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› Por Juan Tauil
Amaicha del Valle amanece blanca de escarcha y espera la salida del sol, Inti, que convertirá el hielo en otra cosa. Es 1º de agosto, Día de la Pachamama y la música de los festejos resuena en celebración continuada. En la casa de Jumpi Andrada, el “yerbiao” —elixir de yerba mate, alcohol y hierbas del Norte— pasa de mano en mano para calentar el alma y llegó el mediodía, entre chacareras y zambas, con locro y empanadas ofrecidas por Doña Paula Pastrana.
Susy Shock y la bailarina tucumana Barby Guaman esperaron hasta la tarde para cruzar a pie la ladera. Karina Martinelli, gringa afincada en la comarca, las guía y acompaña. Bajaron sorteando piedras y cactus hasta el viejo cauce del río, festival de arbustos ocres entre claros de arenas finas. Un montón de ramas famélicas arde en el centro de un círculo y las cobija en dorada luz. El abuelo fuego calienta la sangre de las chamanas que exhalan misteriosas palabras sacadas del conjuro de la chamana María Sabina:
Soy trans como el gran águila.
Soy trans como la comadreja.
Soy trans como el lobo.
Soy trans como el perro de caza.
Yo mostraré mi poder.
Soy un santo, una santa.
Soy trans de espíritu puro.
Susy empieza a latir el ritmo con su caja, bitácora plena de recuerdos y de mágicas instancias. La Barby se mueve, se regodea sobre la arena, se envuelve en su sequía, saluda su ligereza, estalla en polvaredas.
Relacionaré mi cerebro hembra con mi espíritu;
mi espíritu es el padre;
y los dos juntos engendrarán una generación de pensamientos también engendradores,
y esos mismos pensamientos poblarán este pequeño mundo como la gente a la que tanto se parecen,
puebla el mundo exterior.
Esto último no es de la chamana, pero es de Shakespeare, Ricardo III... Susy canta a los cuatro vientos, a los puntos cardinales, Barby se arrastra entre las piedras, sus rodillas sangran.
Hombre que se yergue en la superficie
y raíz femenina bajo el agua soy yo.
Cuando volvieron extenuadas se unieron a los amigos amaicheños, que seguían la ronda en el patio, al lado del fuego. El noble violín de José Santucho acompañaba los bombos y las guitarras. A las brujas travestis las esperaban con cantos y libaciones, sabían de la ofrenda que las travas venían de hacerle a la Pacha.
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