Sábado, 23 de abril de 2016 | Hoy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Festejando la “revolución de la alegría”? ¿Vio que es taaaan exitosa, que a los brasileños les gustó, y la quieren ahí también? ¡Y mire que ellos de alegría saben ¿eh!? ¡Pero les gustó tanto nuestra alegría, que no pueden esperar que Dilma Rousseff, la presidenta que ellos mismos eligieron hace poco más de un año, termine su mandato en paz, y luego, sí, elegir a un candidato que les alegre el mandado con globos amarillos y “O globos” (¡uy, qué coincidencia!)
No, ellos están tan apurados por tener una alegría como la nuestra, tan ansiosos de sentir lo mismo que nosotros, que están acelerando el trámite. Acusaron a su presidenta de corrupción. O de corrosión, o de corrección, o de ser mujer como Cristina, o de...
No haber salido campeones del mundo durante su mandato (mundial 2014)
Que Messi es argentino
Haber tenido una política económica neoliberal
No haber tenido una política económica neoliberal
No tener los ojos celestes y los globos amarillos como Mauricio
De llamarse Dilma, nombre que lleva a la confusión de muchos, que tienden a decir “Vilma” porque de chiquitos veían Los Picapiedras
De que su apellido “Rousseff” les suena demasiado a Rousseau, como el de la Revolución Francesa, y acá la única revolución que vale es “la de la alegría”
De que al tener dos “s” y dos “f” seguidas en su apellido está desperdiciando recursos, ya que ella puede darse el lujo de tener dos letras, y hay gente que no tiene ninguna
Que protestó cuando se enteró de que los EE.UU. la estaban espiando, sin entender que en la División Internacional del Trabajo a los EE.UU. les tocó espiar a todos
De no ser Lula
De ser del mismo partido que Lula
De que si no la echan a ella ahora, capaz que después viene Lula de nuevo
De que su partido propicia una ‘política distributiva (en realidad lo que critican es que sea distributiva entre los pobres, si fuera entre los ricos, no pasa naranja)
De no distinguir entre la gente normal y los pobres, como nuestra benemérita vicemauricia
De ser amiga de CFK y no de MM
De no haber nombrado al rabino Bergman como ministro de Medio Ambiente
De no tener cuentas en Panamá, como corresponde a alguien de su categoría
De nada
Con todas esas causas en su contra, es casi obvio que los días de Dilma en el gobierno están contados, y no son muchos. Porque los brasileños tienen el mismo derecho que nosotros a la alegría.
Tienen derecho a tener un gobierno que sea equitativo, y les dé mucho a los que ya tienen, y les quite a los que no tienen nada, porque si no tienen nada es porque no lo necesitan.
Tienen derecho a un gobierno que concentre los medios de comunicación, para que en todos los canales, diarios y radios digan lo mismo, de manera de evitarles la trabajosa decisión de elegir a quién escuchar, y puedan dedicar su tiempo a la alegría.
Tienen derecho a un gobierno que los despida, es muy triste irse de un lugar sin que nadie te diga “Chau, adiós, arrivederci, va embora, guei gesunterheit (viajá con salud, en idish), au revoir, das vidaña (hasta mañana, en ruso), good bye o lo que sea, pero que te despidan.
Tienen derecho a ganar mucho menos dinero que antes, así se libran de comprar medicamentos que solamente sirven cuando uno está enfermo, y comen menos, lo que contribuye a estar mejor físicamente.
Tienen derecho a no tener que hacerse cargo de los demás, pagando impuestos y respetando leyes sociales que los obliguen a desprenderse de lo que tanto esfuerzo les costó ganar, heredar, afanar, rapiñar o como sea, pero ahora es de ellos y basta.
Tienen derecho a consumir lo que les digan que hay que consumir esos mismos medios que ahora les dicen que Dilma es mala y corrupta, y que los Reyes Magos existen y son Las Multinacionales, los Holdouts y los Bancos.
Tienen derecho a tener derecha.
Una cosa rara, lector. En estos días en los que los brasileños festejan que la alegría está por comenzar, y los argentinos festejamos que “y ya lo ve, y ya lo ve, somos deudores otra vez” (siempre lo fuimos, pero ahora mucho más), se celebra también el Peisaj (o Pesaj), llamada también Pascua judía, que recuerda el Exodo de Egipto hacia la libertad, que implicó 40 años de caminata en el desierto.
A ver... en Egipto había esclavitud, plagas, muchos dioses, comida para quien pudiera pagarla, pirámides para construirle al faraón... ¡había alegría! ¿por qué irse? ¡Inexplicable! En fin, lector, parece que los pueblos antiguos hacían esas cosas... hay que entenderlo, eran otros tiempos.
Hasta el próximo sábado, lector.
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