Sábado, 21 de noviembre de 2015 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Un poco asustado, enojado, indinado, estupefacto, iracundo, irónico, cínico, sadomasoquista, histérico, fóbico, obsesivo, bipolar, alérgico, insomne, enérgico, conmocionado, despistado, concentradísimo, reprimido, neurótico, fanático, goloso, deportivo, excitado? A todos estos estados les agregamos la opción “/a” correspondiente al género femenino, y la “e”, la “i” y la “u” correspondientes a las diversas vocales, para no discriminar,
¿No lo sabe? ¡¿Pero como que no lo sabe!? ¡Mire que le acabamos de dar un montonazo de opciones, eh! Mire que le propusimos elegir entre una cantidad estrepitosa de maneras de estar. Mire que ya sabemos que las encuestas dicen cualquier cosa, pero esto es entre usted y nosotros. Usted, nuestro lector, y nosotros, su suplemento.
Desde hace 28 años que nos acompañamos todos los fines de semana, y en este momento, más que nunca
¿Por qué más que nunca? Bueno, lector, en principío porque así lo sentimos. Nos pareció, nos parece, que en estos días está bueno “pensar con otros”, para tratar de entender “qué es esto”, “de qué se trata”.
Hay cosas que no vamos a decir porque estamos en veda, pero que usted de todas maneras las sabe. Hay otras cosas que no vamos a decir porque somos humoristas y no analistas, politólogos, antropólogos ni astrólogos, o sea que no sabemos lo que ellos quizá tampoco sepan. No es nuestro trabajo saberlo, sino preguntarnos. El de ellos, seguramente también, aunque las preguntas que se hagan sean otras.
A mediados de la década del 90, un ministro de Economía mandó a los cientificos a lavar los platos. Seguramente se trataba de platos importados, jabón importado y cientificos nacionales.
Hoy muchos científicos se dedican a lo que mejor saben, que no es, precisamente, lavar los platos. Parece que eso molesta. Parecería que una parte del país reclama: “¡Nuestros platos están sucios, y no tenemos a ningún cientifico que venga a lavarlos! ¡Yo quiero que un matemático me lave las cucharitas! ¡Yo quiero que un lingüista les quite las manchas de grasa a mis fuentes! ¡Tengo una importante grasitud en la cacerola, necesitaría que vinieran por lo menos dos fisicos nucleares a resolverme el tema!”
Es obvio, lector, no se puede satisfacer a todos y a todas a la vez, siempre va a haber alguien que va a decir “¡Mucha inclusión, mucha inclusión, pero mi equipo de futbol sigue en la B...! ¿Acaso no tenemos derecho a ascender socialmente y a ser campeones, como todo el mundo?”
Y así estamos, lector, con los científicos que se dedican a sus actividades específicas, y quienes extrañan los días en los que los veían en la cocina, con el delantal puesto, y las manos enguantadas sumergidas en detergente. “¿Para qué vamos a investigar nosotros –se preguntarán– si ya hay gente afuera que invesitiga, y después nos vende los resultados? Nos sale un poco caro... pero nos podemos dar ese gusto, y además, se compensa con tener los platos cientificamente lavados, por una persona que se preparó durante años... para otra cosa.”
¿Será así? ¿Será así la realidad nacional? ¿Será –me pregunto– que estamos discutiendo acerca de si vamos a trabajar de eso “para lo que nos estuvimos preparando años”, o bien nos vamos a dedicar a lavarles los platos a quienes nos lo demanden?
¿Será ésa la disyuntiva de mañana?
No lo sabemos, lector, porque no sabemos lo que va a pasar. Ya lo sabe usted, apenas si nos bancamos el presente, no nos pida que adivinemos el futuro, y menos todavía cuando estamos en veda electoral.
¿Y si la ciencia no tiene nada que ver con esto? ¿Y si se trata del sexo? ¿Qué nos dice usted, lector? ¿Puede ser que todo esto sea una elección sexual? Freud diría que... bueno, ¡Freud diría que siempre hay algo sexual! Pero tratemos de ser estrictos. No en lo sexual, por favor, sino en lo que estamos tratando de discernir.
Generalmente uno vota y no piensa que haya nada sexual en juego, más allá de los remanidos chistes de “meterla en la urna”, chistes que eran viejos antes de nacer, digámoslo.
¿Qué tiene que ver el sexo en todo esto? Nos preguntará usted, y antes de que se ponga en duda nuestras capacidades neuronales (que no es que tampoco sean maravillosas, pero hacemos lo posible) le recordamos que hace pocos días “salió a la palestra” uno de los más que probables asesores de uno de los candidatos a decir que “los pobres deberían casarse vírgenes”.
Sí, lector, no es un chiste, no es un equívoco trasnochado luego de una noche de excesos... es eso que es... y quien lo dijo, quizá próximamente maneje un importante presupuesto estatal para implementar sus políticas mesozoicas.
Para no hablar, porque no vamos a hablar, de la devaluación.
En resumen, quizás el proyecto sea que los pobres se casen vírgenes y tengan hijos cientificos que laven muy bien los platos.
Y que la gente, devaluada, vaya y los vote.
No sabemos, lector, no sabemos si es eso lo que se elige mañana.
Sí sabemos que no podemos ser neutrones, ni neutrinos, ni neutrales. Que algo vamos a elegir. Y usted, también.
De esto se trata este suplemento.
Hasta la semana que viene, lector.
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