Viernes, 23 de octubre de 2009 | Hoy
PD
cartas a [email protected]
Querido Diego: Antes que nada quiero decirte que me duele en el alma sumarme a la comparsa de tus detractores, aunque estoy seguro de que al final de mi carta entenderás mis razones. La mía no es una opinión escandalizada, es en todo caso un alerta, un llamado a la solidaridad del ídolo para que la próxima vez no confundamos batatas con porongas. Porque quiero decirte que el de mamar es un arte, un arte que exige dedicación y entrega al prójimo, concentración y experiencia. Estoy seguro de que sabés de qué te hablo y por eso va mi pregunta desesperada: ¿realmente te gustaría que te la chupen esos mismos personajes que quisieran ver tu nombre atado al carro de la derrota? Que te chupen las medias, en todo caso, pero no pidas ni embroncado que uno de esos pregoneros del sucio capital concentrado de los medios pose su boca en tu miembro porque, como siempre, terminarán mordiéndolo. Y aunque una suave masticadita podría llevar a cualquiera a la cima de las sensaciones, la mordida artera no forma parte del arte del sexo oral, tan vapuleado en las tribunas futboleras. Estoy seguro de que quisiste decir otra cosa, tal vez que sigan mamando esos fríos micrófonos que empuñan como armas, que chupen el piso por el que vos pasaste, pero no pidamos que “la” chupen, así como así porque eso sería denigrar una práctica exquisita de la sexualidad que este servidor podría llevar a su máximo exponente si sólo tuviera la oportunidad de arrodillarse delante de ti. ¡Qué sexy te veías con tu capita roja y tus cachetes inflamados de rabia! Se me llenaba la boca de juguitos de sólo mirarte y todo para qué, para que lances como una condena lo que a uno tanto le gustaría escuchar de tu boca. No es una condena chuparla, bien lo sabrás vos, que debés hacer maravillas con ese buzón que la naturaleza te ha dado —ay, Diego, y que si hubieras usado más tal vez podrías haber ahorrado el dolor de no reconocer a los hijos que dejaste por el mundo—, es un honor, un placer, un orgullo y hasta un poder. Sí, el poder de lograr que alguien más toque el cielo con las manos. Por eso te pido, te ruego, no uses el verbo en vano. Porque primero será el verbo, pero después todos se anotan para pasar a la acción.
Con amor sincero,
Hola Soy
¿Se enteraron de lo que dijo Maradona? Sí, se enteraron, lo decía en broma. Gracias a su condición de Dios, a lo que dice y a lo que no dice, a lo que los periodistas y comentaristas dicen que debería hacer, no hacer y viceversa, hace rato que a Maradona lo tenemos adentro (léase como quiera, en mi caso es por amor). Bueno, parece que después de ganarle a Uruguay y luego de haber sido consultado tantas veces sobre si va a renunciar o no de una buena vez, Maradona dijo una grosería, un atentado al buen gusto que ¡oh! nos hará quedar mal en el extranjero (temita que nos preocupa tanto a los argentinos desde que tengo uso de razón, es decir, el mundial 78). Los opinadores de programas de chismes & deportes que andan con el pete en la boca a toda hora y sin protección al menor, que le gritan puto al personaje que quieren denigrar cuando no lo acusan de sentarse en el muñeco o de que se la morfa o de que se la come, los mismos señores que les dicen gatos a las señoritas que convocan como a gallos de riña para que digan si son o no son gauchitas, han escuchado la voz de Dios que dijo “Chupen, chupen” y desde entonces llevan días rasgándose las vestiduras. Ahora resulta que el lenguaje futbolero era sexista, discriminatorio, que las metáforas de sometimiento sexual (que incluyen bolas, pelotas y la concha de su madre) no están tan buenas. Siempre y cuando se las digan a uno, claro. Y Maradona, con perdón de las damas, se los dijo a los muchachos que le vienen rompiendo las pelotas desde que empezó a dirigir. Bienaventurados los que han oído la palabra de Dios, porque ahora tendrán que pensar un rato antes de decir a boca de jarro todo lo que hasta ahora nos han hecho chupar a los televidentes sin comerla ni beberla. Amén.
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