ENTREVISTA
Presas en la ficción y cada vez más libres en la vida real, las dramaturgas, actrices y cantantes travestis que integran el grupo Presxs (de la vida) presentan su espectáculo este viernes en Casa Brandon, pero antes cuentan cómo llegaron hasta aquí y hasta dónde piensan llegar.
› Por Paula Jiménez
¿Cómo se formó este grupo?
Daniela Rojo: —Nos conocíamos de haber trabajado en shows juntas, después se sumaron otras más. La idea es de Daniela Ruiz: crear un espacio para chicas trans que nos permitiera mostrar lo que hacemos.
Daniela Ruiz: —Es que hay algunas cosas injustas. Yo, por ejemplo, me recibí hace 4 años en la academia de comedia musical, además soy actriz y profesora de teatro, y veo que los espacios están muy limitados para nosotras. Voy a un casting, represento el personaje pero, para ellos, ¿qué podés ser? Varón o mujer. Y yo pongo que soy trans y me contestan: “No estamos pidiendo travestis”. “Pero yo sé actuar. No me baso para esto en mi condición.” Y responden cosas como: “Bueno, pero vos no podés hacer de una embarazada”. Muchas veces hay que soportar esto de algunos coreógrafos y directores gays. Y entonces decís: ¡guau, baby! Estás en el arte, no necesitás crear un espacio efímero de la sexualidad donde tengas que mostrar tu vagina o tu pene. Así es que por estas cosas nos juntamos, porque no hay nada que nos identifique y nosotras queremos romper estos supuestos culturales.
¿Esta es la primera obra juntas?
D.R.: —El primer encuentro fue en un homenaje que le hicimos a Claudia con K. Fue muy fuerte, nos ayudó a darnos cuenta de que vamos por el buen camino. Y esto que ahora hacemos empezó por una secuencia de monólogos y después comenzamos a armar la historia de Prisioneras de la vida, donde cada una de nosotras representa un personaje de una chica en la prisión que cuenta su historia. También en este encuentro vamos a proyectar Más que una mujer del Brujito Maya, sobre la vida de Ariana Cano.
¿Cómo entra Osvaldo Sabino en esta historia?
Osvaldo Sabino: —Cuando Daniela me habló de esto me pareció sensacional, porque es algo que no existe y contribuye a la visibilidad. Estuve haciendo contactos afuera para conseguir apoyo, estoy buscando sala porque lo que se hace en Casa Brandon es sólo una presentación, pero queremos un lugar donde podamos hacerlo una vez por semana.
¿Cómo vivís esta experiencia grupal?
O.S.: —Yo colaboro en la dramaturgia, en la dirección, acá se hace todo en grupo. Al principio creí que iba a haber problemas de ego, pero acordamos que todos hacemos todo, desde barrer el piso a estar de primera estrella, y todas lo aceptaron. Como motor para que esto funcione está el hecho de que las chicas tienen que crear sus propios espacios porque no los encuentran afuera. Yo estuve exiliado en EE.UU. y allá iba mucho a la ópera. En esos escenarios podías ver, por ejemplo, a una negra haciendo La Traviata. Eso no importaba, lo que importaba era la voz y la actuación, allí en la ópera han roto con ciertos estereotipos, ¿por qué no romperlos también acá, en la escena?
Parecería que, además de un grupo teatral, es un grupo donde aprender a autogestionarse.
D.R.: —Totalmente, lo importante es la libertad y la seguridad que se puedan adquirir con esta experiencia para que ellas den el segundo paso: estar solas en la vida y en el escenario, como directoras, actrices, cantantes. Que incorporen no quedarse quietitas sino que accionen, que sepan que se puede. Que sepan venderse, ofrecerse, que sean productoras de sí mismas como profesionales.
O.S.: —El problema es la autoestima. Yo conozco una chica trans que no sube a un transporte público porque le molesta que la miren. Se pone mal. Las chicas tienen estos problemas, las discriminan el mundo gay y el mundo hétero. Y con esta experiencia estamos trabajando el “vos podés, vos valés, sos un ser humano ante todo”. Y aunque tenemos la suerte de que en este grupo no hay problemas de autoestima, hay una necesidad de más. La intención es que en el futuro las que se incorporen a este proyecto puedan tomar clases, profesionalizarse.
¿Se parecen a los personajes que representan en la obra?
Selena Romero: —Me sentí muy identificada con mi papel. Cada personaje expresa la personalidad de las travestis: el carácter fuerte, el sufrimiento de la infancia, el haber sido traicionada por un amor.
D.R.: —Sí. Mi personaje y yo no nos parecemos, salvo en que las dos tenemos 21 años. Pero ella es inocente, ilusa, cree en todo lo que ve. Es narcotraficante y se termina enamorando de un hombre que la usa y acaba presa, por tonta. Es un papel muy lindo. Y disfruto mucho también de cantar en escena.
¿Te costó trabajar como cantante profesional por el hecho de ser travesti?
