› Por Rudy
¿Cómo le va, lector? Esperemos que muy bien, disfrutando de la vida. Claro que sabemos que ni a usted, ni a los suyos, ni a nosotros, nos va “igual” todos los días. Digo, hay momentos en los que nos va tan bien que queremos que duren para siempre, y otros en los que queremos que la tierra nos trague de un solo bocado.
Y todos los matices intermedios que supimos, sabemos y sabremos conseguir.
Entonces, es posible que usted diga: “Me va bien, bastante bien, pero extraño mucho cómo me iba hace 40 años, cuando yo era un niño y no tenía que preocuparme por cómo me iba, ya que de eso se ocupaban mi mamá y mi papá”. Y otro dirá: “Menos mal que pasó el tiempo en el que mi papá y mi mamá decidían cómo me iba... por suerte ya crecí, y ahora eso... lo decide mi esposa”. Y otro: “Mire, si quiere saber cómo me va, encienda la tele y mire los noticieros, o averigüe la cotización del dólar amarillo a pintitas carmín, y allí lo sabremos”.
¿Se acuerda, lector, cuando no importaba a cuánto estaba el dólar? ¿No? La verdad es que yo tampoco. Parece como que siempre, cuando estaba caro, cuando estaba barato, cuando estaba en la cartera importada de la dama y el bolsillo de traje made in Taiwan del caballero, cuando estaba uno a uno, cuando estaba a diez mil, cuando estaba disfrazado de peso, cuando nos dijeron que el que apostaba al dólar pierde, cuando nos dijeron que el que puso dólares iba a recibir dólares; cuando fue turista, cuando fue ilegal, cuando fue negro, cuando fue azul... siempre. Incluso cuando el General Perón le preguntó a la multitud si alguno había visto alguna vez un dólar.
O sea, lector, que es difícil tener nostalgia de los tiempos en los que nadie hablaba del dólar, porque parece que en nuestro país, esos tiempos sólo existieron en libros de ciencia ficción.
Pero hay tiempos que sí existieron, y no hay más.
1. Cuando alguien que hablaba solo en la calle era que estaba loco, no que tenía un celular
2. Cuando el Paco era don Francisco, el vecino de la esquina
3. Cuando la cerveza era cerveza y no amistad, amor, éxito, aceptación social
4. Cuando la gente se conocía en un baile, en la calle, en el trabajo, en una fiesta, no en feisbuk
5. Cuando había amigos, no contactos, y personas, no perfiles
6. Cuando si alguien le decía a otra persona, “te voy a querer toda la vida”, se refería a su propia vida, y no a una vida en un videojuego
7. Cuando las fotos eran en papel, y las películas en el cine
8. Cuando la “tarjeta de crédito” era la libreta del almacenero
9. Cuando las camisetas de fútbol eran solamente del equipo y no del sponsor
10. Cuando podías repetir la formación de un equipo de fútbol al año siguiente (con uno o dos cambios a lo sumo)
11. Cuando la bolita, el ping pong, el tinenti, el metegol, el balero, las figuritas no estaban adentro del monitor
12. Cuando las dudas se las preguntabas a tus padres, no a la computadora
Ojo, por favor, no estamos diciendo en estas páginas, ni mucho menos, que todo tiempo pasado fuera mejor. Hemos pasado tiempos terribles, tiempos muy violentos, tiempos sin libertades, tiempos de rodrigazo, corralito, cavallito, alvarito. Tiempos de botas, tiempos de prejuicios hoy superados (por otros prejuicios).
Digo, hemos mejorado, y hemos empeorado, y hemos “ni lo uno ni lo otro”, depende de qué se trate.
Pero lo cierto es que los tiempos han cambiado, cambian, cambiarán, habrán de cambiar... Y hay quien recuerda con nostalgia “lo que ya no hay”, otros, suspiran con alivio, y otros ponen su mejor cara de signo de interrogación.
Esto de preguntarse por lo que ya no hay, también pega fuerte en la música:
- “¿Adónde van las palabras que no se quedaron? / ¿adónde van las miradas que un día partieron?”, se pregunta Silvio Rodríguez
- “Si arrastré por este mundo/ la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser,” nos cantaba Gardel en “Cuesta abajo”
- “Aquí vengo para eso, a borrar antiguos besos”, le relatará un tanguero con nostalgia a su psicoanalista, antes de “hablarle simplemente de aquel amor ausente” y terminar con la “angustia de sentirse abandonado”.
Por nombrar un par de ejemplos que marcan el paso del tiempo, nombramos al que la ve “sola, fané y descangayada” a la misma que hace diez años fue su locura. El que “le quitó el pan a la vieja”. Aquel a quien la “chorra, vos, tu vieja y tu papá” le afanaron el mercadito en el que era tan feliz. O el que vivía en el bosque muy contento, porque las mañanas y las tardes eran suyas y por las noches se tiraba a descansar. O “hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad”, “¿te acordás, hermano, qué tiempos aquellos, 25 abriles que no volverán?” o al que lamenta no poder, como ayer, “amar sin presentir”, como nos canta “Uno”?
Sí, estimado lector, las artes, las letras, los deportes, la política, la economía, el amor, el sexo, y la vida cotidiana están llenos de cosas que ya no hay, y nosotros las recordamos hoy. A algunas con nostalgia, a otras, no. A todas, con chistes
Hasta la semana que viene, lector.
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