Bueno, lector, parece que nuestras voces se escucharon, que nuestros pedidos de ayuda, nuestras demandas de auxilio, nuestros aullidos desgarradores pidiendo socorro en medio de la noche oscura y lobuna no han sido en vano... ¿Se acuerda de que hace solamente una semana, desde esta misma columna, denunciábamos la horripilante sensación de vacío que se nos producía cuando desde países foráneos, extranjeros y extralimítrofes querían llevarse lo único nuestro que nos quedaba? ¿Se acuerda de cuando desde estas mismas líneas (bueno, otras, pero parecidas) decíamos cual Bertolts Brechtes posmodernos “primero se llevaron el krill, pero no me importó porque no soy alga; después se llevaron el colectivo, pero no me importó, yo voy en auto; después se llevaron las biromes, pero no les di bola, uso computadora; ahora se llevan a Perón, pero ya es tarde”?.

Bueno, lector, ¡albricias, aleluya, cáspita! Y todas las onomatopeyas alegóricas que representen felicidad: ¡nuestras plegarias han sido escuchadas y la Argentina volverá a tener algo propio! No va a ser un colectivo, ni una birome, ni dulce de leche, ni Perón, pero algo es algo: ¡un auto propio! ¡Un auto totalmente argentino! ¿Se imagina lo maravilloso que va a ser? Usted podrá salir a la calle y decir con orgullo: “Mi abuelo era italiano, ¡pero mi auto es argentino!”. ¡Seguramente no va a necesitar mucha nafta, pero algún choripán que otro y un poco de tinto va a haber que meterle en el tanque. Es un auto que lo va a llevar adonde quiera, pero ¡adonde él quiera! Mire, lector, a mí esto me pone tan contento que ¡estoy por salir a la calle y mandarme al Obelisco a tocar bocina para festejar, como cuando salimos campeones o anulan la tablita de Machinea! El problema es que... todavía no lo tengo, y tocar la bocina caminando me haría sentir un poco ridículo. Pero no importa, porque ya podemos ¡hablar!, que es lo que más nos gusta hacer a los argentinos, y si esto fuera poco, también podemos ¡¡¡hacer chistes!!!

Hasta la semana que viene, lector.