Sábado, 22 de junio de 2013 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Cómo anda esa vida? ¿Qué tal este nuevo sábado a la mañana (o a la tarde, usted sabrá), lleno de aventuras, emociones, sorpresas, intrigas, o simplemente tostaditas con queso y mermelada light?
¿Está usted celebrando el “fin de semana largo del Día de la Bandera”? ¿Y cómo lo está celebrando? ¿Brindando por Belgrano? ¿Recitando algún viejo poema alusivo de Germán Berdiales (en la primaria, si mal no recuerdo, nos lo enseñaban), en el que uno le promete a la bandera y a la patria cosas cuyo sentido no entiende demasiado al ser niño, y no recuerda para nada una vez que creció?
¿O está cantando usted, a viva voz, la marcha Aurora? Sí, seguro que se la acuerda. Vamos, lector, que usted y yo la cantamos en los actos patrios junto a todos nuestros compañeritos y compañeritas de militancia escolar, mientras esperábamos que el discurso de la directora fuera corto y no demasiado esdrújulo, así llegaba el momento en el que, merced a la maravillosa gestión de la Cooperadora, nos regalaban ese delicioso alfajor con dulce de leche.
Le voy a confesar algo, lector. Había versos de Aurora que nunca terminé de entender. Como ése del “áureo rostrimita”. Yo siempre creí que los rostrimitas eran seres aúreos, provenientes de otro planeta, que venían armados con puntas de flechas. Jamás, por esas cosas del escandido cántico, supuse que en realidad era “rostro imita”. Créame, jamás lo imaginé.
Tampoco entendía por qué si las dos alas de “azulunala” eran, efectivamente, azules, una lo era, pero del color del cielo, y la otra, también azul, era del color del mar. Siempre creí que las dos alas eran del mismo tono de azul. Me daba miedo, en la infancia, que si yo decía esto, me tomaran por daltónico o por poco patriota.
Bueno, de chico había muchas cosas que yo no entendía. Pero ahora crecí, y las cosas que no entiendo son muchas más.
Por ejemplo, la Corte falló contra la constitucionalidad de la ley que el Congreso legisló luego de que el Poder Ejecutivo propusiera, en la que se elegía el Consejo de la Magistratura.
Mucha gente usa las iniciales CM para el consejo, pero yo no voy a hacer tal cosa, dado que son las iniciales de un ex presidente que justamente estos mismos días fue juzgado y condenado a prisión, que seguramente cumplirá cuando cumpla los 115 años. Por suerte, las penas no son hereditarias, si no, les dejaría un problema a sus bisnietos. Aclaramos que la condena no tuvo que ver con los indultos, ni con la convertibilidad, ni con la recesión, por si algún lector no lo sabía.
Volvamos entonces al fallo. Parece que la Constitución no dejó muy clarito cómo había que elegir al Consejo, y entonces seis de los siete jueces se atuvieron “al pie de la letra”, o sea, “si la Constitución no dice cómo hay que elegirlo, nosotros no somos quiénes para decidir cómo hacerlo, ya que estaríamos pasando por encima de la Constitución... cosa que no haríamos jamás de los jamases”.
Y solamente uno de los jueces atinó a decir que “si la Constitución no especifica cómo, son justamente ellos, los jueces (y el Congreso, y el Ejecutivo), quienes deben hacerlo, porque eso es lo que estaría sugiriendo la Constitución”. Al parecer, mientras él decía eso, sus camaradas estaban mirando otro canal.
Pero hete aquí que, sorprendentemente, maravillosamente, judicialmente, un abogado, quizá dándose cuenta de que sus colegas no habían resuelto el tema adecuadamente, que no le habían dado marco y normativa a la situación, vino en su ayuda. Y fue claro, explícito y terminante en establecer la forma adecuadísima de elegir a los consejeros: “¡Que se metan las listas en el culo!”, dijo.
Gracias, enormemente gracias, espléndidamente gracias, infinitamente gracias, doctor, por este servicio que le está brindando a la patria en general, y a la Justicia en particular. Ahora ya sabemos cómo hay que hacer para elegir consejeros. Y si lo dice una alta autoridad del Colegio de Abogados, es obvio que el sistema propuesto va a ser mucho más justo que el que propone, por ejemplo, el Congreso de la Nación, ya que uno representa a los que saben de leyes, y a los otros los elige cualquier neófito. Yo, usted, el lechero, el cartonero, todos votamos a los diputados y senadores, ¿qué sabemos de leyes?
Lo único, y por favor no lo tome como una crítica, es que se quedó corto. Porque cuando dijo “que se metan las listas en el culo”, no especificó el protocolo. Vale decir cuándo, quiénes y en el de quiénes había que meter las listas.
Y quizá vaya más allá y proponga que ése sea “el método de votar” de aquí en más. Espero que no. O que si lo hace, millones de argentinos pongamos la boleta donde sí corresponde hacerlo, para decirle que no.
Mientras tanto, hablando de fútbol, termina el Torneo Final. Y recién en agosto empieza el Inicial. Vamos a estar un mes y medio llenos de política, sexo, economía, cine, filosofía, mate, sorteos, y todo lo que uno hace cuando no hay partido. Vamos a tener que hablar, lector.
Una propuesta para ese mes y medio sin fútbol es leer un suplemento de chistes sobre el tema. Ahí va.
Hasta la semana que viene, lector.
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