Sáb 15.03.2014
satira

Hoy Sátira Hoy

› Por  Rudy

¿Cómo anda, lector? ¿Cómo lo está tratando este marzo? ¡Ya estamos en la mitad, parece mentira! Los meses cada vez se terminan más rápido, es como que los que los fabrican les pusieran menos días y se olvidaran de aclararlo en el envase, ¿vio?

¡Y ésa es una manera de aumentar disimuladamente el precio!

Claro, porque usted paga por un mes de 31 días, en la etiqueta dice: “Marzo, Período de tiempo correspondiente al ‘verano-otoño’ en el Hemisferio Sur, y a ‘invierno-primavera en el Norte’; puede tener conflictos docentes o gremiales diversos. Contiene 31 porciones de 24 horas cada una”.

Y usted va y compra.

Capaz que el fabricante le tendría que haber advertido que no siempre es bueno el mes de marzo. Por ejemplo, el del ’76 fue nefasto. Pero a veces adquiere una tremenda dinámica, como en el ’73, cuando uno iba caminando por la calle y escuchaba a la gente cantando que “La elección ya está resuelta, ganaremos la primera y no habrá segunda vuelta” o que “El pueblo reclama pacificación. Balbín solución, Balbín solución” o que “Los argentinos queremos goles, porque los goles son la verdad” (y no estábamos cerca del Mundial, como ahora, ¡eh!).

Como sea, usted compra, porque no le queda otra que comprar. Porque además no hay opción. Quiero decir: Usted no puede ir y decir: “¿Sabe qué? Esta vez no tengo ganas de marzo, me llevo abril directamente.” o “La verdad es que este febrero estuvo buenísimo, estuve de vacaciones, hice un viaje, mucho sexo, rica comida, incrementé mi patrimonio cultural... ¿No le quedó otro febrero, por ahí?”. O “Me llevo un diciembre de 2007, ¡si, ya sé que el mes está viejo, pero yo estaba más joven!”. No, cuando toca marzo, toca marzo, y sea usted rico, pobre. clase media, burgués o proletario, ¡está en marzo!

Y es un mes difícil. La cultura señala a marzo como un mes raro, al menos para nosotros. “Llevarse una materia a marzo” quiere decir “no haberla aprobado ni a lo largo del año, ni en diciembre”. Señala algo que salió mal, o al menos que fue postergado, que no fue resuelto cuando debería.

Con esa materia pendiente, marzo no es “el inicio de un nuevo año en el que uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias”. No, más bien es la marca de que el año pasado todavía no terminó, que uno “le debe algo”. Que uno había dejado algo pendiente, y ahí está marzo, como aquellos que venían con la valijita buscando a los morosos ¿se acuerda? Reclamando el pago... ¡esa materia que no aprobaste, ahora es el momento de ponerte al día!

Si encima marzo viene con menos días de los que dice el envase, uno siente que tiene menos tiempo para resolver las cosas. O le pregunta, por ejemplo, a su mujer: “¿Querida, vos te llevaste cinco días? ¡Porque pensé que era 10, y ya es 15!”. Y ella capaz que le contesta: “No, para nada, pero ayer Joaquín invitó a sus amigos, y ¿viste cómo son los adolescentes?, se meten en la heladera y arrasan con todo: ¡¡hamburguesas, gaseosa, queso, días!!”. O capaz que fue su hija que se fue, se llevó unos días para pasarlos afuera con su novio. O puede ser que alguien le haya dado un par de días a un amigo necesitado.

Ya lo decía Sabina, hace más de 20 años, cuando se preguntaba: “¿Quién me ha robado el mes de abril?”. Reconozcamos que el caso era más grave, ya que le afanaron un mes entero, y aunque él sabía dónde lo tenía guardado (en el rincón donde guarda el corazón) igual se lo curraron. Si hubiera ocurrido en la Argentina, se escucharía: “¡Qué inseguridad!”. Como fue en España, otra será la expresión.

Aunque también en nuestro tango se reporta la falta de meses, cuando se dice: “Veinticinco abriles que no volverán”. Parece que, al menos en las canciones, abril es un mes con mucha demanda.

Pero, lector, ¿de qué se trata todo esto? ¿Vamos a seguir perdiendo el tiempo reflexionando que estamos perdiendo el tiempo, que el tiempo pasa, que nos vamos poniendo viejos, que en cada beso y cada abrazo se esconde siempre un pedazo de razón? No. Claramente no.

Hablemos entonces de presente. O de pasado reciente.

¿Se acuerda, hace justo un año? Mire, hace un año no teníamos Papa. Las cosas podían andar bien, o mal, o más o menos, pero Papa ¡no teníamos!

¡Y allá estaban todos los cardenales, tratando de elegir un nuevo Pontífice! Quizás alguno se miraba al espejo y preguntaba: “Espejito, espejito, ¿quién es el más papable (en latín, rima)? O jugaban al juego de la silla pontificia. O hacían campañas electorales, donde alguno prometía el paraíso a quienes lo votaran, y el Apocalipsis si no lo elegían. No habrá faltado quien propusiera unir el Vaticano a la UE, o a la OTAN. Otro habrá promovido leyes para limitar la cantidad de extranjeros en el Vaticano (donde, convengamos, no suele nacer mucha gente). Quizás un cardenal propuso organizar allí un Mundial de Fútbol, y otro cantaba: “Los cardenales queremos goles, porque los goles son la verdad”.

Pero, al final, la cosa fue como fue. ¿Y cómo fue? Pues eligieron a Francisco: argentino, porteño, peronista y de San Lorenzo. Y así fue como “los argentinos” llegamos no sólo al gobierno de nuestro propio país, hecho por demás razonable, sino también a ser princesas de Holanda, Botín de Oro varios años seguidos, y Sumos Pontífices. No nos para nadie.

Y en este primer año de papado, Francisco mostró un estilo nuevo. Que a algunos podrá gustarles más y a otros menos, pero no pasa ­inadvertido jamás. ¡Así somos los argentinos!

Y de este año de papado hablamos también nosotros, los que hacemos Sátira/12. Y lo hacemos de la manera en que podemos hacerlo, de la manera en que nos gusta hacerlo, de la manera que elegimos compartir con usted. Con chistes.

Hasta la semana que viene, lector.

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