Sábado, 30 de mayo de 2015 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Cómo está? ¿Sigue festejando el 25 de Mayo? Estaría muy bien, porque el 25 de Mayo es el día de la libertad, y la libertad es un bien para festejar todos los días, cada vez que uno se despierta, cada vez que uno se va a dormir, cada vez que uno come, mira la tele, juega al go o se conecta al chat, podría gritar “¡Viva la libertad!”. Y antes de que su mujer, su marido, su amigovio, sus hijos, sus vecinos, su psiquiatra o algún eventual pasante lo declare loco, usted podría contagiarles ese goce, esa alegría, ese principio del placer de ser libres.
Y juntos, tomados o no de la mano, salir a la calle a proclamar la buena nueva, ¡somos libres, somos justos, somos soberanos, solidarios o ¿nosotros qué somos?!, cada uno proclama lo que quiera.
Claro, lector, es una sensación maravillosa, usted lo sabe, eso de sentirse libre, poder decidir lo que usted quiera decidir. “El futuro va a ser lo que ustedes quieran que sea”, dijo este lunes nuestra Presidenta ante la plaza multitudinaria, que la escuchó.
Extraña historia la historia argentina. En 1810 era “el pueblo quiere saber de qué se trata”, una frase que finalmente, aunque no lo parezca, terminaba dejando al pueblo afuera de la cosa, de testigo, con –a lo sumo– una pregunta por lo que pasa “en otro lado”. Y de pronto pasamos a “el futuro va a ser lo que ustedes quieran que sea”, o sea, el pueblo de protagonista, decidiendo, poniendo en juego su deseo.
Lector, no estamos hablando de psicoanálisis, aunque pueda parecerlo.
Pero no es la libertad, aunque siempre está presente, el tema de este suplemento. En verdad habíamos pensado en hacer un suplemento contra la violencia.
Pretendíamos hacer un suplemento donde nos pudiéramos burlar de los violentos, de los victimarios, no de las víctimas. De intentar, a través del humor, mostrar cómo la violencia no es otra cosa que una muestra de la impotencia, a veces disfrazada de omnipotencia, finalmente, una muestra de omni-impotencia.
Queríamos decir que la violencia es un ejercicio de poder, que finalmente es un “no poder”. Que es disfrazarse de poderoso para ocultar la propia debilidad. Que es proyectar la vulnerabilidad propia en otra u otras personas, animales, o lo que sea.
Queríamos decir que estamos en contra de la violencia racial, de la violencia de género, de la violencia “justificada”, de la violencia explotadora, de la violencia genocida, de la violencia olvidada, de la violencia oculta, de la violencia que se comete en nombre de la civilización, o de la barbarie.
Estamos en contra de la violencia celosa, la violencia posesiva, la violencia prejuiciosa, la violencia que reduce al otro a ser una cosa, la violencia exhibicionista y la voyeurista.
Decimos que detestamos el “por algo será”, el “algo habrá hecho” o cualquier cosa que lleve a culpar a la víctima por lo que en verdad le hicieron. Queremos decir que nos resulta insoportable la violencia fashion, la violencia “cultural”, la violencia “deportiva”, la violencia disfrazada de humor. ¡Los golpes no son chistes, son agresiones!
Hubiera estado bueno, lector, hacer ese suplemento, y lo vamos a hacer, usted ya sabe que lo vamos a hacer, como ya hicimos, a lo largo de estos 28 años, tantos suplementos sobre temas “difíciles”.
Pero no esta semana, simplemente porque no encontramos, aún, el lenguaje, la manera de poder mostrar lo que queríamos. Ya será.
Nos salía demasiado serio nuestro repudio a la violencia y preferimos simplemente enunciarlo.
¡Cuántos matices, cuántas formas diferentes existen de hacerle daño al prójimo!, ¿verdad lector?
También está la violencia disfrazada. A veces una noticia, o la manera de contarla, es violencia. Solapada, sutil, oculta, que quizá no duele en el momento, pero es violencia al fin. Porque ata, porque impide, porque intenta forzarnos a pensar “como el agresor”, mostrado como “portavoz del sentido común”.
Y entonces uno pierde las referencias. ¿No es eso violencia, lector? Porque..., se supone, uno tiene que tener de dónde agarrarse, para ir más o menos enterito por la vida. Quiero decir, si uno mira un programa de humor, espera al menos sonreír, o si tiene suerte, reír a carcajadas, o reflexionar. No espera, en cambio, asustarse, tener miedo. Si uno ve un teleteatro, espera encontrarse con una historia, que quizá lo haga llorar. Peeeero, parece que en estos días..., parece que Discepolo está haciendo de las suyas, e “igual que en la vereda irrespetuosa de los cambalaches, se ha mezclao la vida”.
O sea, no está mal que un humorista sea candidato, en tanto pueda sostener con ideas esa candidatura, ¿no? ¡Parece que no! ¡Parece que, mientras menos ideas se muestren, la gente la pasa mejor, y lo agradece “poniendo su voto”!
Bueno, eso es lo que creen; las urnas dirán si tenían razón o no.
Lo cierto es que la política se ha “farandulizado”. Alguien podría decir que eso no es novedad, que ya en los ’90, que Palito, que Lole. Puede ser, pero en estos días todo fue un poco más allá.
Tres de los candidatos con más fuertes chances de ser el próximo presidente de los argentinos aparecieron bailando con sus imitadores (mostrando tal vez que son dignos de ser imitados, o que no son originales) y muuucho más.
De esto queremos hablarle esta semana, lector, de ese mensaje confuso, que por momentos nos resulta agresivo, de la política farandulizada.
Y lo hacemos con chistes, como siempre.
Hasta la semana que viene.
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