Sábado, 17 de julio de 2010 | Hoy
Por Rudy
Habemus boda, lector, habemus boda. Los novios y las novias pueden dar el Sí, aunque no saludarán en el atrio, porque la Iglesia no quiere saber de nada... ¿raro esto, no? A los heterosexuales la Iglesia les exige casarse para tener relaciones sexuales, mientras que a los gays les propone que tengan relaciones sexuales pero sin casarse. Dicen que el matrimonio gay destruye a la familia; hace unos 25 años decían que el divorcio destruye a la familia, y si nos remitimos al pasado, hace unos 120 años se opusieron al matrimonio civil, porque eso “destruía la familia”. No dijeron nada (oficialmente hablando, porque desde ya que hubo honrosas excepciones) acerca de si “la dictadura destruye a la familia” y quizá por única vez hubieran acertado.
Pero como bien se dijo por allí, aquellos que no pueden casarse (por propia decisión), ni entre ellos ni con otras personas, no querían estar solos en el mundo, y entonces pretendieron extender la cuestión a otras personas. “¿Nosotros no podemos casarnos? ¡Bueno, los gays tampoco, porque si no es discriminación hacia las personas que usan sotana!”
Como sea, el tema es que ahora los gays pueden casarse. Algunos dirán: “Tienen el mismo derecho”; también se puede pensar de otra manera: ahora todos podemos, si queremos, casarnos con una persona de distinto sexo, o con una del mismo. O con nadie.
Todavía están postergadas las expectativas de los que querrían casarse con dos, tres o más personas a la vez, y los que se casarían solamente consigo mismos, pero ésa la veo difícil (de hecho, a mucha gente convivir consigo misma más que un derecho le resulta una dura obligación).
Bueno, los argentinos tenemos un derecho más y eso es buenísimo.
Hasta la semana que viene, lector.
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