Viernes, 9 de abril de 2010 | Hoy
PD
Me dirijo a ustedes para comentarles una situación familiar envuelta en un vacío legal como suele ocurrir con los que decidimos un amor distinto en estas tierras. Mi nombre es Marcela y tuve una relación con Ana desde agosto de 2001 a julio de 2009, en el transcurso de la cual como proyecto de familia buscábamos un hijo y luego de infructuosos tratamientos de inseminación asistida, llegó a nuestra vida nuestra hija Sofía, el 1º de marzo de 2007. Ana fue la mamá biológica y yo me convertí en su “mamu”, como ella cariñosamente me llama. Así empezó la historia de una familia homoparental que decidimos legalizar en el ámbito del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contrayendo la unión civil el 21 de diciembre de 2007.
Lamentablemente la pareja se terminó. Yo me fui de la casa compartida y seguí viendo a Sofía tanto como pude. La iba a buscar al cole tres veces por semana y la tenía los sábados, que dormía conmigo. Con el correr de los meses, las percepciones de mi ex y mamá biológica de Sofi fueron cambiando sobre mi vínculo con la nena y así se hizo muy difícil sostener los pactos preexistentes. De ser hija de las dos pasó a ser hija solo de ella, que se constituyó en dueña única de todos los derechos sobre la nena. Poco a poco dificultó el contacto y la fluidez del mismo, obstaculizando la cotidianidad, vital hasta ese momento para la nena y para mí y que yo me esforcé en sostener más allá de cualquier dificultad.
Concretamente, hace dos meses que no sé nada de mi hija, que para la madre biológica no es mi hija, y no contesta ningún tipo de invitación al diálogo, desconociendo totalmente el lazo que me une a la nena y aduciendo un desacuerdo de orden patrimonial fruto de la disolución de pareja. Me hace temer que haya cumplido su amenaza de que no vea más a mi pequeña Sofi.
Sé que hay un vacío legal en la materia. Que en el Código Civil argentino, como para mucha gente, yo no existo. Pero sí existo para Sofía, soy su “mamu”, y por ella y por mí escribo este mail. Preguntándome quién hará respetar mi derecho y el de Sofía a vernos, ante la ceguera de legisladores y jueces de familias como los nuestros.
Marcela B. ([email protected])
cartas a [email protected] |
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