TEATRO
Ilusiones jóvenes y problemas grandes en la traducción de un musical que hace más de una década expuso en Broadway un remedo moderno de La Bohème, atravesado por el sida.
Fin de siglo en Nueva York y el sida como aquel “monstruo grande que pisa fuerte” sobre las ilusiones de jóvenes artistas son el contexto de un musical que presenta la diversidad sexual de manera inteligente junto a una idea de lo marginal digerible para el público burgués. Ni los “sin-techo”, ni la problemática del vivir con VIH son presentados como un duro modo de vida alternativo, sino más bien como esas cosas que suceden “acá a la vuelta”. Entonces, dejando un poco de lado la calidad de las composiciones musicales y las tragedias que relata, es posible disponerse a disfrutar.
La anécdota envuelve a 8 protagonistas en el Village de fines de los ‘80. Aunque hoy pueda resultar tan arqueológica como La Bohème de Puccini, la que reescribe en versión ópera rock, las tres horas absolutamente cantadas de este musical no decaen gracias a la habilidad de la puesta de Valeria Ambrosio y su equipo.
El fantasma del desalojo, planteado en la primera parte, se diluye entre drogas contra el virus y de las otras y el crescendo dramático es patrimonio femenino: son ellas las que se destacan, no sólo por sus virtudes vocales. La presencia arrolladora de la Maureen de Laura Conforte, recitando un poema sobre una vaca que no da leche, y, luego con su amada Joanne (Déborah Turza) en el dueto Acéptame o déjame del segundo acto, son momentos de agresiva belleza y terrible sensualidad. Angel Hernández como la encantadora y acrobática travesti, y la sexy Mimí de Florencia Otero, resuelven sin estereotipar a sus enfermas terminales mientras la representación va ganando en emoción. Pablo Sultani es la voz masculina más intensa por la potencia y sensibilidad que le imprime a su chongo enamorado de Angel. El resto de los chicos, correctos en lo musical, no logran cautivar porque trasmiten sus vínculos sin convicción. Hay que destacar la traducción de las canciones y el trabajo coral acorde a las nuevas letras y tonalidades. La tarea se presentaba casi imposible y ha sido sorteada de manera brillante, incluso en la dulce Light My Candle, cuya versión en porteño suena también hermosa. El Negro Carrizo, convertido en estrella como coach del Bailando..., realizó la coreografía, impactante en los números de conjunto. La banda de 5 músicos dirigidos por Gaby Goldman aporta mucho punch rockero, y cuando la fiesta cede paso a la emoción, logran un ensamble melodioso con las voces. A doce años de su estreno en Broadway, RENT encuentra en el Centro Cultural Konex el marco escenográfico ideal para lucir una cuidada producción donde se destacan el vestuario, el diseño espacial y sobre todo la espectacular iluminación de Sandro Pujía. ¡Fans de talentos argentinos que cantan y bailan, amigxs con problemas de alquiler y público distinguidísimo de musicales de Broadway, esta es vuestra oportunidad de disfrutar un gran show! o
Jonathan Larson (el autor del libro, letras y música) murió en 1996, el día anterior a estrenar su obra, a los 35, cuando La Bohème cumplía su 100º aniversario. En cine, Spike Lee la quiso realizar con grandes nombres de la industria musical pero terminó siendo muy mal versionada en 2005 con el elenco original de Broadway por Chris Columbus, experto en comedias familiares.
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