Sábado, 21 de junio de 2014 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? Espero que bien, que esté usted contento por el triunfo frente a Bosnia. Y no sé a qué hora del sábado lee usted este suplemento, pero si es a la hora del desayuno, entonces nos lo imaginamos esperando que la Selección haga valer la camiseta, la historia, la geografía, la naturaleza, la magia, la fe y la filosofía de nuestro fútbol en sus mejores momentos. Que las luces se enciendan e iluminen a nuestros astros estrellas y demás protagonistas de nuestro firmamento, para que el mundo entero nos admire. O al menos para que podamos gritar unos cuantos goles, entre mate y mate, medialuna y medialuna, o lo que guste.
Porque, eso dicen, cuando llega el Mundial no pasa nada más. ¡Puede abdicar el rey, y puede subir otro rey! En España todos van a estar lamentando, no la real abdicación sino la tremenda decepción provocada por la derrota, no ya frente a Napoleón sino frente a Chile (y antes frente a Holanda), con la consecuente vuelta a España de los que habían partido rumbo a Brasil.
Y no se trataba de indignados que emigraban buscando un futuro mejor, sino de seleccionados buscando reeditar, cuatro años después, la gloria conseguida en aquel lejanísimo 2010, en Sudáfrica. Allí habían conseguido ser los mejores del mundo, y con ellos, tal vez y sólo tal vez, olvidar por un momento que se estaban cumpliendo 200 años de otra derrota. En este caso la del Virreinato del Río de la Plata, que estaba dejando de ser español para pasar a ser, precisamente, propiedad de los pueblos latinoamericanos. Como el mismo Chile que les ganó ayer, o Argentina, o Colombia...
Todas las semanas nos pasan cosas: en la casa, la familia, la ciudad, el país y en el mundo. Hasta adentro de la cabeza de uno pasan cosas. Y entonces, como en el tango, “uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias”, o bien siente “angustia de sentirse abandonado y pensar que otro a su lado pronto pronto le hablará de amor”, o las dos cosas. O... simplemente mira el partido.
Por eso, esperamos que usted esté lo más bien, lector. No pretendemos que nos diga: “¿Saben qué? La gente en las calles, parece más buena, todo es diferente gracias al amor”, porque, bueno, tampoco la pavada. Pero sí que usted disfrute de la vida, del momento, de lo que guste.
Y si no es así, tal vez usted nos diga, como en la vieja expresión: “Estoy como la mona”, reflejando malestar. Bueno, es preferible eso a que nos diga usted, ¡por favor, no lo haga!, “estoy como los buitres”. No, lector, no queremos que ése sea su sentir.
Porque, más allá de lo que ocurra en la naturaleza, la imagen que tenemos de los buitres es la de seres que esperan que el otro esté muy mal, vulnerable, indefenso, para aprovecharse de esas debilidades.
Y sabemos que no somos así, lector. Ni nosotros, ni usted, Compartimos ya casi 27 años de risas, sonrisas, carcajadas y silencios cómplices, riéndonos de todo, de todo, pero no de la debilidad, no de la vulnerabilidad, no del dolor. No de los que sufren.
Quizá sí nos reímos de aquellos que causan ese dolor, de los victimarios, de los poderosos, de sus cómplices. Pero no somos, ni queremos ser “humoristas buitre”.
Y usted lo sabe, lector, y lo comparte. Y por eso seguimos juntos, todos estos años, estas semanas.
Y resulta que esta semana, entre partido y partido, o quizá sin distraer un minuto la atención del televisor, en la Corte Suprema de los EE.UU. desestimaron la apelación argentina sobre el pago de la deuda externa.
O sea, les dijeron a los fondos buitre: “Si querés cobrar, cobrá”. Y los fondos, ni lerdos ni perezosos, respondieron: “Bueno, todo bien, pero además queremos que sea en dólares, que nos traigan acá, envueltos como para regalo, y con una tarjetita”.
Sí, quieren una tarjetita en la que les digamos “¡¡Gracias, holdouts!! Gracias por ser como son, gracias por aguantarnos y reclamarnos la plata que les debemos aunque no nos la hayan prestado ustedes. Gracias por ser como son, gracias por esos piquitos de buitre que los hacen tan atractivos, gracias a la vida que les ha dado tanto. Acá les mandamos todo lo que pidieron, y si quieren más, solamente avisen, que nosotros estamos maravillosamente felices de darles todo”.
“¿No será mucho, almirante?” “Faltaba más, coronel”, decía aquella canción llamada, causalmente “Para el pueblo lo que es del pueblo”, tan popular en aquellos ’70. ¿Remember?
¡Les importa mucho con qué les pagamos? No. ¿Les importa mucho si para pagarles no comemos? No. Quizá deberían darse cuenta de que si no comemos no vamos a poder pagarles, por motivos biológicos. Quizás en el fondo sea eso lo que quieren.
Hace ya unos 30 años, Leo Maslíah escribía una marcha sobre la deuda externa del Uruguay. Entre otras cosas decía (cantaba):
“Por carecer de recursos pecuniarios/ la deuda externa en el Uruguay/ se pagará, porque no habrá más remedio/ con el patrimonio cultural// El Uruguay pagará con Felisberto/ con tortas fritas, con yerba de Brasil/ con Peñarol, Nacional y los que rajen/con embarques de sangre juvenil/... El Uruguay pagará la deuda externa/ con el ‘tá, con el bo y el ‘tas ahí/. Y le darán, a manera de recibo,/ una mesa de pool y un lompa Lee”.
¿Premonitorio? ¡O será que los fondos buitre ya estaban entonces, y siguen estando ahora, y son los mismos, y quieren... todo.
¿Argentina pagará con el folklore y el tango?, ¿con las cataratas, Bariloche, los glaciares? ¡Con Messi y Ginóbili? ¿El colectivo pasará a ser un invento de los fondos buitre, al igual que la birome y el dulce de leche? ¿Serán ellos los campeones mundiales del ’78 y el ’86? ¿Será “Mártin Buitre” el nuevo poema “guachesco” que revele las andanzas de un guitarrero? ¿Se quedarán con nuestro humor? ¿Serán de los fondos buitres todos nuestros chistes, textos y personajes?
Creemos que no. La risa es “un bien de familia” y, por lo tanto, inembargable. Lo mismo que todo eso que hace a lo que Maslíah llamó “nuestro patrimonio cultural”.
Seguimos riendo, lector. Con usted. Y esta semana, qué duda cabe, el tema es el Mundial, lector.
Hasta el sábado que viene.
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