Daniela Rojo: —Sí. Mirá, en un casting para Ideas del Sur, el equipo de la producción me asignó el lugar del fondo para cambiarme, aislándome del lugar común donde se cambiaban todos. Si sos travesti, primero están los demás, más allá de lo que hagas o de tu talento.
¿En qué consiste tu papel, Sayuri?
Sayuri Salazar: —Soy una transbiana: una travesti que gusta de travestis. No es mi caso, pero hacer este papel es muy divertido y también muy fuerte: termino matando a dos travestis y yendo presa por eso. Hay muchas cosas que tengo que trabajar y estoy estudiando. Pero en Perú no podía hacerlo. Cuando entraba a un lugar para anotarme en actuación o baile, ahí nomás me decían que no había vacantes. Quería viajar a Brasil o aquí.
En cuanto a la diversidad, es un grupo muy rico. Sayuri Salazar es peruana, Daniela Rojo es riojana y Selena, por ejemplo, es colombiana.
S.R.: —Sí, yo llegué hace 6 años. No estaba cómoda en mi país, allá la mentalidad es muy cerrada. Una travesti sigue siendo vista como un gay. Incluso ahora me enteré de que les quieren cobrar un cupo a gays y travestis para que puedan transitar en la vía pública. La travesti está destinada, en Colombia y en muchos países de Sudamérica, a trabajar en una peluquería o en la calle. Decidí venir a este país para reafirmarme. Es como le digo a mi familia: Selena nació en la Argentina. Amo este país porque me da la oportunidad de poder ser una travesti.
¿Y cómo vivís acá el día a día?
S.R.: —También me siento observada, por supuesto. Pero hay una cosa que entendí. El día que decidí ser travesti, yo supe que quería una vida normal y para eso tenés que adaptarte a la sociedad en la que querés vivir. Entonces me alejé de la noche para estar más tranquila. De todas maneras, una está pasando un examen 24 horas al día.
¿De qué trabajás?
S.R.: —Yo soy cosmiatra, hice también la carrera de diseño de modas y estudié 3 años psicología y ahora estoy acá, de actriz.
¿Y Sayuri?
S.S.: —Llegué hace cinco años de Perú y empecé a ser travesti en este país, tomé la decisión allá, pero aquí me pude desarrollar. Es como haber vuelto a nacer. El año pasado conocí a Robinson Savary, el fotógrafo y director de cine francés, en la zona roja, donde reparto preservativos de ATTA. Entre él y yo hubo química y trabajé con él durante seis meses en la curaduría de Los raros, la muestra que hizo en el Borges, y a través suyo conocí a Roberto Platel, el artista plástico. El me llevó para actuar en Juana de Arco en el teatro Coliseo. Me sentía muy contenta. Y a las chicas del elenco las conocí por Facebook, me llegó la invitación para participar del primer encuentro de AR TV, me dije: ¡qué bueno, alguien quiere surgir como yo!
Según lo que están diciendo, la Argentina, o al menos Buenos Aires, parece un lugar bastante amigable.
S.R.: —Yo tuve la suerte de vivir en varios lugares, pero la mentalidad del argentino es muy diferente. El argentino no se da cuenta porque vive acá, pero una persona que viene de afuera sí. Para el argentino está todo bien. Viví en Europa, pero me sentía muy discriminada por travesti y por sudamericana. A Colombia no podía volver porque ya tenía tetas.
¿Y qué pasaba si volvías con tetas?
S.R.: —Allí estaba toda la gente de la que yo me había ido huyendo. Tenía 19 años, no había adquirido la madurez suficiente para enfrentar eso. El año pasado volví con mi marido, con quien llevo una vida tranquila, y eso tranquilizó a su vez a mi familia, porque me vieron bien. A mi papá le costó mucho, él me decía: “Tú no puedes ser maricón porque yo me burlo de los maricones”. La vida da vueltas. Ahora le tocó cerrar la boca y aceptar.
S.S.: —A mí me pasó algo parecido. Mi papá tiene mucho mundo y sabía que hay gays, travestis, y me hacía bromas que después me hacían sentir un poco mal, pero finalmente me apoyó bastante. Lo quiero mucho y cuando regresé, hace dos años, la relación fue normal.
D.R.: —Nos unen muchas experiencias en común. Y, más allá de esta coyuntura de la obra, nos dimos cuenta de que juntas podemos hacer muchas cosas más. A veces nuestros encuentros son como una terapia. Por ahí llega una y nos damos cuenta de que le pasó algo: a vos te pegaron, a vos te pasó tal cosa. La idea es unirnos y crecer, que haya un espacio donde se puedan hacer cosas, ayudar a tener una vida. Es difícil para una chica trans salir, enfrentarse a la mirada de los otros, buscar un trabajo: tenés que asumir toda una psicología colectiva y lo que te pasa con eso. A su vez, la travesti es bastante independiente y cuando nos reunimos salen cosas muy fructíferas. A mí me ha pasado de todo, fui castigada, violada, no comí, no viví; lo peor me pasó a mí, pero de todo eso saco lo bueno. Como lo hacen también ellas.
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