MUESTRA
Cansados de ser ignorados y maltratados por la sociedad, un fotógrafo colombiano y una artista transexual unieron fuerzas y organizaron una exhibición en España en la que la gran obra de arte es una Barbie trans.
› Por Carlos Silber
Si le dieran a elegir un poder para ser un superhéroe por un día, el sociólogo, fotógrafo y sexólogo colombiano Manuel Antonio Velandia Mora sabe que no se inclinaría por la capacidad de ser invisible. La invisibilidad, dice el cofundador del Movimiento Homosexual Colombiano, es tan mala como la injusticia, la desigualdad, la amnesia social.
Así se entiende que este hombre exiliado en España por su orientación sexual (“salí de mi país huyendo de las amenazas de muerte de los paramilitares”, se lee en su blog http://investigadormanuelvelandia.blogspot.com) insista con tanta fuerza y ahínco en exhibir lo que la sociedad quiere ocultar, meter debajo de la alfombra y hacer que no existe. Su último intento, por ejemplo, tuvo tanta repercusión mundial que aún no lo cree. “Pensé que sería noticia local”, confiesa. Todos quieren saber cómo se le ocurrió la idea de su última exposición, titulada InVisibles. Naturalezas transgresoras, en la que 34 de sus fotografías sobre elementos de la naturaleza con formas de órganos sexuales comparten espacio con una instalación de muñecas trans de la transexual Andrea Cano en la sala de arte Miguel Hernández de la Universidad de Alicante, hasta fines de abril.
Barbies con pene, Kents maquillados y mostrando sus recién reconstruidos pezones y aréolas, y osos de peluche que presumen de brillantes, aparecen unidos bajo una misma idea en esta muestra organizada por la Asociación de Lesbianas, Gay, Bisexuales y Transexuales de Alicante, Decide-T: “Aunque no me veas, aquí es-Toy”.
“La exposición InVisibles es un proyecto fotográfico cuyo origen tiene tres años –cuenta Velandia–. Estando en ese camino de montar la exposición se acercó a mí Andrea Cano. Ella me contó que era artista y que hacía muñecas: se había hecho su propia Barbie transexual. Al ver las muñecas y los Kents en medio de plumas, con maquillaje y peluca, pensé que no debía sólo mostrar las fotos sino invitarla a exponer una instalación.”
Icono por esencia de gays y transexuales femeninas, la muñeca que ya va por su quinta década —y que en su versión comercial, además de imponer socialmente el estereotipo de cómo “debe ser” un cuerpo, instala la invisibilidad de la genitalidad— aparece en esta exhibición “customizada” en una suerte de reivindicación histórica. Las Barbies trans, subraya Andrea Cano, son de esos juguetes que no pudo tener cuando era chico y soñaba con ser mujer.
“Hay seres que a la sociedad le gustaría negarles su existencia y por ello termina volviéndolos invisibles. Aquellos que no caben en el molde suelen ser aislados. Es importante que los chicos reciban ya en la infancia información sobre sexualidad.”
La combinación de fotografías de troncos de árboles que ante los ojos de un desprevenido espectador —con una mirada siempre sexualmente cargada— semejan erecciones o de rocas “vaginescas” con estos juguetes customizados no es casual. Las dos cargan una mirada sobre una misma realidad. En un caso se subraya la costumbre de ver la sexualidad humana donde no existe; en el otro, vuelven explícitos los cuerpos e identidades trans ahí donde nadie se esperaba verlos, en muñecos estandarizados por una sociedad que aún mira dicotómicamente a la especie humana (hombre “o” mujer), e impone esa concepción reducida desde la misma infancia.
Las muñecas Barbie quizá sean uno de los mejores objetos para leer el mundo: un envase de dimensiones imperfectas que generación tras generación se regala con un mensaje no tan oculto que atormenta: “Así es lo normal, esto es lo que debés ser o, si no, no sos nada”.
Aunque hay Barbies doctoras, astronautas, banqueras, ingenieras informáticas, abogadas, Barbie siempre es la ama de casa, la rubia tarada que no habla o que si dice algo —”¡las clases de matemática son duras!”, gritaba la Barbie teen talk de 1992— parece Paris Hilton. Y encima no tiene sexo: ni uno ni otro ni los dos juntos.
Velandia sabe que con su exhibición no es cuestión de ser políticamente correcto. Se trata de hacer visible la “realidad real”: una en la que transitan cuerpos travestis, cuerpos transexuales, cuerpos intersexuales, personas que no aparecen a los besos en una telenovela, ni bailando por ningún sueño.
“Incluso para los juguetes, la diversidad es posible”, remarca Velandia, a quien también le sorprende la respuesta de Mattel, la empresa fabricante de las Barbies. “Nos comunicamos con la sucursal española y nos informaron que no tenía ningún problema con la exposición y menos con la población Glttbi.”
“Estamos impresionados positivamente de que varias personas nos hayan solicitado comprar las fotos y las muñecas –comenta Velandia–. Pero el objetivo no es comercial. Sin embargo, estamos pensado varias ofertas de diferentes países y organizaciones que desean exponer la obra. Lo único que pretendemos a través de esta iniciativa es que disminuyan los preconceptos contra los y las transexuales, que la sociedad respete ese colectivo social y advierta su existencia.” l
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