(algunas de las cosas de una década espectacular...)
› Por Rudy
En esta década, quizá más que nunca (por ahora), la política se volvió mediática. Los candidatos son “artista exclusivo de canal XXX”, y se lucen, no sólo con sus discursos: también pueden hacer de actor de reparto en una novela (El pan que no me diste, Una banca para dos, Te amo con necesidad y urgencia, ¿Tu cargo o el mío?, Amor electoral), o eróticos (Diputadas calientes te muestran hasta los dientes, Votame si sos macho, Pasión en el cuarto oscuro). El tema es llegar a mucha gente a la vez. Y tratar de que el público no cambie de canal, por lo menos por cuatro años.
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“Yo tenía que nacer en invierno, pero como no tenía camiseta me estuve esperando hasta la primavera. Después nací, y justo no estaba mi madre en casa...” “Conseguí un puesto como fotógrafo, pero me equivoqué al cargar un flash y maté a una boda completa.” “Mi mamá me llevó con una banda de ladrones: la banda me aceptó, pero me enfermé del estómago, y todo lo que robaba lo devolvía.” “Una vez llegué a la guerra, pero estaba cerrado.” “Teníamos un solo avión, y como nos llevábamos muy bien con el enemigo, nosotros lo usábamos para bombardear los lunes, miércoles y viernes, y ellos los martes, jueves y sábado; los domingos se lo alquilábamos a una línea aérea.” “Soy argentino por parte de hija.” Miguel Gila, autor de estas frases, falleció el 4 de julio, de 2001, en Barcelona.
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La inseguridad está terrible. Uno puede encender el televisor y ver sólo muertes, asesinatos, crímenes, robos. Incluso a una misma persona la pueden matar varias veces en el transcurso de un programa. Por eso, si usted quiere vivir seguro, no encienda el televisor, que puede ser muy peligroso.
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El 11 de septiembre de 2001, además de las tragedia por todos conocida, comienza una nueva moda que desplaza a los talk-shows y a los reality-shows... los “war shows”, ¡vea la guerra en estreno exclusivo, el making, entreviste a los actores (mientras estén vivos), no se pierda las mejores jugadas de cada fecha en edición exclusiva, sienta las amenazas en 3D, y ¡diviértase, diviértase!
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“Los sesenta”, aquellos sesenta, ya cumplen 40. Que desde aquellos primeros discos de Los Beatles, que obviamente escuchábamos en el Winco (no había casetes, y los grabadores eran los Geloso), a los CD y DVD de hoy, ha pasado un largo tiempo. Que del existencialismo de Sartre pasamos al “Amor líquido” (finamente gasificado, y reducido en calorías). Que los equipos de fútbol no son lo que eran; ahora tienen propaganda en las camisetas, y además sería un lío para los pibes que coleccionasen figuritas, porque de acuerdo a la semana tendrían que pegar a un mismo jugador en la página de River, San Lorenzo o Racing. Hablamos de un tiempo de confianza en las instituciones de parte de los ciudadanos, quizá porque soñaban con votar por quien quisieran, pero no podían. De la gente que miraba a Madrid, a París, a Moscú, a Pekín, a La Habana, a Nueva York, Londres. Mirábamos a todos lados, era barato mirar.
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Dicen que la fama es puro cuento. Otros, que es “pura cuenta”. Que los quince minutos de fama se disfrutan como si fueran un siglo, y el fanatismo, que antes se reservaba para los dioses, ahora está al alcance de cualquiera que se preste a sí mismo para el rol de falso ídolo. “Usted dice que es Dios, y al rato tiene a 15 bolús rezándole.” Los conjuntos musicales tienen fanáticos antes de existir, venden discos que no grabaron, llenan estadios de gente que no sabe ni a quién va a escuchar.
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En 2002, y sobre todo en 2003, G. W. Bush lanza su arma de destrucción masiva, la tele, para destruir Medio Oriente, y si puede, el otro medio, también.
