› Por Rudy
Que el mundo no fue ni será una porquería, ya lo sé. No voy a decir que no hay porquerías, que no se dan en los 5 continentes situaciones que transforman a Discépolo en un optimista irremediable, ya que al lado de algunos hechos de la vida real “Cambalache” o “Yira yira” parecen el “Himno a la Alegría” en versión de los niños cantores del Tirol, “¡Oleralería-olerá cucú, cucú!”.
Sí, lector, sé, sabemos, somos conscientes de las miserias, de los desastres, de las catástrofes que merecerían tener en videograph “Esto lo hizo el hombre (y la mujer, no seamos machistas a la hora de distribuir culpas)”. Pero también sabemos que hay hombres, mujeres y niños, con sentido del sentido, que desde su pequeño o gran lugar tratan de mejorar y mejorarnos la vida. Sabemos que hay guerras, pero sabemos que hay gente que hace todo lo que puede por la paz. Sabemos que hay enfermedades, pero sabemos que hay gente que hace todo lo posible por la salud. Y sabemos que el mundo puede volverse loco y desatar conflictos en los que todos perdemos, aun los que ganan, pero que también existe gente que dedica su vida a evitar esos conflictos, a prevenirlos, a encontrar consensos para evitar que el mundo se venga abajo, o arriba, o al costado, a cualquier parte menos donde debe estar.
Es por eso que nos alegra que se reúna la ONU. Porque cada reunión, cada Asamblea, es un intento, exitoso, fallido, o “no tanto, ni tan poco”, para lograr la paz. Porque se propone como un lugar en el que los diferentes países puedan hacerse oír, y –aunque a veces ¡hay que escuchar cada cosa!— seguimos pensando que las voces tiene un sonido mucho más lindo que las armas.
Y es cierto que el mundo ¡’ta complicadito, eh! Medio Oriente, el otro medio, Africa, Honduras, China, Rusia, Colombia, Venezuela, Bolivia, y por supuesto, nosotros, la Argentina, con todos nuestros problemas, nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestros síntomas, nuestros traumas y nuestros milagros, ¿conseguirá la ONU que nos clasifiquemos para el Mundial?
Todo eso, y mucho más... en este suplemento que, semana a semana, le lleva a su casa un poco de humor, que no será la solución de los problemas del mundo, pero “¡mal no le va a hacer!”, como diría mi abuela.
Nos vemos el sábado que viene, lector.
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