TEATRO III
El reestreno de La 45 –no voy a llorar, de eso me cansé–, de Cecilia Propato.
› Por Alejandro Modarelli
El descrédito del término machismo no encuentra todavía suficiente correlato en las prácticas sociales, y varios gobiernos latinoamericanos hacen hoy esfuerzos por convertir en política de Estado la corrección de un discurso que, a pesar de todo, no se salva del batallón de chistecitos de sobremesa, ni tampoco de una cierta condescendencia popular. Si golpear mujeres, quieren creer las clases medias, es sobre todo cosa de la chusma subalterna, la decisión sobre los usos del cuerpo femenino es parte del exquisito debate filosófico, donde ya se sabe quiénes reinan sobre el alto pensamiento. Acá la paliza doméstica se vuelve también conceptual, y proviene ya no del arrabal sino de los dueños de la Razón Suficiente.
Desde su estreno en el año 2006, La 45 –no voy a llorar, de eso me cansé–, de Cecilia Propato, se convirtió en respetado alegato contra la violencia física y moral familiar de que son víctimas, casi siempre silenciosas, las mujeres. Ya con cuatro temporadas, La 45... viajó de la Argentina a México, donde las campañas contra la violencia de género son consecuencia inmediata del escandaloso número de femicidios y este último fin de semana ha vuelto a la escena de Buenos Aires.
Con Mauricio Macri en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, las políticas de género pasaron a ser un tema recurrente del progresismo inmaduro y anticlerical, que no entiende que las mujeres golpeadas están mejor atendidas en la secretaría de la parroquia que dentro de programas de acción política y social, sospechados siempre de hacerle el juego al materialismo histórico. De modo tal que si Cecilia Propato no consigue despabilar hoy las oficinas de Cultura porteñas, serán el Inadi y el Fondo Nacional de las Artes los que compensarán con sobradas credenciales esa ausencia. Son los propios productores de la obra, y no el Gobierno de la Ciudad, quienes se encargan hoy de invitar a funciones gratuitas a las cooperativas de barrios pobres y villas, y en ese esfuerzo por despertar conciencia convocan incluso a asociaciones policiales, en las que abundan maridos como ese que le dijo a la autora, a la salida del teatro, que “golpear a la esposa a veces no está tan mal”.
En un juego de espejos con el texto de la famosa obra de Tennessee Williams, Un tranvía llamado Deseo, e incorporando el lenguaje cinematográfico, Cecilia Propato recrea a través de una curiosa historia de amor entre dos mujeres policías el peso del machismo transhistórico que hace que las cosas no suenen muy distintas entre aquel sur estadounidense donde el polaco Kowalski, el personaje de Williams actuado en la película de Elia Kazan por un infartante Marlon Brando, sometía a la sensible Stella Dubois, y este Buenos Aires actual donde una tal Grace no puede esconder los moretones que le deja estampados su marido Chiquito.
La 45... no es una historia en la que el amor lésbico sea en sí materia de reflexión, o centro argumental de la propuesta. El eje es la mujer amenazada. Grace y Rebecca se descubren, se compensan, se entienden, se desean, y de algún modo también buscan sustraerse del circuito de la injusticia y la violencia a través de un universo donde cabe el sueño revelador, como en El beso de la mujer araña. Esa búsqueda de salvación, no obstante, tendrá el límite que impone una sociedad donde el machismo sigue llevándose puestas muchas vidas, y donde todavía hoy un semanario puede ilustrar su tapa con la presidenta de la Nación con la cara golpeada, sin que a casi nadie se le ocurra una protesta.
La 45 no voy a llorar, de eso ya me cansé. Teatro El Cubo, Zelaya 3053. Tel.: 4963-2568. Sábados a las 24.
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