› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, tanto tiempo? Sí, ya sé, todas las semanas lo mismo, el tiempo, el tiempo... Bueno, usted ya lo vio, es algo que está en todas partes, como Dios. De hecho, los griegos tenían un dios del tiempo, Cronos, que era el padre de Zeus, el rey del Olimpo.
Según la mitología griega, Cronos derrotó a su padre, Urano, y fue luego derrocado por sus propios hijos (Zeus, Hades, Poseidón), de donde puede haber salido el famoso refrán “Cría dioses que te sacarán los tronos”, que luego, en la historia de Edipo (que, oh casualmente, mata y destrona a su padre, Layo, aunque sin saber que lo era), pasó a ser “que te sacarán los ojos”.
Hijos que destronan a sus padres... ¡vaya tema, lector! ¡Y pensar que creíamos que hablar del tiempo era complejo!
Fijese que esta semana se cumplen 204 años desde que destronamos a nuestra madre... patria. Vale decir, no la destronamos noso-tros, ni nuestros antepasados, sino que, dado que ya había sido destronada, por Napoleón, a los criollos de aquel entonces les pareció ridículo (y lo sigue siendo) que si España no mandaba en su propio país, lo hiciera aquí.
Y si el virrey podía gobernar en nombre de un rey que no gobernaba, también lo podía hacer un criollo. El mecanismo era fácil: uno decide algo, le consulta al rey, el rey no responde porque está prisionero de Napoleón, entonces uno dice “el que calla otorga” y hace lo que quiere.
Pero también nos pasó, creo, otra cosa, que tal vez podríamos denominar “madurez”. Luego de 300 años de dependencia, parece que ya era hora de “irnos a vivir solos”, pero, tal como hacen los jóvenes de ahora, son los padres, y no los hijos, los que se van de casa. O sea, gobernar nuestra patria.
De todas maneras, es inimaginable un diálogo entre, pongámosle, Castelli o Moreno o Saavedra, de parte de los criollos, y Cisneros o Alzaga por el lado español, con estas características. Igualmente, como somos humoristas (no realistas, que esta semana queda feo porque suena a los españoles de entonces), vamos a pedir lo imposible y pensar ese diálogo.
Empezaría , por ejemplo, Castelli: “Mire, señor virrey, ya somos grandes, ya estamos en condiciones de manejar nuestros propios asuntos”. Y el virrey: “Pues eso me parece muy bien, ¿quién os lo impide?”. Y Castelli: “Nos estamos refiriendo a tener nuestra propia patria, un lugar donde ejercer nuestras propias normas, tener nuestras propias relaciones, fundar nuestra propia familia”. Y Alzaga: “¡¿Pero qué os pasa a ustedes?! ¿Tan mal están aquí? Hace 300 años que nos deslomamos para que tengan comercio, religión, esclavos, mazamorra... ¿Acaso no os damos los maravedíes que necesitáis? ¿Acaso no hemos rechazado a los ingleses cuando nos invadieron? ¿O me vais a decir que preferís a los ingleses antes que a vuestra propia Madre... patria? Miren, no les voy a decir nada más, me voy a quedar sufriendo... en silencio... ¡Uno les abre el Cabildo, de corazón, y ellos sólo vienen cuando necesitan cosas...!”. Castelli: “Pero, madre... digo, señor alcalde, señor virrey... ¿no se dan cuenta de que ya estamos maduros, que hemos crecido, que hace 300 años que se llevan todo?”. Cisneros: “¡Nosotros tuvimos que hacer de Madre Patria y Padre a la vez, dado que el rey nos dejó y se fue con los franceses, que lo tienen prisionero! ¡Ay, Fernando, cómo te extraño! ¡Si estuviera él, no se animarían a decir semejantes cosas!”. Saavedra: “Pero no está, se fue, nos dejó por otros, y hay que bancársela. ¡La vida sigue, Madre Patria!”. Cisneros: ¡“Tú también, hijo mío! Bueno, como diria cualquier madre... si el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan de mí lo que quieran”.
No creemos que jamás haya ocurrido semejante discusión, pero podemos imaginarla. Lo cierto es que el 25 de mayo, de 1810, bajo la lluvia, el pueblo quiso saber de qué se trata, y ahí empezó una nueva historia, que cada año, desde hace 204, se recuerda y se celebra.
Quizá fue ese dia en el que los argentinos empezamos a discutir entre nosotros, quizá fue ese día, el inicio de la vida independiente con toda su libertad, y a la vez la incertidumbre, el que nos condujo a esta historia que tenemos.
Y cuántas veces quisimos “volver a casa de mamá”. O a lo de “Tía Inglaterra”, pero cuando Tía se puso vieja, apareció el más chiquito de los tíos, Sam. Y a veces Madre Patria nos reclama que no llamamos por sus teléfonos para ver cómo está. O que no le regalamos ni un poquito de nuestro petróleo, o nuestros aviones... usted vio cómo son las madres, a veces... ¡Culpa y sobreprotección, culpa y sobreprotección! (Si bien esa característica es la que define a las idi-shemames, ya está más que aclarado que, en verdad, para ser idishemame no hace falta ser ni madre ni judía).
Entonces, lector, es tiempo de festejar la libertad. Con alegría. Con responsabilidad.
Y también recordar que desde hace un poco menos de tiempo, digamos desde el 26 de mayo, de 1987, se sumó una nueva voz: la de este mismo medio, el diario que recibe junto a nuestro suplemento, a quien le/nos deseamos un felicísimo 27º cumpleaños.
Hasta la semana que viene, lector.
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