ES MI MUNDO
Hace treinta años, Gloria Gaynor regalaba al mundo una de las canciones más célebres de todos los tiempos, “I will survive”. Destinada a atravesar todas las fronteras, bien pronto fue adoptada como himno de resistencia y la causa de las locas encontró en esas palabras de resentimiento amoroso una forma de colocarse ante la hostilidad del mundo.
› Por Daniel Link
¿Qué es una “buena canción”? ¿Son la música o los versos, las intenciones o los sobreentendidos los que determinan el éxito de una canción, cuando éste se da más allá de las generaciones y las fronteras culturales? Habrá tantas respuestas como sujetos sociales se supongan e, incluso, podría invertirse esa convicción para decir que habrá tantos sujetos como respuestas a esas preguntas puedan darse.
Hay personas que, atadas vagamente al paradigma de la música culta, suponen que una “buena canción” está ligada con las melodías, los arreglos, las armonías y los ritornellos, están los que lo apuestan todo al sentido de unos versos y a su potencia para arrastrarnos hacia entretelas del alma nuestra que desconocíamos, y están los que sólo se rendirán ante la capacidad, si no de producir identidad, al menos de generar un vínculo de reconocimiento, un tenue lazo de comunidad (emocional, como no puede ser de otra manera tratándose del universo pop, nuestro universo).
Es probable que una buena canción necesite un poco de cada una de esas propiedades e incluso más: una versión primera, una voz que la sostenga, un cuerpo que le dé sentido. “I will survive” es el ejemplo más a mano que tenemos y el más misterioso.
Considerada separadamente en sus diferentes capas, “I will survive” no podría superar ninguna prueba. La volvió famosa hace treinta años Gloria Gaynor, una estrella por entonces secundaria de la música disco que desde “Never can say goodbye” (1974) no había logrado otro suceso semejante. Una música de pobres con aspiraciones, como la misma cantante habría de reconocer: “Era un momento de recesión y la gente necesitaba liberarse de los problemas y del estrés. No había dinero, y por eso prosperaron las discotecas”.
La melodía de “I will survive” es pegadiza y, por lo mismo, un poco insoportable. No en vano es la canción de karaoke número uno en todo el mundo. Y karaoke es, no para uno, sino para la industria musical en su núcleo más duro (piénsese en Simon Cowell, jurado de American Idol), un insulto a la musicalidad. Una canción que todo el mundo quiere y puede cantar (y que se tolera en situación de karaoke) debe de ser en algún sentido responsable o cómplice de semejante aniquilación de la música.
Los versos de la canción (que en nada se diferencia del más patético de los boleros) son de una sintaxis totalmente descalabrada y podrían traducirse como el siguiente relato: “Al principio me había quedado de piedra y en estado de parálisis pensando que ya jamás volvería a tenerte a mi lado. Pero fueron tantas las noches que pasé pensando en el daño que me habías hecho que me fortalecí y aprendí a seguir con mi vida. ¿Y ahora se te ocurre volver? ¡Debería haberme cambiado este look idiota! ¡Debería haber hecho que me devolvieras las llaves! Rajá de acá, no te necesito. ¿Pensaste que iba a extrañarte hasta la muerte? No, no, chiquito, yo voy a sobrevivir mientras sepa amar. Ya pasé tantas noches atormentándome, llorando, juntando los pedazos de mi corazón destrozado que ahora puedo mantener la cabeza bien alta (fijate si habré cambiado) y guardar mi amor para alguien que me ame”.
O sea, un puro rencor vivo. ¿Sirven esas palabras como círculo mágico de reconocimiento, como lazo comunitario de algún tipo? ¿Para quiénes?
“I will survive” fue concebida por Dino Fekaris y Freddie Perren y la discográfica la destinó a la cara B de un single que habría de grabar en 1978 Gloria Gaynor (New Jersey, 1949), quien abrazaría (como Beatriz Salomón) la fe evangélica en 1982.
En 1979 Polydor comprobó la arrasadora predilección del público por esa historia particular de la infamia que obtendría en 1980 el Grammy a la Mejor Canción Disco (lo que no quiere decir mucho, salvo para quienes vivieron con intensidad ese año musical) y que, con el tiempo, llegaría a formar parte de la banda sonora de más de cincuenta películas y que conocería más de doscientas versiones, incluida la que Almodóvar (Atame, 1987) volvería famosa en el mercado de la lengua castellana, “Resistiré” (en una versión del Dúo Dinámico que no guarda sino una vaga semejanza con el original), y también la espantosa recreación de Celia Cruz, que sigue más fielmente la melodía pero trastorna totalmente el sentido: “Yo viviré, ahí estaré/ mientras pase una comparsa/ con mi rumba cantaré/ seré siempre lo que fui/ con mi azúcar para ti/ Yo viviré, yo viviré”.
¿Quiénes se reconocen en “I will survive”, quiénes la consideran una “buena canción”? Todos, podríamos decir: desde la adolescente pálida a la que nadie invitará al baile de graduación en un remoto pueblo de los Estados Unidos, hasta la peluquera del conurbano bonaerense a la que alguna madrugada le robaron todo cuando bajó del colectivo. Se dice, incluso, que la canción es uno de los himnos obligados de la causa de las locas, las desclasadas, las perseguidas, las malqueridas, las que pese a todo afirmarán el derecho a la existencia en contra de la adversidad, el rechazo y el estigma.
“Resistiré” lleva “I will survive” hacia “el aguante”. Potencia, podría decirse, el rencor (la llaga viva) en grito de protesta (en arma): esos dos polos forman parte indisoluble del original, lo que justifica la pandemia, así en Studio 54, la mítica discoteca que la puso a circular por el mundo, como en la fiesta de casamiento de la novia egipcia. Sobreviviré. Voy a ser capaz de reponerme a todas las adversidades (especialmente: tu abandono). No es raro que Gloria Gaynor haya interpretado su encuentro con esa canción que le cambiaría la vida como una llamada mesiánica (“Dios me usó para mandar el mensaje de ‘I will survive’”).
Una vez, tuve la dicha de escuchar a un coro que había reservado para el bis (porque a la directora del ensemble le habían pedido que se abstuviera de incluirla en el repertorio) “Resistiré”. Después de la presentación me enteré de que ese coro había sido formado con las voces rechazadas de todos los demás (la circunstancia se notaba). De modo que “Resistiré” o “I will survive” (para el caso son lo mismo) funcionaban como el lazo que unía lo desunido, la comunidad de los que no tienen comunidad, el reconocimiento de quienes sólo pueden reconocerse a partir del rechazo de los otros, el grito de los que fueron condenados al silencio.
Para celebrar el trigésimo aniversario de su hit, Gloria Gaynor lanza ahora una versión digital remasterizada de la canción, tanto en inglés como en español, además de una balada nueva (“He Gave Me Life, I Will Survive”). El CD con las tres canciones podrá adquirirse en www.gloriagaynor.com.
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