¿Qué nos pasa, lector, qué nos pasaaaa?, ¡qué nos sucede, lector, que últimamente, ya nos miramos, indiferentes, y todo aquello, que hasta ayer, nos quemaba, hoy, el hastío, ya le dio, sabor a nada dime!. No, no es la canción que hizo famosa el cantautor y luego gobernador tucumano. Tampoco es un pájaro, un avión ni una locomotora, ni Superman, ni Tsúperman, ni Telerman. Ni el hombre nuclear, ni el súper Ratón, ni el Ogro, ni el Agro.

Es el clima, lector, es la naturaleza, es el desastre natural, aunque de verdad cueste creer que uno piense en un desastre como algo natural, ¿no? Pero bueno, se ve que, como dice la canción, hoy la rutina ya le dio sabor a nada.

¿De qué hablamos cuando hablamos de catástrofes? Bueno, hablamos de incendios, de ciclones, de volcanes que creíamos jubilados, retirados o desocupados y, de pronto, entran a eruptar sin considerar si tal cosa es políticamente correcta, o bien es algo totalmente reñido con la moral y las buenas costumbres.

Catástrofes, lector, catástrofes... plagas, inesperadas circunstancias climáticas, coyunturas inéditas, extrañas dimensiones meteorológicas, avatares térmicos, eventos atmosféricos, situaciones climatológicas, accidentes territoriales, erratas de la naturaleza, hechos geográficamente incorrectos, procesos territorialmente equívocos, flatulencias vulcánicas, escatología continental, y así podríamos seguir con delirantes maneras de llamar a estos hechos.

Cambiemos, lector, cambiemos, vivamos naturalmente, tomemos agua, usemos energía solar, comamos rúcula y sonriámosle a la vida, y todo cambiará, yo tengo fe que todo cambiará, que es mucho más lindo que tener sabor a nada, aunque la cante el mismo.

¡Y nosotros hacemos chistes!

Si no hay humo ni cenizas que nos tapen la visual, nos vemos la semana que viene, lector.