Sábado, 29 de agosto de 2015 | Hoy
¿Cómo le va, lector? ¿Cómo anda? ¿Se ve bien, o está usted también un poquito tapado por las nubes que están ocultando el cielo de casi todo el planeta? ¿Está usted fresquito como una lechuga, porque es invierno, o tiene calor por culpa del efecto invernadero, que calienta y nos calienta cada vez más?
¿Se alimenta bien y rico con productos frescos y orgánicos, o se da con todos los transgénicos que van a producir el “milagro” de transformarnos en híbridos, injertos, mezclas raras de museta y de mimí, o vaya uno a saber qué cosa, según dicen los apocalípticos de siempre, con perdón de Lilita, que de esto parece que no dice nada, lo que nos hace preocupar más todavía?
Usted sabe, lector, nosotros somos los de Sátira, los que lo acompañamos sábado a sábado desde hace 28 años, De hecho, la semana que viene es nuestro cumple y lo vamos a festejar tirando palta al techo (manteca no, porque nuestros amigos veganos también son un electorado que nos interesa conservar, y los ofendería).
Hace 28 años que estamos con usted, y queremos estar otros 28 más, o todo lo que se pueda. Y para eso necesitamos que el mundo siga andando, aunque vengan caras extrañas.
Queremos un mundo mejor para nuestros hijos, nuestros bisnietos, nuestros choznos, nuestras mascotas, nuestras albahacas, nuestra fruta seca y nuestros minerales. Todos y todas lo merecemos.
Fíjese usted que todos los candidatos, de todas las elecciones, de todos los países, de todos los planetas, prometen siempre, en sus campañas, un país mejor, un mundo mejor.
Nadie dice:
“Les prometo que si me eligen les contamino hasta la sopa de cabellos de ángel”, o
“Les prometo que conmigo todo va a ser peor, pero nadie se va a dar cuenta porque tengo buenos asesores”, o
“Yo voy a hacer un gobierno tan pero tan malo que después me van a reelegir al solo efecto de poder seguir criticándome”, o
“Síganme, los voy a contaminar”.
No, nadie nos promete que si lo votamos el país va a estar peor. Que todo va a ser un desastre. Que va a regalar nuestro patrimonio, nuestro suelo. Que va convertir nuestra moneda en... en... ¡nadie jamás promete que nos va a defraudar, ni nos dice que el que puso dólares recibirá dólares, pero menos!
Y sin embargo podrían hacerlo, podrían prometernos eso, ya que es eso lo que muchos han hecho, una vez puestos en el rol de gobernar. Son contadas y contados las excepciones. Que por suerte las hay.
Pero, claro, si nos dicen que va a estar todo mal, no los vota nadie. ¿O sí?
A ver, a Bush en el 2004, después de invadir el Golfo Pérsico, lo votó más gente que antes, en el 2000, cuando perdió pero ganó las elecciones contra Al Gore. A Carlos Saúl, en el ’95, lo votó un montón de gente, a pesar de que ya había sido el indulto, el otro indulto, la convertibilidad, AMIA, la embajada, y la casualidad permanente con María Julia en medio ambiente. Y después, votaron/mos a Fernando el aburrido, que hizo de todo menos aburrirnos. Ojalá nos hubiera aburrido un poco.
Bueno, entonces, ya lo dijimos, para mejorar las cosas quizá se necesite un milagro.
Porque ahora podremos votar por progres que aceptan la mano invisible del mercado, por megadevaluadores, por quienes nos van a dar “el cambio justo” (che, pibe, quedate con el cambio justo) parece que nos dicen. O bien, “con fe y esperanza”...
Todo está por verse.
Pero mientras tanto seguimos queriendo un país, un mundo, mejor. Y Francisco, el Papa, que no casualmente es argentino, se hace eco de nuestro reclamo.
Y pide que el próximo martes, el 1 de septiembre, recemos por el ambiente, una –digámosle así– “plegaria ecologista”, pero seguramente pediremos que no haya contaminación “así en el cielo como en la tierra”.
De eso, trata este suplemento.
Hasta el sábado, lector.
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