Sábado, 26 de mayo de 2012 | Hoy
Por Rudy
¿Se acuerda, lector, cuántas veces, cuántos sábados, empezamos esta misma columna diciendo “éste es uno de los tantos suplementos que preferíamos no hacer pero no nos queda otro remedio”? Bueno, lector, ¡esta semana es absolutamente al revés! Estamos muy contentos de poder hacer este suplemento, de que el diario al que acompañamos sábado a sábado haya llegado a su cumpleaños número 25, sus bodas de plata, sus 25 abriles, mayos, junios, etc., ¡y nosotros con él!
Algunos de los que hacemos SátiraI12 estamos desde los mismos comienzos del diario, somos “históricos”, o quizá, más aún, “prehistóricos”, ya que comenzamos a habitar esta redacción desde antes de que el diario estuviera en las calle, desde aquellos míticos “Números cero”, en donde todo era ilusión y misterio, cuando todavía no lo conocíamos a usted, lector, no sabíamos si se iba a acercar a nosotros, si le podríamos llegar a preguntar “¿estudiás o trabajás?”.
Algunos, entonces, estamos desde el inicio mismo, la Génesis... otros, desde “casi” el comienzo, otros, desde “casi casi”.
En mayo de 1987 no había Internet, lector, ni computadoras (bueno, algunas había, pero eran unos bichos raros que no se usaban cotidianamente como ahora). El diario se diseñaba a mano y se escribía a máquina. Entrar a la redacción de Página/12 era una verdadera prueba de fuego: de pronto, el repiquetear de las teclas nos hacía sentir en una extraña mezcla de Bosnia y un bar de la calle Corrientes. Todos teníamos –qué duda cabe– 25 años menos.
En 1987 las Cortinas eran de Hierro, Rusia era la URSS, los argentinos nos acostumbrábamos a decir “glasnost” y “perestroika” como quien dice “pochoclo” o “combo”. Alemania era doble, mitad comunista, mitad no, y el euro no existía. En España el socialismo europeo era más europeo que socialista, y nos enseñaba que la izquierda puede entrar en la OTAN y seguir cantando “La Internacional” como quien oye llover.
Saddam era un gran amigo de los EE.UU. que luchaba contra el ayatola. Ronald Reagan todavía no era Bush pero se le parecía demasiado.
Alfonsín era Raúl, y Ubaldini era Saúl. Cavallo había sido funcionario de la dictadura, y el dólar cotizaba en australes. Juan Vital Sorrouille nos anunciaba “planes primavera” que era cuando venían volando los “capitales golondrina”, que una vez ingresados a nuestro país se transformaban en “capitales paloma” y hacían lo suyo sobre nuestras cabecitas.
Chatear era usar la chata, y el celular era una camioneta que usaba la policía para llevarse a la gente a la comisaría. Los teléfonos eran del Estado, y en vez de celular se usaban unos aparatitos que se encontraban dispuestos en la calle, a los que había que introducir una extraña moneda con ranura, que se llamaba “cospel”. Para tomar el subte, que también era del Estado (pero no porque Macri se desligara del tema), también había que usar un cospel, pero era diferente, sin ranuras.
En 1987 muy pocos tenían cable. Había 5 canales de aire y transmitían un ratito, por los cortes de luz. No había subsidios, y todavía nadie había dicho “el que puso pesos recibirá pesos, y el que puso dólares, recibirá dólares”, “estamos condenados al éxito”, “síganme, no los voy a defraudar”, “dicen que soy aburrido”, “se viene el Apocalipsis”, “quiero un país para los que quieren a Videla”, “wifi gratis para todos”, frases que han quedado en nuestra historia, aunque preferiríamos que fueran sólo un mal chiste. El salariazo y la revolución productiva tampoco estaban, en 1987.
No había matrimonio igualitario, ni identidad de género, ni ley de medios (había una, pero espantosa), ni muerte digna. Apenas un año antes se había aprobado el divorcio vincular, a pesar de la férrea oposición de ¿adivinen quién?, sí, de la Iglesia, que vio venir consecuencias tan terroríficas que ni Carrió se animaría a describir, si se aprobaba. Parece que la pifiaron.
En 1987 todo el mundo era o parecía más ingenuo. La democracia argentina tenía sólo 4 años, y ya la habían asustado con “el hombre de la cara pintada” que se hizo llamar a sí mismo “Dignidator”, mientras todos se preguntaban si lo suyo era Modin o rebelión. En ese mismo año el general Alais batió el record al tardar más de 4 días en llegar a Campo de Mayo. Como dice el querido mago René Lavand: “No se puede hacer más lento”.
Lo que hemos recorrido, lector, en ese día a día a través de las páginas de este diario, lo que hemos compartido, lo que nos hemos reído, llorado, emocionado, ilusionado, desilusionado, ya lo sabemos, ¿verdad, lector?
Por eso, hoy con todo orgullo, seguimos compartiendo el festejo por los primeros 25 años de Página/12, por todo lo que hemos atravesado y, esperamos, sigamos atravesando juntos: nuestra historia, nuestra cultura, nuestras ideas y –¡claro!– nuestros chistes.
¡Salud, lector, hasta el sábado!
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