› Por Rudy
Hola lector, ¿Cómo está? ¿Cómo le va? ¿Cómo anda? Disculpe tantas preguntas, pero es que estamos preocupados. Por nosotros y por usted. Porque usted forma parte de ese “nosotros” tan difícil de reconocer en estos días de “alegría global” (por los globos).
Vemos, por ejemplo que en Brasil “no pueden mas de la alegría, tanto que los lleva a suspender a la mismísima presidenta. Parece que no la necesitan, que con la alegría les alcanza. Y si no les alcanzare, la mano invisible del mercado, les va a proveer mas alegría, importada, quizás de nuestro propio país, como alguna vez mencionamos
En los EE.UU. tampoco hay tristeza. Por eso, uno de los dos candidatos va a ser un hombre decididamente alegre, con nombre de pato ( bueno, el más famoso con ese nombre, es un pato, que tiene un “tío Rico”). El candidato, en cambio, supo condensar los dos personajes, y se llama como el pato, y es rico como el tío.
Pero volviendo a nuestra propia tierra. la alegría nos circunda.
¿¡Cómo no va a estar contento, lector? Mire:
- ¡Pagamos el gas mas caro que Chile, y eso que ellos lo importan!
- La nafta está más cara que en EE.UU. ¡¿que se creen estos yanquis, que nos iban a ganar en eso?! De ninguna manera. ¡Todos los que quieren nafta cara, que se vengan para acá. Y los que les parezca demasiado cara, “usen la Subtrenmetrocleta, como dijo Larreta “(¡qué rima barata, perdonen).
* Y también aumentaron los alimentos, los alquileres, los remedios, las cuotas. Muchoo más que en otros países. Y para compensar, para ser realmente competitivos, los salarios... no . O mucho menos.
¡No estamos mas aislados del mundo!
Lector, ¿pregunta cómo me va a mí? ¡Gracias por preguntar! ¡Qué bien educados, educadas y educades que son nuestros lectodeudores! ¿Será que son de otra época, de otro tiempo, en el que la gente hablaba y respondía en una misma conversación? Porque claro, ahora, uno está charlando con alguien en forma “presencial” (horrible eufemismo para decir “en persona” ¿será que no somos mas personas?), mientras con una mano, habla por teléfono ( de línea), con otra , por celular: con otra, chatea por mésenyer; con otra, faisbukea, con otra e-mailea; con otra feisboukea, y con otra más, tuitea. Si usted tiene menos de siete manos y de 8 oidos independientes, no califica para comunicar.
Pero hubo un tiempo que, no sabemos si fue hermoso y fui libre de verdad, pero al menos, fue distinto. En vez de “talleres de entusiasmo” había escuela. Y universidad. Básicamente pública...
Antes el estado le daba importancia a la educación ¡hasta invertían plata! ¡en serio!
¡No me lo puede creer! Parece que en otro tiempo al gobierno le parecía mejor que estudiemos, que sepamos, que nos formemos. Bueno, hay que entenderlos, y eventualmente disculparlos. ¡No había llegado la revolución de la alegría!
Ahora estamos en una meritocracia. ¡No, no Mauritocracia sino, Meritocracia! O sea, el Gobierno de los meros.
Para ser mero no hace falta “saber”, alcanza con “tener”.
Los meros, merecen. Según explican, en algún “taller de sentido común”: “El que tiene, por algo tiene lo que tiene, y si ya tiene, no hace falta que estudie para saber por que tiene lo que tiene, si igual ya lo tiene. Y el que no tiene, tampoco hace falta que estudie para saber por qué no tiene lo que no tiene, porque aunque se entere, igual va a seguir sin tenerlo.” Así de simple. Así de mero.
Si, tal como dicen, queremos un país agropecuario entonces, ¿para qué queremos tantas universidades? ¿Para que estudien las vacas, para que estudie la rúcula, las endivias, la soja? ¿Cuál es la idea de que las vacas estudien así las vendemos más caras a Europa? “Esta vaca tiene buen lomo, pero además te cobro un 10 por ciento de recargo por el título universitario, es muuuu intelgente”.
Y acá, “la gente” dirá orgullosa: “A la vaca no la vendimos afuera, se fue a hacer un ‘posgrado en gastronomía’”.
En la revolución de la alegría, hay que reconocer los gustos de “la gente”:
- champán de alta gama sin impuestos;
- comprar dólares aunque no tengamos un peso;
- y sobre todo, ¡no saber por que pasan las cosas que pasan!
Por eso en los 70, “la gente” decía “algo habrá hecho, en algo andará, por algo será”. ¡Y no se preocuparon en saber que cosa era ese algo! No importa. Se trataba de “ignorantes aspiracionales”.
Que gracias a ese no saber, podían viajar a Miami.
Y esto tiene historia. Es casi fundacional de nuestro país.
El 25 de mayo, de 1810, va a ser “la revolución de mayo de la alegría” en los nuevos textos. La gente fue a protestar porque se ve que los españoles no les dejaban exportar mazamorra, ni comprar dólares. Fueron a exigirle al virrey que levante el cepo al maravedi.
Y la consigna fue “la gente quiere saber de que se trata” (aunque cierta grasa militante quiera confundir a los alegres diciendo que en realidad fue “el pueblo” y que no repartían globos amarillos, sino cintas celestes y blancas).
Es cierto, querían “saber”, ¡pero lo único que querían saber era “de qué se trata”!, nos explican entusiasmados, mientras nos dan un segundo globo amarillo, para conmemorar (este globo va con cargo, pero se puede pagar con tarjeta).
Por eso ahora, Mauricio y Vicemauricia, que captan el pulso, o al menos el 51 por ciento del pulso de la gente, nos cuentan “de qué se trata”. Se trata de pagar, de sincerar, de echar. De offshorear.
En la meritocracia, la mera educación es entusiasmarse. Es gritar: “¡Viva la vaca, abajo la yegua!”. Es recortar el presupuesto de las universidades, para que vuelva el oscurantismo, ya que no van a poder pagar las boletas de luz. ¿Como se va a financiar a los ñoquis que van a la facultad a militar, usando la plata de nuestros queridos buitres?”.
¡En los 70 la cosa era “liberación o dependencia”, ahora es “educación o alegría!
Hasta la semana que viene, lector.
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