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Y ya estamos en agosto, lector, el mes de... de... bueno, un mes importante, uno de los doce que componen el año, un mes que incluye el Día del Niño, el aniversario de San Martín, la reconquista de la ciudad en las Invasiones Inglesas, a la mayoría de los de Leo cumpliendo años, o sea, un buen mes para trabajar, para pasear, para... –¿por qué no?– leer todo eso que usted tenía en mente y no hizo porque, con los chicos de vacaciones en casa, era imposible.

Sí, lector, en agosto no hay excusas... Mire, le digo más, si usted estuviera ahora en Europa, estaría de vacaciones, o sea que tendría muuuucho tiempo libre para ponerse al día con la lectura... ¡Aprovéchelo, aprovéchelo! Váyase a una playita tranqui (en agosto, en la Argentina casi todas las playitas son tranquis), siéntese al sol sin necesidad de pantalla (con el sobretodo, los guantes y la bufanda alcanzan, pero un caloventor al lado no estaría mal, aunque suene extraño en la arena), prepárese una buena taza de café, y antes de que el viento los vuele a usted, la taza, la reposera, la bufanda y el libro, lea, lea, lea...

Aproveche ahora, lector, nuestro lector, aproveche ahora, que los libros todavía están impresos. Porque dentro de “un tiempito”, que algunos evalúan como “unos años”, para otros “un santiamén” y para algunos “en menos de lo que canta un gallo”, los libros serán “e”. ¿Qué quiere decir “e”? ¿No lo sabe usted? “E” no viene de “enanos”, ni de “elefantes”, ni de “esternicleidomastoideo”, ni mucho menos de “espermatozoide”. ¡No, no, y mil veces no! “E” viene de “electrónico”, o algo así.

O sea, ahora los libros no se leen: se enchufan.

Sí, lector, se vienen los e-books; o en castellano, los e-libros, que vendrán en CD, o bien, por mail, o... de alguna manera que nos cueste imaginar todavía.

No diga que no le avisamos.

Hasta el sábado, lector.