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Ellos tenían espíritu de aventura, no querían vacaciones en el mar, ni largas noches en discotecas. Soñaban con el paisaje desbordado del Africa profunda y allá fueron los dos turistas catalanes, a Gambia. Y allí se enamoraron, probablemente de un culito prieto, de una piel oscura. El tema es que en Gambia, como en 86 países en el mundo, está directamente prohibido ser homosexual, o lesbiana, o travesti (siga el etcétera) y gozar con ello. Los catalanes lo supieron tarde, aunque el gobierno español reaccionó rápido y los rescató en pocos días. Su caso sirvió para actualizar el mapa de la “homofobia de Estado”, en donde aparecen destinos a simple vista paradisíacos y deseados: desde Jamaica o las islas de Antigua y Barbuda en el Caribe hasta India o Irán en Medio Oriente. Las penas de prisión van desde algunos días —treinta en Costa Rica, pero sólo abarca a los hombres “sodomitas”— hasta diez años o cadena perpetua si a “los actos contranaturales” (retórica muy usada en los textos de leyes diversas) se suma el escándalo. Riesgos extremos se corren en Mauritania, Sudán, Yemen, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos e Irán, donde la sodomía se castiga con la muerte. Algunas leyes son verdaderas joyas del lenguaje arcaico e incluyen en sus textos alusiones a la “indecencia” —siempre que no sea cometida en privado y entre marido y mujer— o la “conexión contranatura” (en Grenada). En el sitio de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Transexuales (www.ilga.org) se pueden consultar minuciosamente estos datos para evitar que esas vacaciones de aventura terminen en un conflicto diplomático internacional, mientras el cuerpo del o la turista espera que se dirima en lugares poco aptos para el disfrute como la cárcel.
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