Sábado, 8 de junio de 2013 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo está usted? Dele, sea bueno, cuéntenos usted mismo qué tal la pasó ayer, el 7 de junio, Día del Periodista, porque si no vamos a tener que ir medio por medio, redacción por redacción, canal por canal, portal por portal, frecuencia por frecuencia, hasta que por fin podamos saber cómo está usted, y cómo pasó ese día.
Porque hoy, usted lo sabe, yo lo sé, nosotros lo sabemos, lector, lo que importa es la información. Y el que no lo sabe es porque no está bien informado. Y el que no está bien informado, se queda afuera. ¿De qué se queda afuera el que no está bien informado? Eso el que no está bien informado no lo sabe, y no se lo vamos a decir, para que aprenda. Y al que está bien informado, tampoco se lo vamos a decir, porque no hace falta. Ya lo sabe.
O hace como que lo sabe, que es lo que importa. Porque entonces el que no lo sabe no sabe que el otro tampoco lo sabe, y le pregunta como si el otro supiera, por “lo que hay que saber”.
Y el que hace como que sabe mueve la cabeza de aquí para allá. Luego la vuelve a mover, pero de allá para acá. Luego mira hacia todos lados, para confirmar que no hay nadie espiando y buscando enterarse de lo que él sabe.
Y finalmente, dice, con voz amable, pero distante, cordial, pero firme: “Gratis, no”.
Porque eso, lector, eso mismo es lo que hay que saber. Que hoy la información vale. Que las noticias se cotizan en bolsa. Que no es lo mismo enterarse de que el pequeño Lucas ya controla esfínteres por la mañana, que enterarse de que doña Lucía engaña a su marido, ya que les pone margarina a los fideos y le dice que les pone manteca. O que Siria usa armas de destrucción masiva. O que EE.UU. piensa que Siria usa armas de destrucción masiva. O que EE.UU. quiere que nosotros pensemos que Siria usa armas de destrucción masiva. O que el marido de doña Lucía le dice que va a comprar manteca para los fideos, pero se va a la casa de Laura a comer los fideos que le prepara ella. Y después de comer los fideos, se acuestan.
Cada dato vale. Pero todos los datos valen distinto.
¿Y quién dice cuánto vale cada dato? ¿Quién le asegura a usted que esa noticia que le dejó su abuelito en herencia es aún valiosa? ¿Quién puede decirnos que saber a cuánto se venden los mostacholes en el supermercado de su barrio es más o menos importante que conocer fehacientemente el esqueleto de un gliptodonte? ¡Ah, lector, ése es otro precio, no pretenda que por haber comprado este suplemento le demos info tan valiosa!
Pero si usted no me cree, le voy a demostrar que hay datos que hubieran cambiado la historia:
¡Mire si los troyanos hubieran sabido que los griegos se escondían adentro del caballo, y no lo hubieran metido en la ciudad! ¡Mire si Edipo hubiera sabido que Layo era su padre antes de matarlo, o que Yocasta era su madre antes de tener cuatro hijos con ella!
¡Mire si los del Titanic hubieran sabido que el mar estaba lleno de icebergs! ¡Mire si los argentinos hubiéramos sabido lo que iba a hacer Carlos Saúl I antes del 14 de mayo de 1989, o que “dicen que soy aburrido” en realidad era una manera de mostrar lo mejor del candidato, y no un defecto!
Otra hubiera sido la historia si hubiéramos sabido, ¿o no? ¿Quién lo sabe? Nadie. Pero si alguien lo sabe, no nos lo va a decir. O al menos, no nos lo va a decir gratis.
Pero la info vale, lector, la info vale. Mire, cuando Dios le avisó a Noé del Diluvio Universal. El tipo hizo un arca, y todos los que se metieron en el arca zafaron, y los demás se tuvieron que morfar los 40 días de agua. ¿Dirá usted que hoy en día hay dirigente que por más info que tengan no hacen nada para que zafemos de las inundaciones? Cierto, lector, cierto, como siempre, tiene usted razón. Pero el problema acá no es la info sino lo que se hace con ella. Y eso es otra historia.
Mire, en algunos tiempos la info que valía era el rumor. “Che, parece que se vienen los bárbaros”, le decía un romano a otro, y ¡todos a comprar fideos y a guardar en la alacena, por las dudas! (Sí, ya sé, los romanos no tenían fideos, es una licencia poética). “Che, dicen que se viene la peste, ¿qué hacemos?”, decían en la Edad Media. “Y, echémosles la culpa a los visigodos.” “¡Pero si no hay!” “Bueno, a los judíos.” “Dale.” Y en diez minutos salían todos a culpar a los judíos por la peste que todavía no había llegado. Pero el rumor es el rumor, y hay que respetarlo..
Del rumor se pasó al bardo, que es como el rumor pero oficializado, y de allí, al periódico. Y después, la radio, la tele, Internet... Hoy en día tenemos muchas maneras de informarnos, y de desinformarnos. Tenemos medios y periodistas que aman su trabajo, y otros que... no. Como en todas partes, hay de todo.
Hace 203 años, Mariano Moreno fundaba La Gaceta. Porque entendía que el nuevo gobierno patrio (el nacido el 25 de mayo de 1810) debía tener un medio que lo expresara. Muchos habrán dicho: “Usan el dinero de todos para hacer propaganda oficial”. Sí, fue una decisión ideológica. Como la de liberarse del virreinato. O la de declarar la independencia.
Por aquel 7 de junio festejamos el Día del Periodista. Va entonces nuestro saludo a todos los periodistas que día a día hacen su tarea con ganas, que aman lo que hacen, que, aquí o allá, se meten, preguntan, piensan, investigan, elaboran, analizan y creen en sus neuronas.
Y en este suplemento queremos repasar todo ese tiempo, que pasó desde La Gaceta hasta hoy, de la manera que nos sale, que nos gusta, que usted y nosotros compartimos desde ya más de 25 años: con humor, con chistes. Este sábado, como todos los sábados.
Hasta la semana que viene, lector.
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