Sábado, 17 de octubre de 2015 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Cómo dice que le va? Capaz que le resulte rara esta pregunta, pero bueno, usted entenderá que estamos en tiempos difíciles, modernos, violentos, y vaya a saber uno cuántas otras películas o libros más. La época no ayuda, lector, y ni siquiera sabemos a qué cosa debería ayudarnos.
Quiero decir, quizás uno de los dramas de nuestro cotidiano acontecer (¡Fah, qué poéticos nos vinimos hoy!) sea, justamente, no saber qué es lo que necesitamos, y por si esto fuera poco, saber que si lo supiéramos, no sabríamos a quién pedírselo. Pero, por si esto fuera poco, en caso de saber a quién pedirselo, no sabríamos cómo hacerlo adecuadamente para poder ser escuchados.
Porque, lector, ya lo dijimos mil veces en esta misma columna, pero no nos cansaremos de seguir haciéndolo todas las veces que sea necesario, y algunas que no lo sea, el drama del hombre, la mujer, el niño, la niña, el púber, el adolescente, el perro, el sea monkey y el tamagochi del siglo XXI, es lograr ser escuchado, es lograr que nos escuchen.
Muchas veces uno paga para tener una oreja amiga, si nos metemos en el terreno psi.
Para poder ser escuchados, no solamente pagamos. Hacemos de todo. Escuchamos, caminamos, corremos, nos disfrazamos, trabajamos, estudiamos, reímos, lloramos, bebemos o
- Hacemos goles o jugadas geniales en un partido de fútbol al solo efecto de que después nos hagan una nota y poder decir lo que sentimos y cómo el contacto con la pelota nos retrotrajo a un recuerdo infantil en el que nuestro papá estaba orgulloso de su hijo (que era nuestro hermano).
- Cursamos una larga carrera universitaria, nos pasamos cinco, siete, diez años entre libros, exámenes y bellas compañeras/os, para después poder opinar en cualquier lado “con conocimiento de causa” sobre algo que no tiene nada que ver con nuestra especialidad, pero no importa, igual tenemos un titulo que nos avala.
- Asumimos un largo camino de militancia, de noches sin dormir sosteniendo el cartelito que induzca a nuestros conciudadanos a votar a Pérez Concejal, a Rodríguez Diputado o a Gutiérrez Legislador suplente. Nos pasamos años intentando promover a otros, hasta que finalmente nuestra propia voz pueda ser escuchada, y quizás haya otros que pasen las noches bajo la lluvia helada pintando “Viva José” (que vendría a ser uno).
- Anunciamos a quien quiera escucharnos y creernos, que tenemos la solución, o de parte, o de algún minúsculo porcentaje, de los males que aquejan al mundo, al país, a la familia. Y logramos algún espacio en un medio que ni siquiera nos cree, pero sabe que eso trae gente, rating, que alguno nos va a ver diciendo: “Acá lo que hace falta es que todos coman habichuelas a las 3 de la mañana”.
- Gastamos lo que tenemos, lo que no tenemos, e incluso lo que tienen otros, en mostrarnos, en que nos vean, en que nos reconozcan, nos inviten, nos digan “a usted lo conozco de alguna parte”.
- Nos casamos, nos juntamos, nos concubinamos, nos noviamos, nos tachangoviamos para ser escuchados. De hecho, suelo decir que “cuando uno se separa, lo que más extraña es a alguien que haga como que te está escuchando”.
Pero, lector, bueno, así es la vida, y no vamos a decir ahora que es de otra manera, aunque si lo decimos, también tendremos razón, ya que la vida es de tantas maneras distintas que serían imposibles de abarcar en esta columna, en este suplemento, en este diario, y me atrevo a decir, en este mundo.
Queremos ser escuchados.
Y queremos serlo en nuestras necesidades y en nuestros deseos, en lo individual y en lo colectivo, en las urgencias y en los proyectos, ahora y siempre. Hay quien se pasa la vida diciendo cosas, gritándolas, para que lo sigan escuchando una vez que ya no esté.
Y en este mundo tan complicado, muchas veces no somos escuchados, sobre todo por aquellos que supuestamente son los encargados de escucharnos. Aquellos en quienes se supone delegamos ese encargo. Suele pasar.
Es más, pasa tan seguido que casi la excepción es la escucha. La escucha se agradece. se celebra, se festeja.
Hoy se cumplen 70 años del 17 de octubre de 1945, un día en el que miles, cientos de miles de argentinos reclamaron ser escuchados. También un día protagonizado por el hombre que encarnó esa escucha colectiva.
Y después de tanto tiempo, mucho se dijo, se hizo, se habló, se inventó, se tergiversó, se metamorfoseó y se escuchó, sobre todo eso.
De eso trata este suplemento.
Hasta la semana que viene, lector.
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