por praderas, montañas o lagunas, o médanos, dunas, líquenes, valle de pasiones. O en un paisaje con mil distintos tonos de verde. O en una balsa que usted trató de construir porque estaba muy solo y triste aquí en este mundo abandonado y tuvo una idea para irse al lugar que usted más quiera.

Nos cabe totalmente que usted esté en las afueras, o en los adentros, en la estratosfera o en un lugar en el mundo. Que esté usted anclao en París, en la casita de sus viejos intentando que lo reconozca el viejo criado, o llegando hasta su casa, sin saber por qué ha venido si le han dicho que no está, que ya nunca volverá, si le han dicho que se ha ido.

Nos resulta creíble que usted esté en Tahití, Haití, Guayaquil o en Puerto Montt saliendo a correr, buscando el ayer que lo hizo feliz.

Si nos dice que está en Japiverdi del Tuyú, en Mar de Ajá (rodeado de psicoanalistas), en Miramar, Pinamar, Minamar, Retamar, Mar Lonbrando, Mar del Tujes, Mar Copolo o Laguna Chueca, nosotros lo vamos a entender, lector

Porque enero es tiempo de vacaciones, de postergación de todas las frustraciones, los sueños y ensueños, es tiempo de procastinar, lector, o bien de buscar en el diccionario qué quiere decir “procastinar” (se lo abreviamos, quiere decir “postergar”).

Pero si usted está de vacaciones, disfrutando del sol, la playa, las mujeres, los hombres, la rica comida y la espumante bebida, usted no nos necesita, simplemente ríase un poco y ya está. Ahora bien, si está –como nosotros– trabajando, sí, “trabajando duramente trabajando sí, trabajando y no le pagan” (uy, me zarpé con ‘Duerme negrito’, disculpe), le decía que, en ese caso, este suplemento es para usted, noble argentino que transcurre este primer mes del año trabajando mientras el resto descansa.

Para usted. Este suplemento.

Hasta el sábado.