Sábado, 28 de marzo de 2015 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Cómo está? ¿Bien, muy bien, mal pero acostumbrado? ¿Bien o te cuento? ¿Bien o mal depende de qué medio me lo pregunte? ¿”Si es mi mamá estoy bien, si es mi psicoanalista estoy mal”? ¿Bien por suerte? ¿Podría estar mejor? ¿Podría estar peor? ¿Mejor sería un lujo? ¿No tan bien como vos? Si no fuera por la salud, el dinero, el amor, el fútbol, la política, la economía, el futuro, el presente y el pretérito imperfecto, ¿estaría bien?
¿Está maso? ¿Masomeno, Masoquista, Massa? ¿Está como Lilita cada vez que le falla el Apocalipsis? ¿Feliz como Mauricio aumentando tarifas? ¿Optimista como la ex candidatura presidencial de Binner? ¿Más triste que radical después de la última convención? ¿Confundido porque no sabe si vive en Argen o en Tina?
No se preocupe, lector, no se preocupe. Todos vivimos con grandes signos de pregunta. O pequeños, pero que de todas maneras se pasan el día haciéndonos tic-tic en la cabeza como si fueran pájaros carpinteros. Todos nos preguntamos. Y el que no se pregunta... ¡Uy, de ése cuídese! Porque “los que la tienen clara” al final resulta que “la tienen clara” porque en la puerta de su pensamiento tienen un patovica que no deja entrar a las posibilidades más oscuras.
Lacan decía que toda certeza es un delirio (y quizá lo decía con sospechosa certeza, don Jacques). Parafraseándolo, me animo a decir que toda certeza es un prejuicio. Pero esto mismo, también podría ser un prejuicio. Y sí, no estoy exento. Ni por debajo del mínimo no imponible. Seguramente también soy un contribuyente al IPA (Impuesto al Prejuicio Agregado).
Nos complican la vida, los prejuicios, aunque tengamos el prejuicio de que en verdad nos la facilitan porque “ya sabemos de antes de qué se trata”. Es cierto, ya lo sabemos. El problema es que “eso que sabemos de antes” es falso en el 99 por ciento de los casos, y también en el 1 por ciento restante. Porque aunque sea cierto en ese caso particular, es falso como toda generalización.
Ya sabemos que es mejor no generalizar. Después de la dictadura, los argentinos deberíamos aprender que “los generales” mejor se quedan en los cuarteles.
Hay prejuicios de toda clase. Prejuicios ricos, prejuicios pobres y de clase media. Prejuicios ilustrados y prejuicios analfabetos. Prejuicios raciales, étnicos, religiosos, de género y de número. De tamaño, de calidad y de cantidad. Prejuicios de derecha y prejuicios de izquierda. Psicoprejuicios, Socioprejuicios, Antropoprejuicios.
Hay de todo tipo, no excluyamos a ninguno.
Hay prejuicios argentinos e importados (que prejuiciosamente creemos que son más caros, y más de uno los paga en dólares, euros o maravedíes). Prejuicios de exportación, que a veces se llevan en sus valijas los que se van o se los mandamos nosotros mismos por correo. Prejuicios mediáticos. Prejuicios para todos y todas y todis. Prejuicios para mí solito, que para eso lo pagué bien caro.
Miren si habrá prejuicios.
Revisando Mitomanías Argentinas, un magnífico libro de Alejandro Grimson publicado por Siglo XXI en el año 2012, seleccioné unos pocos, de los muchos mitos que revela y devela sobre nuestro país. A mi entender, esos mitos pueden ser pensados como prejuicios. Y creo que algunos representan la manera como desde cierta “elite” se piensa al resto y a sí misma:
La Argentina es un país europeo.
Bolivia y Paraguay son países de indios.
Brasil es un país de negros, playas y Carnaval.
Uruguay es una provincia argentina.
Todo tiempo pasado fue mejor.
La Argentina estaba predestinada a la grandeza; debería haber sido Canadá o Australia.
Los políticos argentinos deberían hacer un pacto de La Moncloa.
La Argentina sólo tiene una salida: Ezeiza.
Argentina no puede desarrollarse debido a la idiosincrasia de los argentinos.
En la Argentina no hay racismo (porque no hay negros).
La Argentina tiene una madre patria: España.
El corrupto es el otro.
La sociedad argentina es una víctima inocente del Estado.
El Estado está en proceso de desaparición.
El Estado no puede administrar empresas eficientemente.
Lo privado funciona, lo público está descuidado.
Lo que pagamos de impuestos se lo lleva la corrupción.
Los pobres votan por clientelismo.
El campo produce la mayor parte de la riqueza nacional.
Los medios no tienen influencia, los consumidores interpretan los mensajes como quieren.
Los pobres y los ricos tienen igualdad de oportunidades.
De esto trata este suplemento, lector. Tratamos de reírnos de algunos prejuicios. Sobre todo, de lo que dimos en llamar “prejuicios gorilas”, como que
la gente milita por el chori y la coca
los pobres no quieren laburar, quieren subsidios y se los gastan en juego o droga
les dan casas y usan el parquet para hacer asado
y otras mentiras que a lo largo de nuestra historia se han “viralizado” a pesar de que no estábamos en tiempos del feisbuk y en algún caso se han vuelto leyenda. O (¿peor aún?) consigna. O (¿peor aún?) titular de diario.
¡Claro que hay de todo! Pero el tema es cuando generalizamos, damos por sentado, suponemos, sin conocer al otro, a nosotros mismos. El trabajo, sin duda, es mas difícil, pero... dicen que vale la pena.
Bueno, lector, como siempre, tratamos de tomar este tema de la forma que creemos posible, o sea, a través del humor... Y nos animamos a escribir, porque nos conocemos, que podemos compartirlo con usted.
Hasta la semana que viene.
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