Sábado, 6 de febrero de 2016 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Qué dice, qué cuenta, qué calcula, qué interpreta? Bueno, estamos así un poco preguntones, porque es algo que se nos da cuando estamos de vacaciones.
Claro, porque es un momento en el que uno puede aprovechar para hacer lo que le gusta, lo que tuvo que postergar a lo largo del año por falta de tiempo, espacio o dinero.
O bien para ponerse al día. O para juntar la plata para la próxima boleta de luz, o la próxima pizza, lo que llegue antes.
Y nosotros, cuando estamos de vacaciones, nos hacemos todas las preguntas que no nos pudimos hacer a lo largo del año. Pero como estamos de vacaciones, no nos tomamos el trabajo de buscarles respuesta, porque si no, no serian vacaciones.
Y en este febrero, los que hacemos SátiraI12 decidimos irnos de paseo a las artes. Recorrer la plástica, la música, la narrativa y las “artes que mezclan plástica musica y narrativa (cine, teatro, tevé)”. De esto tratan este mismo suple y los venideros.
Pero lo cierto, lector, es que “uno es uno y su circunstancia”, o bien “uno es uno y su circuncisión” o bien “uno es uno y su militancia”, o “uno es catorce coma noventa tipo vendedor”, cada uno sabra quién es, o no. Porque también es cierto que vivimos tiempos en los cuales parece difícil saber quién es uno.
O quién es el otro
De pronto, gente normal, querida, parecida a uno, se transformó en tremendo zombie, y va por la calle diciendo “Todo bien, hay que darles tiempo, eran ñoquis, algo habrán hecho, esto no daba para más, todo lo que están haciendo éstos es culpa de los otros, los Reyes Magos son Los Tres Chiflados, ¡uy, todavía no conseguí mi globito amarillo de las 16 horas!, me echaron pero está bien, me subieron la luz, pero está bien, me rompieron el tujes pero está bien” y otras frases similares que uno creía desterradas para siempre de la realidad nacional.
Sabíamos que había gente muy enojada, pero no que tuviera esa saña para castigarse a sí misma.
¡Psiquiatras argentinos, éste es “Su momento”!
En serio, porque esta gente, quizá salida de Soy leyenda (la novela de Matheson en la que casi todo el mundo se vuelve vampiro y eso termina siendo “lo normal”), está padeciendo un extraño síndrome.
No se está transformando en vampiros, pero sí en gorilas.
Perdió la noción del tiempo y cree que está en 1976.
Se pone contenta ante el aumento de precios y tarifas.
Habla solo creyendo que está hablando con otros.
No sabemos cómo se llama en verdad esta enfermedad. Alguna vez, en algún chiste de tapa de este diario, Daniel Paz y yo hemos mencionado la expresión “gorilik atak”. No sé si es la adecuada en esta ocasión, pero podría serlo.
Tampoco conocemos cómo se trata, ni cómo de pronto se desató la epidemia. Al parecer está vinculada con un virus que habita en algunos medios de comunicación, y de allí se mete y parasita al individuo. Tememos que sus efectos sean socialmente mortales y desconocemos cuánto puede durar, pero se estima que cuatro años.
Como veníamos diciendo, a veces es difícil reconocerse, o reconocer al de al lado. Porque también hay otra enfermedad, donde aquellos que hasta ayer eran reconocido como trabajadores, léase “personas qwue ejercen una tarea, bien, o mal, pero la ejercen” por un extraño efecto kafkiano, han sido metamorfoseados, para cierto “sentido común” (léase prejuicio), en sustancias químicas: sean grasas o bien hidratos (componente esencial de los ñoquis. ¿Acaso Kafka fue nombrado en algún cargo y no nos enteramos?)
Decimos entonces que con todo esto, las vacaciones, el reposo, el relax, se hace difícil. Uno va a la playa. Y sabe que, entre celular y celular, está el mar. Y los balnearios no tienen la precaución de poner una banderita, tal vez amarilla, cuyo significado sea “mar peligroso, está lleno de gorilas”.
Pero nosotros insistimos. Somos tremendos. Queremos tener vacaciones. Relajarnos, Abrir el diario o ver la tele y no enterarnos de más despidos, por ejemplo. ¡Pero no enterarnos porque no haya, no porque no los publiquen! Sabemos que el arte suele ser metafórico, que suele “ocultar” cosas para mostrarlas de otra manera. Pero ocultar despidos, represión y aumentos y destrucción de cierta memoria no tiene nada de artístico.
Hablemos, entonces, de plástica, sin olvidarnos de dónde y con quién estamos.
Imaginemos a Munch, llegando la Argentina, con su nuevo grito, A Picasso con el Guernica, “segmentado porque así es más fácil venderlo en tres partes”. A la Gorila Lisa sonriendo aunque muy levemente para que no se le noten las arrugas y deje de ser “lisa” frente a las maravillosas obras de su amigo Mauri. Quizá Magritte nos diría “Esto no es una democracia”, aunque la apariencia sí lo sea, y el cuadro La última cena antes del aumento de la carne sea una brillante expresión de nuestro realismo.
De todo esto, lector, trata este suplemento.
Hasta la semana que viene.
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