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Tenemos todo tipo de robos. Ladrones de guante blanco, ladrones de barrio, ladrones profesionales, ladrones con maestrías y PH D. Instituciones que roban a sus clientes. Nunca nos ha faltado nada, en este rubro. Antes de que fuésemos un país, ya se estaban llevando nuestras riquezas, que ni siquiera eran nuestras, todavía. En 2003 Las manos de Rodin fue robada del Museo de Bellas Artes, en el que estaban expuestas, y por lo que hemos sabido no es la primera ni la última obra de arte que pasó del patrimonio nacional al “privado” sin escalas. ¡Estamos hasta las manos!
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En La pasión de Cristo, Jesús es alto, rubio y de ojos celestes, como quería Neustadt que fuera Menem, y es posible que Mel Gibson haya hecho un film levemente antisemita, pero tiene un amigo (y un actor de reparto) judío.
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A veces “argentino” deja de ser una nacionalidad para pasar a ser una categoría. “¿Qué tal es esa película?” “Y... es... argentina”, “Pero ¿es buena o es mala? “Y... es argentina.” Como si por ser de nuestro país una película mejorase o empeorase automáticamente ante nuestros ojos.
Hay gente que aplaude cualquier bodrio mientras sea local, y otros, por el contrario, si no escuchan “hablar en inglés” defenestran el film en cuestión. Hemos ganado un Oscar y fuimos candidatos a algunos otros, nuestros compatriotas triunfan en Europa y empatan en los EE.UU. Pero siempre nos faltan 5 centavos para el peso, y 2,95 pesos para el dólar.
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La tele nos recomienda medicamentos, pero no sólo en los programas científicos, sino también en las pausas. Y no sólo en las pausas, sino también en los teleteatros. Ahora, si al galán le agarra un ataque de caspa al final del último bloque, deberemos esperar al día siguiente pero sólo para ver qué champú anticaspa le aplicará su diligente amor prohibido. Si un noticiero nos muestra un choque, enseguida aparecerá la publicidad de una pomada contra los golpes. Si vemos un partido, seguramente los antioxidantes, energizantes y otros interesantes fármacos jugarán a favor de nuestro equipo. Y que todo esto no le dé un dolor de cabeza, lector, porque aparecerán los analgésicos compitiendo por el rating.
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Fines de 2004 ¡el último grito de la moda son los programas de cirugía estética por aire, cable o quirófano móvil! Cambie su nariz, agrándese o achíquese el tujes, ponga un tigre en sus tetas, agrande su miembro a niveles groseros o payasescos, póngase las orejas de Madonna, la sonrisa de Mona Lisa o los rasgos predominantes del Guernica, imite el grito de Munch al verse en el espejo con su nuevo cuerpo, pero ¡hágalo por la tele! Los nuevos programas son todos de cirugía. El lifting reemplaza al zapping.
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En noviembre de 2004, Rosario, Congreso de la Lengua. Un policía español le explica a uno argentino que “dame una grande de muzarella, para el comisario”, allí se dice “¡Alto, en nombre de la ley!”; unos piden que el castellano no use más la “Ñ”, otros, que a cambio el inglés no use más la “George W”.
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Ahora, hasta el bar de la esquina tiene chef, en lugar de ensalada le ofrecen “verdes”; en lugar de papas fritas son “sarteneadas”, las aceitunas son “olivas”, los “fideos con manteca” son ahora “bastoncitos de pasta en espejo”, la rúcula reina en el menú y todos somos sus súbditos. El “bife” puede ser “entrecote”, la empanada, “pañuelito de carne”, etc. hay restaurantes malgaches, boricuas, coreanos del norte y del sur, chinovascos, hindukasher, suizoviético, polacostarricenses, uruguatemaltecos, paquistalinistas, monegascolombianos, lo que pida, lector, lo que pida. ¡La gastronomía está de moda! ¡Seremos como el Chef!
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Las novelas de hoy en día no inventaron nada, en nuestra propia historia nacional está la base de los argumentos de los mejores culebrones. El amor quiere saber de qué se trata; Virreynato de pasión, Azulunala, la del color del cielo, Simplemente Sobremonte, La amante del teniente español, Juana, entre Vilcapugio y Ayohuma, y tantas otras. Nuestra pantalla chica le ofrece novelas de todo tipo y factor. Sexies, cariñosas, futboleras, violentas, para nenas, para adolescentes, nacionales, extranjeras, extraterrestres, no falta una.
