Sábado, 19 de septiembre de 2015 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, como anda? ¿Dónde, cuánto, cuándo, quién, cómo va la vida? Ya hace casi un siglo Don Miguel de Unamuno dijo que “uno es uno y su circunstancia”. Por supuesto, eso depende de lo que cada uno entienda, por “uno” y por “circunstancia”.
Algún psicoanalista diría que “Uno es uno y su transferencia”. Un matemático binario podría afirmar que “Uno es uno, o si no es uno es cero”. Un geómetra dirá que “uno es uno y su circunferencia”. Algún religioso opinará que “Uno es uno y su ciruncisión”. Un corredor, que “uno es uno y su circuito”, y millones de personas, quizás miles de millones, no dicen nada al respecto, ocupados como están en sobrevivir a situaciones penosas, pero si pudieran, dirían que “Uno es su circunstancia, nomás”
Ciertamente, es difícil el tema, y nosotros no somos filósofos como para poder decir lo mismo que decimos ahora, pero más filosóficamente, con argumentos irrebatibles, rebatibles o batibles.
O sea, si se trata de “la vida misma”, uno puede preguntarse qué es, dónde está o qué parece, y probablemente encuentre alguna respuesta. O ninguna. Y si tiene suerte, un montonazo de preguntas.
Sí, es una suerte cuando uno tiene muchas preguntas para hacer en la vida, ¿no? Porque aunque puedan angustiar un poquito, mueven. Las preguntas mueven, y lo llevan a seguir buscando, y aun si no encuentra nada, lo que importa –dicen por ahí– es el recorrido, sobre todo el recorrido colectivo o, por decirlo así, el recorrido del colectivo.
Fíjese que extraño camino el nuestro, lector. Empiezo preguntándole cómo anda y llegamos al recorrido del colectivo. Si me guiara entonces por este texto, diría que usted anda en colectivo. Esto puede ser cierto, o no, pero en caso de que no lo sea, le pedimos disculpas por la demora, y seguimos viaje en taxi, subte o caminando.
Y resulta que al colectivo lo conocemos simpáticamente como “Bondi”. Desconozco, quizás usted mismo pueda decirme, el origen de este simpático seudónimo. Aunque si nos guiamos por las nuevas disposiciones nunca dispuestas de las “redes sociales” (sobre todo de la más difundida mundialmente), deberíamos referinos a él como “colectivo” (o sea, por su nombre real), ya que si no lo hacemos, no nos dejan ingresar a nuestra cuenta, por motivos “circunstanciales” que nunca sabremos. Ni importan, ya que el poder no da explicaciones a nadie.
Pero nosotros no estamos ahí, estamos acá, así que podemos hablar del bondi. Y bueno, hablemos del bondi. Digamos que va siempre lleno, que luego de muchos años de boletos capicúas y moneditas difíciles de conseguir, tenemos por fin la tarjeta que evita tantos problemas, y por si fuera poco, con ella nos hacen descuentos en algunos restaurantes sin pedirnos nada a cambio. O que hay choferes de toda clase, sexo y carácter...
Okey, lector, usted todo eso ya lo sabía. Y no viene a cuento, no es muy filosófico hablar de las características colectivas, ni de las individuales, del colectivo.
Tampoco es para quejarse, porque en estos mismos momentos hay miles de personas, en la floreciente Europa, a las que no dejan subir si no tienen “la tarjeta”, Si Europa fuera un colectivo, nunca sería un bondi, a lo sumo sería un “frankfurter”, o un “Hot dog”, literalmente, un perro caliente , de los rottwailers, de los guardianes, entrenados para captar a “los que no son de acá”... y ocuparse de que “sigan sin ser de acá”.
Hay fotos que duelen, pero sin haber visto la foto, ya sabemos de qué se trata. No hace falta ponerse la camiseta de “Soy Charlie” para saber que hay millones de personas a los que, si quisieran ser Charlie, no los dejarían. Desde aquí, una pequeña propuesta que puede ser un gran negocio. A los que se oponen con tanta fuerza y poder a la entrada de inmigrantes, ¿por qué no fabrican una remerita que diga “Soy Adolf” y la usan?
Bueno, volvamos al bondi, ya que en Europa no nos quieren, salvo que vayamos con mucha guita. Y la dejemos ahí. Les decía que no sé el origen de la palabra, pero me remite a dos posibilidades, ambas vinculadas con la comida (al “morfi” para los amigos”), “Albóndiga” y “Bondiola”.
Se me ocurre que la primera está más cerca de la verdad, porque es un plato de moda desde hace mucho tiempo (más vieja que el propio bondi), y remite a una mezcla rara de elementos que nadie sabe qué son y y terminan fundidos en extraña masa colectiva, tal como las personas en los bondis (o subtes) en las horas pico. Pero últimanente están de moda, son vintage las bondiolas, o “bondiolitas”, como se les dice ahora, en ese afán por nombrar cariñosamente a un objeto, como si de esa manera ocultáramos nuestras intenciones de devorarlas ni bien podamos.
¡Qué extraña esta modalidad, ¿no? Hablamos con cariño, con palabras suaves, dulces, políticamente correctas, de objetos, seres y personas, a las que casi sin solución de continuidad atacamos, agredimos, discriminamos en el peor sentido de la expresión, excluimos, denigramos y finalmente a veces destruimos o aniquilamos.
Con los objetos, los animales y las personas. Si no, no se entiende por qué se habla de “los refugiados” o sea, “los que buscan refugio”, para pasar enseguida a no darles ese refugio que solicitan. Y en cualquier momento escucharemos con horror la expresión “refugiaditos” sin que eso lleve a ningún cambio en lo real. Así somos, estamos, o al menos parecemos, y con esto volvemos a la filosofía.
Pero éste no es un suplemento de filosofía. ¡Somos humoristas! A veces no podemos evitar la discusión de ideas, eso sí, porque no somos como otros que son unos maestros a la hora de eludir, evadir o postergar cualquier debate con un mínimo contenido, o, si no hay otro remedio, contar con un teleprompter que nos proteja de pensar.
Somos humoristas, no nos queda otro remedio que pensar. Nos guste o no nos guste. A usted, lector, y a mi analista, no les voy a mentir: ¡Nos gusta!
Pero este suplemento trata de comida. De mucha comida. De muchiiisima comida. De comida en la tele, de comida en la web, de comida en la comida. De concursos... de comida. Que están de moda, quizá para enseñarnos a comer cosas “lindas” más que ricas. O, si soy un poco mal pensado, a enseñarnos a digerir cualquier verdura y pensar que nos estamos alimentando.
Ya veremos.
Hasta el sábado, lector.
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