Sábado, 2 de julio de 2011 | Hoy
Por Rudy
Hola lector, cómo le va, cómo está, ¿cómo anda esa actitud? Se lo ve bien, se lo ve muy bien, se lo escucha... no, no sé cómo se lo escucha, el tema de las escuchas todavía no lo resolvió la Justicia.
Pero en serio, veamos su actitud. Hace varios meses hicimos un suplemento en el que hablábamos de su posibilidad de disfrazarse, de ser por un rato la persona que usted siempre quiso ser y no pudo, en vez de esa persona que usted nunca quiso ser, y pudo. ¿Se acuerda, hablábamos de la imagen? Estamos en tiempos en los que “una imagen vale más que mil palabras”, aunque eso depende de qué país se trate: en algunos la palabra cotiza un poco mejor, digamos que la imagen cerró a 976,4 palabras tipo comprador, y 998,5 palabras tipo vendedor.
Quizás en la propia Argentina estamos viviendo tiempos en los que al menos intentamos revalorizar la palabra. O que nosotros somos humoristas, y el lenguaje nos importa. Incluso creemos que a todos les importa, que está buena la imagen, pero la palabra también. Nos gusta, entonces, que si nos prometen 10 kilómetros de subte por año (palabras), no nos traten de arreglar con la imagen de un señor bailando la cumbia (imagen), nos gusta que si nos prometen seguridad (palabra), no nos conformen con jóvenes vestidos con limpios azules uniformes y vista al horizonte (imagen). “¡Quien puso palabras recibirá palabras!”, podría ser la extraña promesa electoral, y entonces, al que pro-mete y no cumple, se le podrá dar un NO como respuesta.
Pero esas son cuestiones electorales, y nosotros en política no nos metemos, ni nos sacamos.
Hablemos entonces de la imagen. No, de “las imágenes”... Usted sabe que, por su seguridad, lo pueden estar filmando en cualquier parte. No, no me refiero a los celulares, verdaderos émulos de Bergman (Ingmar, no el rabino), callejeros, que van aquí y allí rescatando caras, manos, tujes, actitudes, vínculos secretos y no necesariamente legales o legítimos, de esos que pululan por todas las calles del mundo, y entonces –por qué no– de nuestro país, de nuestra ciudad, de nuestro barrio.
A los que me refiero es a los “contenidos” registrados por las cámaras que “por su seguridad” –estimada dama, estimado caballero– el gobierno de la capital puso, con su dinero, el de usted, por toda la Ciudad, para que, en caso de que resulte usted víctima de algún tipo de atropello, todos podamos verlo, consolarlo, marcarle algún error, y en algún caso fortuito, incluso atrapar al responsable de dicho atropello (no, no usted, al chorro).
Bueno resulta que nos hemos enterado (por los medios, como usted mismo podría hacerlo) de que han cedido esas imágenes a los canales de tevé. O sea que puede usted ser una estrella de repente, sin quererlo, comerla ni beberla. Puede usted aparecer sonriendo, en medio de una redada, una misa, un desayuno, una manifestación, un evento cultural, un picado, una picada, una sesión de terapia o una reunión de consorcio que por alguna cuestión se desarrolle en la calle.
Sí, lector, sí, lectora, usted puede aparecer en la tele sin haber firmado contrato alguno, puede ser la próxima estrella haciendo la cola de la factura en la panadería, o llevando a su hija al jardín, o a su amante a un albergue. Usted elija. Nosotros, lo vemos. Y hacemos chistes, que es nuestro oficio y profesión.
Hasta la semana que viene, lector.
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