Sábado, 2 de marzo de 2013 | Hoy
Por Rudy
¡Lector, lector, hace más de 500 años que estábamos esperando esto! Teníamos un suplemento buenísimo, lleno de chistes súper agudos, chistes sobre las causas, motivos, razones y circunstancias (como diría el Prof. Jirafales), notas humorísticas escritas por las mejores plumas (y sí que eran plumas) de la Italia prerrenacentista, ¡caricaturas de Michelangelo, Leonardo, Rafaello, Donatello, ¡¡incluso del maestro Splinter!!
Teníamos una nota de humor escrita por el Dante, otra de Petrarca, otra de Boccaccio (aunque ésa era un poco subidita de tono, y no sabíamos si la Inquisición nos iba a permitir publicarla). ¡Y recién ahora podemos, finalmente, ¿gracias a Dios?, publicar el suplemento sobre la renuncia del Papa!
Sí, querido lector, querida lectora, querido lectorcito y lectorcita, queridos todas y todos, y todes, urbi et orbi, ecuménicos y ecuménicas, apóstoles, apóstatas y apostadores: ¡hace 598 años que no renunciaba un papa! ¡Creer o reventar!
¿Se imagina cómo deberían estar las agencias de apuestas? “Apuesto que el próximo que renuncia es Gregorio XV”, “yo voy a Pío III”, “yo le pongo unos porotos a Juan XIV”, “yo voy a Mohamed V.” “¡Saquen a ese hereje de ahí!”
El último papa en renunciar, hasta ahora, había sido Gregorio XII, allá por 1415. Eran tiempos difíciles. Venían de un cisma, que es como un sismo, pero femenino, en el que la Iglesia se divide en dos, o peor, se parte en cuatro. Venían de varios años en los que el Papa no estaba en Roma sino en Aviñón, quizá cantando “Sobre el puente de Aviñón, todos rezan, todos rezan, en el puente de Aviñón, todos rezan y yo también/ Votan asíííí, así los cardenales,/votan asííííí, así me gusta a mí”.
Europa pasaba en esos años de la Edad Media por terribles peleas territoriales, no como ahora, que Alemania presta y los demás deben, y ya está. Y por si esto fuera poco, podía pasar que hubiera más de un papa... al mismo tiempo.
¡Sí, había papa, antipapas, recontrapapas, hasta tortilla de papas, podía haber! Los franceses querían un papa francés; los italianos, uno italiano, y los españoles pedían que al menos fuera católico, que no siempre, y varón, que parece que tampoco (una película de los ’80 La papisa Juana, con Liv Ullman, nos cuenta algo de eso).
A principios del siglo XV, Roma nombra papa al veneciano Angelo Correr, llamado desde entonces Gregorio XII, y al mismo tiempo el español Pedro Martínez de Luna fue nominado Benedicto XIII, era español, no alemán, y no se parecía a ningún personaje de la guerra de las galaxias.
Se reúne en esos tiempos el Concilio de Pisa, para ver si podían inclinar, no la torre, sino la Iglesia, hacia algún lado: ¡eligen otro papa más, Alejandro V!
Finalmente todos los papas y antipapas renuncian o mueren (fea opción) y en 1417 Martín V (que no fue luego conocido como “el titán”) asume y todo vuelve a la inefabilidad, y la primera persona del plural para hablar de sí mismo.
Además de Gregorio XII, Celestino V (por razones de salud, no de planes de economía), Benedicto IX y Juan XVIII también renunciaron, en su momento. O sea que lo del actual Papa es llamativo, pero no original.
De todas maneras la Iglesia no tenía previsto que pasara algo así. Por ejemplo, no les hacen a los papas “descuentos jubilatorios” previendo que alguna vez dejen de trabajar como tales y sigan vivos. Es inimaginable una manifestación de cardenales exigiendo el 82 por ciento móvil (o papamóvil).
Revisando un poco la historia, vemos que hubo, contando al actual, 265 papas. ¡Guau!, y que la mayoría de los primeros eran, o fueron, santificados. De hecho, de los 49 primeros papas, sólo uno, Liberio (papa desde 352 a 366), no fue santo. Vaya uno a saber en qué andaba, ¿no? Después, empezó a haber menos casos, quizá cambiaron los requerimientos, se volvieron más exigentes, armaron una especie de “veraz” más fino, ¡vaya uno a saber qué pasó!
También podemos ver que hay nombres como Juan, que encabeza la lista de papas con 23 (y son 25 si le sumamos los dos Juan Pablo); Gregorio y Benedicto tienen 16 cada uno; Clemente tiene 14; Inocencio y León tienen 13; Pío tiene 12. Del otro lado, están nombres más populares como Julio, con sólo 3 papas; Marcelo tiene sólo 2; Pascual también tiene solamente 2; Nicolás, 3. A la hora de ponerse nombres, los papas abarcan gran parte del abanico posible, eligiendo a veces nombres que los podrían llevar a situaciones algo confusas. “Soy el papa Gregorio.” “Sí, pero cuál, ¿el XI, el XII, el X?”, o inequívocas pero particulares: “¡¿En serio se llama usted Adeodato? ¡Nunca había escuchado ese nombre!”.
¿Cómo se llamará el nuevo papa? No lo sabemos. Nos imaginamos a los fieles rezando para que se llame “Juan Román I” y haga el milagro. Algunos dirían que “Diego Armando” o “Lionel” es el nombre adecuado. La mayoría simplemente estamos a la expectativa, más allá del nombre, del rumbo que le dé, o intente darle, a la Iglesia, en la que creen millones de personas en todo el mundo.
Y mientras tanto nosotros, desde aquí, en un rincón de la Argentina, sólo les decimos “Habemus chistes”.
Hasta la semana que viene, lector.
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