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Desde 2006 el rating se controla minuto a minuto, segundo a segundo, década a década..., ¡los 15 minutos de fama son un montón de tiempo, mucha gente debe conformarse con 10 segundos de silbidos! De las “décadas de prestigio” ya nadie habla.
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A mediados de 2006 llega la “fe popular de mercado”. Siempre hay un secreto oculto durante siglos, décadas o minutos, que alguien devela, pero, of course, cobra por develarlo, y como a la gente le encanta enterarse de un secreto, fuera éste cual fuere, pagará/emos lo que corresponda. En este caso se trata del Código Da Vinci, con más feligreses que varias religiones juntas. ¡La fe mueve montañas... de dinero!
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Nueva costumbre nacional: celebrar Halloween. Fiesta típica nacional, ya que los argentinos no creemos en brujas, pero que las hay, las hay.
Dicen que la tragedia se repite como farsa, y en la historia argentina todo tiene algo de trágico, todo tiene algo de farsa. Y Halloween es, sin duda, la gran farsa gran. Es celebrar el día de la tradición, pero de la tradición de otros: una efemérides adoptiva, proveniente de los EE.UU.: ellos se ponen calabazas, y nosotros nos sentimos unos verdaderos zapallos, salvo en las zonas donde nos sentimos zucchinis, very fashion.
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¡La imaginación al poder, lector! en mayo del ‘08, se cumplen 40 años de mayo del ‘68. Los que estaban con Althusser, ahora están con Alzheimer!
Porque si hace 40 años los estudiantes y los obreros ganaban las calles de París, con su reclamo de cambio de modelo, hoy es el mismo presidente de Francia quien cambia y se une a la nueva modelo, Hoy, los estudiantes parisinos no gritan “¡Seamos realistas, pidamos a Carla Bruni!”
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La televisión se vuelve loca con el tema de la seguridad: hay “chorros exclusivos de un canal”, tipos que se maquillan antes de cometer un crimen, y delitos que dan mucho más rating que otros.
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Sobre el fin de la década, tenemos “medios politizados”, pareciera que mientras unos compiten por las bancas, otros, por el rating, ¿ser diputado, o tener sponsors? That is the question. Las elecciones de 2009 terminan estando más vinculadas a la camara de tevé que a la de Diputados o a la de Senadores.
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La identidad no está de moda. Lo que está de moda es... que todos nos vistamos como tal, nos cortemos el pelo como tal, hablemos como tal, o sigamos a tal, que no nos va a defraudar. Que estemos en Internet con un seudónimo (y en vez de apellido usemos arroba), que compremos los mismos fideos y los mismos preservativos que los famosos, que nos pongamos la misma camiseta que tal jugador, a ver si podemos jugar como él (en lugar de entrenarnos, y jugar como mejor nos salga a nosotros), que decir el mismo chiste que otro.
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La imitación parece haber desplazado a la identidad en los corazones, o al menos en los cerebros, o al menos en alguna de las neuronas de muchos terrícolas. La autoestima anda mal, pero si de pronto uno “es otro”, la que se pone en juego es la autoestima del otro. “Si me pongo la camiseta de Riquelme y no meto ningún gol, es problema de Riquelme; la próxima vez me pongo la de Palermo, a ver si...”.
En un tiempo, a eso se lo llamaba “cover”, pero como estamos en una época de sinceridad, el fin de la hipocresía, ahora se usa “tributo”, o sea, una especie de homenaje: “cada vez que le pifio, entonces, estoy homenajeando a Riquelme”.
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Hay quien cree ver “plagios” en estos sentidísimos “homenajes, tributos” y sobre todo en la música. Verán ustedes por todos lados un cartel gigante con el nombre del homenajeado, y mucho más chico “tributo a”, lo que quiere decir que el que canta no es el que canta, sino uno que canta igual al que canta, según su propia convicción. O que no canta, pero se parece físicamente al que canta, o tienen una tía abuela en común y eso le da derecho a tributar a su querido primo tercero.
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Digamos, lector, que en esta década hubo de todo: libros, películas, tevé, conciertos, recitales, música, shows, teatro, danza, radio... y de verdad, cada uno de estos aspectos merece más de un suplemento. Este es, en verdad, un minúsculo pantallaza en clave de humor sobre algunas de las cosas que pasaron.
Nos vemos el sábado que viene.
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