› Por Rudy
Sabemos, querido lector, que Europa ya no es lo que era, que no tiene nada que ver con aquel altivo continente que supo transformar las religiones orientales en romanas, conquistar el mundo que seguía siendo plano, imponer su cultura, sus creencias, sus idiomas, e incluso y sobre todo sus prejuicios al resto del mundo (que, insistimos, para ellos era plano, y quizás estaba sostenido por varios elefantes).
No es lejano el tiempo en el que mirábamos hacia arriba, pensando que Europa estaba allí. Se decía que los argentinos (o que “los porteños”, que para algunos es lo mismo –porque su cerebro termina en la general Paz, o en el lado norte de la Avda. Rivadavia–) “somos italianos que hablamos en español, pensamos en francés y nos vestimos en inglés”. La propia Constitución del siglo XIX fomentaba la inmigración europea, aunque en el preámbulo se invitara a “todos los hombres del mundo” (no del Primer Mundo), más de uno suponía que “el mundo” era Europa, y que Asia, Africa, o la propia Latinoamérica en la que vivimos es “esa parte que uno no les muestra a las visitas” de la casa.
Pero qué cosa fuera que pasó en estos últimos tiempos, que nada es lo que era, y todo lo que no parece... Quiero decir, cómo ha cambiado todo de unos años a esta parte que el FMI, ese extraño virus que crearon los países desarrollados para que los emergentes sigan en “emergencia” ahora, como cruel bumerang, los ataque a ellos mismos. ¿Qué habrá pasado, qué habrá pasado? No lo sabemos.
Y el FMI no está solo. Tiene aliados, extraños, que cual legión de supervillanos ataca las realidades, y no los comics, de los países que tienen el extraño privilegio de ubicarse en la parte de arriba del mapa, hace unos 15 años fue “Crazycow”, la vaca loca, que recorría los campos con su mortal mugido enloqueciendo a los consumidores vacunos. Luego fue “Chikenflu”, “el pollo asesino, agente de la gripe aviar”. Hace sólo dos años “Killerpigs”, los cerdos homicidas, que con su gripe mortal iban a diezmar a la población... Y ahora..., ¡los pepinos! Siniestros vegetales, que van transmitiendo su toxicidad aquí y allí. Mientras la gente evita comer carne, pollo o pepinos según el momento, y son muchos menos los que, quizá con justa razón alertan sobre los peligros de “las recetas del FMI”, que lo que logra justamente es que no haya nada para comer en las mesas de los afectados.
Dentro de todo es un progreso: en otra época, cuando había una enfermedad, la culpa se la echaban a los judíos, las brujas o los gitanos.
Algo es algo.
Nosotros, como siempre, intentamos no tragarnos el sapo (que no sabemos si enferma, pero no es plato de nuestra elección) y tomar el tema de la única manera que nos sale: con humor.
Hasta la semana que viene, lector.
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