Sábado, 22 de diciembre de 2012 | Hoy
Por Rudy
¡Ha llegado el momento, lector, el momento que usted esperaba! No sé cuánto hace que usted esperaba ese momento, eso sí, pero estoy seguro de que es desde hace mucho. Quizá desde hace un año, un lustro, un día, una hora, un fallo judicial, una cautelar, un berrinche de su hijo consentido, un novio hippie de su hija adolescente, un examen ginecológico, una colonoscopía, un examen de colesterol, una reunión de consorcio, una sesión de psicoanálisis, un levante, un partido de TEG, un campeonato de fútbol, un beso apasionado, un plato de ravioles amasados por su mamá, un divorcio, un revolcón de aquéllos, una pastilla de Viagra, un recital de Los Gatos, un tango, un Sí, un “esperame un minuto que me produzco y vamos”, un “lo que pasa es que vos no te comprometés”, un “hola, hermosa” o... usted sabrá desde cuándo.
Quiero decir, desde cuándo no alzaba su copa junto a sus seres amados, queridos, apreciados, o tolerados, o aborrecidos pero con resignación social o apenas soportados, o conocidos pero no más que eso, o casualmente coincidentes en el mismo espacio, tiempo y circunstancia.
Dirá usted “¡Salud!” o “¡Shalú!” o “¡Saúl!”, mientras mira fijamente a los ojos, discretamente a la oreja, o escondidamente a las tetas de su eventual/es parientes, vecinos o amigos, y llevará la copa de fina sidra o exquisito espumante, o delicioso champagne, la beberá, y ¡a otra cosa, mariposa!, ¡cumplió con el deber impuesto a esta misma altura pero del año pasado, cuando brindaron, quizá los mismos, y se dijeron: “¡Ojalá que volvamos a brindar el año que viene!”. ¡Sí, lo lograron!
¡Qué momento extraño de la vida, las felices fiestas, lector! Porque es un momento de balance (si no, pregúnteles a los psicoanalistas y a los contadores públicos), pero a la vez de deseo, y no hay dos cosas tan opuestas como deseo y balance. Uno es concreto, pasado, exacto; el otro, futuro, liviano, abstracto.
Y parece que el balance y el deseo también se encuentran, aunque mucho no se quieren ni tienen que ver el uno con el otro, para pasar juntos las fiestas.
Y quizás ése sea el problema, lector, que el balance, con todos sus reproches, sus demandas y sus pedidos de excusas, no se lleva bien con el deseo, y su belleza, su evanescencia, su labilidad, su posibilidad de cambiar, de modificarse segundo a segundo, de venir a la fiesta de una manera e irse de otra, con otra/o.
¿Por qué se juntan el deseo y el balance en la misma fiesta? ¿Por qué nadie dice “este año paso la Navidad con mi balance y Año Nuevo con mi deseo”? O llegado el caso, por qué no decirles a los dos “¡pasemos las fiestas en paz que ya llevan todo el año discutiendo, y me tienen harto/a!”.
Y ni le hablo si encima se juntan varios balances y varios deseos en la misma reunión, y encima les caen de sorpresa los reproches, que vienen sin traer siquiera un pan dulce (engorda), un vitel toné (sube el colesterol) o un champagne (el bueno está caro).
Y lo más probable es que también vengan los sueños y se aburran, y se vayan a dormir temprano. Y los enojos. Y las culpas.
Debe ser por eso que la gente se dice “si no nos vemos, felices fiestas”, porque, justamente, parece que las fiestas pueden ser felices solamente “si no nos vemos”, mientras que “si nos vemos” la pasamos a las piñas, las avellanas, las nueces y las almendras.
Nosotros, sin embargo, seguimos festejando. Con nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestros amores, risas, angustias, logros, preguntas, dudas, cuñadas, tías, ahijados y amigos que hace mucho no veíamos.
Creemos que vale la pena.
Lector, hace 25 años, le diría más, 25 años y tres meses, que nos encontramos cada Navidad, cada Año Nuevo, cada Rosh Hashaná, cada Día de la Diversidad y la Tolerancia, cada Día de la Lealtad, con una copa, un abrazo, una palabra. Con usted,
Esta no va a ser la excepción.
Queremos desearle lo mejor para estos días. Y para todos los días. Que pueda usted desear. Que tenga ganas. Y ganas de tener ganas. Que tenga, entonces, muchos motivos para brindar. Y que los comparta con sus seres queridos, amados, cercanos, admirados, respetados o apenas tolerados. Y con nosotros.
¡Salud, lector, hasta la semana que viene!
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