Sábado, 4 de diciembre de 2010 | Hoy
Por Rudy
¿A usted le parece, lector, que ésta es manera de terminar el año? Mire que ha sido un año movidito, ¡eh! Hubo de todo, alegría, festejos, tristezas, censos, denuncias, amores, odios, movidas políticas y económicas, bodas, divorcios, apocalipsis que no fueron tales, crisis donde nadie se las esperaba, milagros y orgalims (o sea, milagros al revés). Tuvimos un pulpo que adivinaba como nadie quién iba a ganar los partidos del Mundial, sorpresas como las de Uruguay o, en el otro sentido, la de Francia, secretos, mentiras, verdades, alianzas y desalianzas.
No nos faltaba nada.... Bueno, bueno, creíamos que no nos faltaba nada, pero ¡en eso llegó Wikileaks!, ¡y se acabó la discreción, dijo Wikileaks, y mandó parar!
Sí, de pronto, se supo todo, lo que es cierto y lo que no, lo que podría ser, lo que nunca fue, lo que los autoridades estadounidenses nunca quisieron que sepamos, lo que nunca quisieron saber ellos, lo que los hace quedar muy mal, lo que los hace quedar peor, lo que los hace sospechosos, lo que los hace sospechar, lo que transforma a figuras mundiales en trasnochados personajes de varieté, lo que sí, lo que no, lo que quizá, lo que tal vez, lo que por las buenas, lo que por las malas, lo que por las dudas. Tooooodo.
¿De qué estamos hablando?, ¡de qué hablamos cuando hablamos de Wikileaks? Pues de una página de Internet en la que se revela todo, pero todo todo, lo que usted siempre quiso saber sobre la diplomacia norteamericana, pero nunca se atrevió a preguntar.
Allí nos podemos enterar de lo que piensan de nosotros, de lo que piensan de ellos, de lo que no piensan, de lo que nunca dirían, de lo que dicen con la idea de que pensemos otra cosa, de los globos de ensayo, de los “ensayo y error”, de lo que sospechan respecto de la salud mental de todo aquel que se atreve enfrentarlos, de los problemas de salud mental de los que se atreven a aliarse con ellos. Doscientos cincuenta mil –vea qué numerito– documentos secretos, que no son más secretos. ¡¿Me creería si le digo que no es bueno para los EE.UU.?!, se preguntaría un absorto Maxwell Smart, el Superagente 86. ¡¡¡Santos papelones, Batman!!!, se exaltaría un extasiado Robin, el Joven Maravilla.
El papelón fue mayúsculo, lector, y se suma a la larga lista, pero bueno, como es el de ahora, el de este momento, el que está en todas las tapas y primeras planas, nosotros no podemos ser menos, y optamos por tratarlo a nuestra manera, en chiste. Es que, si no lo hacíamos, seguramente el servicio secreto norteamericano se iba a preguntar por nuestra salud mental.
Hasta la semana que viene, lector.
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