ES MI MUNDO
Ellas posan entregadas a la fantasía del nombre francés de quien fue a buscarlas a los bosques de Palermo y se ofreció a retratarlas. Por encima del morbo del fotógrafo Robinson Savary, las imágenes conservan intacto sus secretos y su pura verdad.
› Por Liliana Viola
”Una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te cuenta, menos te dice”, declaraba para la posteridad la enigmática Diane Arbus en 1970, un año antes de cometer suicidio y dos años antes de que sus fotos de minusválidos, freaks, enanos, gigantes, travestis y nudistas se exhibieran en la Bienal de Venecia y en el Museo de Nueva York. El gigante judío o el hombre de cabello enrulado, entre otros secretos bien guardados hasta entonces, despertaron el grito en el cielo. Mientras ella lo oía o no, sus imágenes marcaba un antes y un después respecto de lo que se supone la fotografía tenía como objeto. Lo inmostrable mostró de golpe su costado bello, posaba, era sometido a la curiosidad y también al deseo. Fue un escándalo. El libro que se realizó entonces con algunas de sus fotos se convirtió en best seller en menos de una semana. Con una dosis de voyeurismo no mayor que la de la misericordia, se lanzaba a los ojos del público la humanización de lo extraño, visibilizaba lo que otros intentaban invisibilizar y dejar a un costado.
Difícil no dedicarle el primer párrafo a Diane Arbus a la hora de hablar sobre Los Raros, la muestra fotográfica del francés Robinson Savary, que se presenta en el Centro Cultural Borges hasta el 31 de enero. Robinson Savary nació en Francia en 1969. Es fotógrafo, escritor, productor y director de cine. Filmó un retrato documental sobre James Thiérrée ensayando su espectáculo La veillée des abysses y varios cortometrajes, entre ellos Falstaff en la Luna, A suivre y El tango de las vitaminas. Actualmente está preparando su nuevo largometraje, Lady Doll, un thriller cuya trama se desarrolla dentro de Buenos Aires y Tokio, con un guión de Sergio Bizzio.
Su presentación en Buenos Aires está compuesta por dos series de 20 retratos. La primera fue realizada en 2001 entre París, Los Angeles, y el sur de Francia, cuando el autor trataba de darle vida a su primer largo metraje Bye Bye Blackbird. Para demostrar y demostrarse que el film existía más allá de las intenciones del guión decidió darle cuerpo a sus personajes. Convocó a los actores y así armó esta serie que se llamó Los originales. “Para una primera sesión convoqué a mis amigos Carlos Pavlidis (el enano que parecía un gigante), Michael Lonsdale (el viejo payaso), Jean Babilée (que había sido el bailarín preferido de Cocteau y que yo transformé en viejo jefe indio) y Antonin Maurel (mi amigo de infancia).” Malcolm McDowell posó como maestro de ceremonias, Fairuza Balk hizo de jinete e Isabella Miko de trapecista diáfana. Cuarenta años más tarde de los freaks de Arbus, estos son freaks inventados, que repiten a la perfección la pose, herederos expertos de un delirio que ya no escandaliza a nadie.
Las protagonistas de la segunda serie son locales. El director vino a buscarlas a la espesura de los bosques de Palermo o lo que él mismo en entrevistas denomina “la zona”. Cuenta entre risas ahora que fue decir en voz alta que era director de cine con su acento francés, para que las chicas que estaban trabajando se le acercaran y armaran una ronda. “Se habían agrupado cerca del único carrito de choripanes del bosque de Palermo –clausurado desde entonces– para abordar los problemas vitales que forman su vida cotidiana: higiene, seguridad, segregación del vecindario o maltrato policial y mi entrada fue memorable.” Las protagonistas de esta nueva serie de objetos preciosos tampoco generarán una rasgada de vestiduras, aunque el morbo y el estado de “rareza” sigue presente en el universo trans a pesar de los adelantes del progresismo...
Los retratos tienen el valor de resisitirse a toda codificación. No conforman un book, no son un ensayo periodístico ni tampoco emulan a las producciones de las revistas de moda. Las diez modelos podrían integrar un calendario de un año atípico y no por ello menos deseable. Las modelos están todas en pose, un gesto que se acerca al de las modelos profesionales pero que enseguida se escapa, con toda ingenuidad y alevosía. La belleza se agazapa en la entrega, en lo que entre marcas de antiguas cirugías y lencería barata se presenta como verdad susurrada a un señor con acento francés. Stefania (La condesa), Mikaela di Stefano, Carolina, Wanda, Sayuri, Laura, Sayra, Naty, Daniela Miller, Brisa son las protagonistas de esta serie que conmueve y que las saca de una calle marginal para ponerla en otra calle, en el corazón del mercado del arte. A tantos años de los freaks de Arbus, el título Los raros tal vez resulte lo más escandalosa de la muestra, o lo más provocador. El nombre en masculino para nombrar a imagenes de trans parece un atentado a la identidad de quienes tan generosamente posaron. Enseguida un cartel sale a aclarar: “Raro es algo extraordinario, poco común, significa excelencia en su línea” Así lo define la Real Academia Española y “yo vuelvo al sentido original de la palabra”, afirma Savary. “Los raros son una aristocracia ideal en el sentido de que sobresalen. Lo contrario a la burguesía anodina y predecible”, asegura mientras agradece a Raúl Escari la idea de este título que a su vez es homenaje a un libro de Rubén Darío. Y en definitiva eso también resulta interesante en esta muestra: la palabra raro necesita demasiadas justificaciones. Las imágenes, como los secretos, se callan.
Centro Cultural Borges
Viamonte y San Martín
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