Sábado, 22 de mayo de 2010 | Hoy
Por Rudy
¿Qué tal, lector? ¿Cómo es eso de cumplir 200 años? Si usted cumpliera 200 años, lo diría públicamente, o trataría de que la gente creyera que en realidad usted tiene 100... a lo sumo 150.
¿Ocultaría usted su edad? ¿Se imagina a la Argentina diciendo: “Bueno, en realidad nací en 1816, porque fue cuando me anotaron como independiente en el Congreso de Tucumán”. O: “Mi verdadero nacimiento fue en 1853, cuando empecé a tener Constitución, porque todos saben que un país no es un país si no tiene Constitución”. O: “Bueno, de verdad nací en 1880, cuando tuve Capital Federal, porque un país sin capital no es un país”. O: “Recién desde 1912, con la Ley Sáenz Peña, se puede decir que soy un país, porque antes, si no se podía votar, no era un verdadero país”. O: “En realidad, desde 1951 soy un país, ya que desde ese año votan hombres y mujeres, antes era medio país, sólo votaban los varones”. O: “Uno no es un país hasta que no se consolida la democracia, así que solamente lo soy desde 1983, para acá”. Y con ese tipo de razonamientos, alguno podría decir que el país es un bebé, o que todavía no nació y que recién va a poder verse como país cuando alguien pueda casarse con otra persona de su mismo sexo, del otro sexo, o sin ningún sexo, como pasa en tantos matrimonios.
Pero lector, la verdad es que nuestro país, Argentina, previamente llamado “Virreinato del Río de la Plata”, “Provincias Unidas del Sur”, “Granero del mundo” y tantos otros sustantivos y adjetivos, nuestro país, lector, cumple sus primeros 200 años, y eso es muy bueno, y merece que lo festejemos.
Y en ese cumpleaños gigante, en ese festejo multitudinario, uno se pregunta a quién invitar a la fiesta. Cómo hacer para sentar juntos a unitarios y federales, peronistas y radicales; boquenses y millonarios, los de Florida y los de Boedo, piazzollanos y dariencistas, mateamarguistas y matedulcistas, cremistas y dulcedelecheros, charligarcistas y spinettanos, menottistas y bilardistas, riquelmófilos y diegófilos, trotskistas y trotskistas pero de otra línea, verticalistas y oblicuos, tetadictos y culofílicos... ¡tenemos tantas nomias y antinomias!
Y bueno, lector, ésa es nuestra historia, ése es el país que somos, dictorio y contradictorio. Festejemos que estamos, que seguimos y que cada sábado nos encontramos haciendo chistes.
Hasta la semana que viene.
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