› Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Qué anda haciendo, en qué pasa sus días, qué lo entretiene, qué lo agobia, qué lo hace feliz, qué lo inquieta? No, no se trata de una encuesta, no estamos haciendo estadísticas sobre los hábitos de nuestros lectores. Quédese tranquilo, que ésa no es la nuestra.
¿Y sabe por qué? Porque creemos que en estos 26 años que llevamos juntos, ya lo/a/os/as conocemos, y ya nos conoce. Sabemos quién es usted, sabe quiénes somos nosotros. O al menos podemos tener claro que compartimos ese pequeño territorio que todos los sábados nos hace cómplices: usted sabe que ese día nos va a encontrar. Que estemos donde estemos, no nos olvidamos de usted. Que va a abrir el diario, o la página web y ¡allí estamos!
Y nosotros sabemos que usted nos espera. Más o menos ansioso. Con más o menos ganas. Más apurado o tranqui. Pendiente de un amor, de un partido de fútbol, de los canelones, del examen de matemáticas o de la decisión de la Corte Suprema.
O distendido tomando un solcito mientras los medios tratan de explicarle –y arruinarle la distensión– cómo el Premio Nobel de la Paz envía destructores y bombarderos, o sea, armas de destrucción masiva, a un país, porque quizás allí había ¡armas de destrucción masiva!
Ahí uno se confunde un poquito, ¿verdad? Digo: si sospechan que ya tienen, ¿para qué enviarles más? ¿Qué creen, que los sirios no son lo suficientemente hábiles como para destruirse ellos mismos y van a prestarles ayuda? ¿O piensan que, puestos a atacarse, van a preferir las armas de destrucción masiva importadas porque dan mucho más glamour? “Okey, destruime, pero con un misil importado, que así me siento mucho más importante y tengo algo que contarles después a los amigos, en caso de que quedemos para contarlo.”
De verdad nos cuesta entender este sistema: mi abuela decía “en la guerra pierden todos”. Pero, claro, mi abuela no manejaba los medios de comunicación masivos, apenas si hablaba un poco de castellano, y el mayor rating que pudo conseguir fue el de toda su familia sentada a la mesa. Que ni siquiera se sentaba para escucharla, sino para disfrutar de las exquisiteces que ella ofrecía una y otra vez, sin pausas publicitarias ni locutores.
Parece que la frase de mi abuela no se hizo “viral”. No hubo un buscador que la colocase en primer lugar, y entonces tuvo millones de visitas, éxito en YouTube y todo eso. No.
Por el contrario de lo que ella decía, parece que sigue existiendo en el mundo gente que cree que puede ganar con la guerra. Gente que cree que “democracia es lo que nosotros decimos que es democracia, y al que no le guste, no es democrático”. Gente que muy democráticamente decide por los demás.
No solamente países. También personas que “se hacen cargo del sentido común”. Empresas que le cobran por servicios que usted nunca pidió, pero eso no importa, porque tampoco lo rechazó. Medios que expresan su opinión como si fuera “la de todos”. Gente que expresa sus deseos como demandas, o sus demandas como deseos. Otros que “interpretan o representan” a quienes no les pidieron ser interpretados o representados por ellos. Y así. Y si usted se queja, está mal. Y si no se queja, también.
Pareciera que vivimos entonces en un mundo virtual, donde no hace falta preguntarle a usted lo que quiere, porque “lo natural” es que usted quiera lo mismo que los demás. ¿Y qué es lo que quieren los demás? Lo que el mercado decide.
Y ahora el mercado dijo: ¡Vamos a jugar! Y capaz que usted sacó la pelota de fútbol, el ajedrez o las cartas y se puso a esperar a sus amigos, ilusionado por esa extraña decisión de mercado.
Lo conocemos, lector. Sabemos que usted comparte con nosotros esa alegría lúdica... que algunos pueden ver infantil, pero nosotros sabemos –quizá secretamente– que es la puerta de lo creativo.
Pero, lector, ¡no podemos ser tan ingenuos! ¡O podemos, pero nos cuesta caro! Mire, cuando el mercado quiere que juegue, es para que usted juegue con sus amigos, pero solo. ¿Cómo “con sus amigos, pero solo”? Así como se lo digo. ¡Con sus amigos, pero virtuales, con los perfiles, no con las personas, y a través de la red social! Y si les gana, no les dice “¡tomá, te gané!” y se van a tomar mate, comer asado, tomar la leche o... cada uno sabrá, sino que ¡le manda un mensaje virtual!
Sin embargo, para las estadísticas, usted y sus amigos están jugando.
Y nosotros tratamos de hacer chistes “reales” sobre ese mundo virtual. De eso trata este suplemento, lector.
Hasta la semana que viene.
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