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El imperio contraataca. El imperio... ¿contraataca? ¿El imperio contra, ataca? ¿El imperio, taka taka? Hace unas semanas, Daniel Paz y yo decíamos en el chiste de tapa de Página/12 que, según algunos medios, los argentinos “les queríamos robar nuestro petróleo” a los españoles.

Alguna vez sostuve que algunos países, sobre todo en otros tiempos, hablaban de “nuestro territorio nacional” y “nuestro territorio extranjero”, sobre todo si ese territorio tiene cosas valiosas, lindas, ricas, simpáticas, incluso “feas, pero voluntariosas”. A la hora de la codicia todo sirve.

Quizás están acostumbrados a dominar el mundo: “Hombre, ¿qué queréis? ¡Los tatarabuelos de los tatarabuelos de mis tatarabuelos vivían en un imperio, y a mí, pues que se me ha pegado el genoma!”, podría decir un español. ¡Pero las cosas cambian! Por más que quieran vivir en los tiempos en los que la Tierra era plana, los dinosaurios no eran petróleo, los huevos fritos no engordaban, un celular era un camioncito de la policía y el rechazo social era “no invitarte al cumpleaños” en vez de “declararte spam”, ¡ya nada es como era! Ni siquiera la genética... Los países que antes eran dominantes, ¡ahora son recesivos!

¡Y miren qué imperios hubo, eh! ¡Los egipcios, los persas, los griegos, los romanos, los otomanos, los hispanos, los ingleses... Todo país europeo que quisiera tener prestigio, enganchaba, aunque más no fuera un volcán en el Pacífico o una granja en Africa y la colonizaba, para poder decir “nuestro imperio”, o “así como nos ven, nosotros tenemos tierras a 10 mil kilómetros de acá... algún día vamos a construir algo... un virreinato, una usina, un country... todavía no sabemos qué, pero algo vamos a hacer”. ¡A los países que no tenían imperio, no los invitaban a las fiestas!

Pero ahora cambió todo... Primero, los imperios no los crean más los países sino las empresas; y no tienen “emperador”, tienen CEO o “GEO” o como se diga... En vez de vanagloriarse diciendo “acabamos de anexar Gansovia Oriental a nuestras tierras”, ahora dicen “acabamos de adquirir el 51 por ciento de las acciones de Truchoil”. ¡Los imperios son sociedades anónimas! ¡Tan anónimas, que a veces nadie sabe de quién son!

Pero la sed de poder, el hambre de dinero, la angurria de propiedad, el apetito de riquezas, la libido codiciosa, son los mismos. Siguen pensando “lo tuyo es mío, lo mío es mío”, por eso a veces pueden tomar represalias si uno los despierta de su sueño de gloria y los remite a su pesadilla actual.

Bueno, pero acá estamos nosotros, pletóricos, o petrólicos, haciendo lo que mejor nos sale... los chistes.

¡Hasta la semana que viene, lector!