TEATRO
Los Figurantes y la revancha de los actores de segunda.
› Por Pacha Brandolino
Otra vez es el transgénero el que nos da sus mejores hijos. Un music-hall con la potencia de la dramaturgia propia del teatro-danza se instaló en el Rojas.
Con un nombre que remite a reality o a conchabo en la ópera local, Los Figurantes desembarcó en una escena independiente y vanguardista. Según nos define el propio programa: “Figurante es la persona que interviene en una película, una obra teatral u otro espectáculo sólo para crear ambiente en las escenas, con un papel poco relevante”. Desde su nombre mismo esta pieza se coloca al margen del margen. Si alguien preguntaba acerca de la utilidad del arte, pues una posible respuesta está aquí. En la prodigiosa escena porteña no hay lugar para todos, pero todos se hacen su lugar.
El guión es absolutamente eficaz: la sucesión de gags con la modalidad del varieté nos pasea por una galería como salida de la célebre Delicatessen de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, entre monstruosa y adorable. El cast es uno de los secretos, por la originalidad de cada uno de los intérpretes y por sus habilidades: un imitador, de delgadez y altura imposibles, que en un abrir y cerrar de ojos pasa de Sinatra a Madonna; un pianista que se pasea con el piano sin dejar de tocar el Preludio en Do mayor de el Clave bien temperado de Bach, mientras le ocurren una cantidad de tropiezos, o la Barbie que usa un sofá como cama elástica; o un standing-up con vocación de Elvis que se olvida la letra. Desopilante.
El escenario de la Batato Barea, que no ofrece comodidades especialmente, por su ausencia de patas o su acceso de puerta-trampa, está explotado al máximo: de la puerta trampa, por ejemplo, aparecen y desaparecen los personajes con luces y fanfarrias como si se tratase de un concierto de Pink. Un biombo de espejos en proscenio a la derecha, que se abre y cierra en todas direcciones, va escupiendo a estos malabaristas de no se sabe qué.
Con todos los riesgos del género, la obra no decae en ningún momento por la ausencia de recursos. No existen los recursos y ésa es la completa genialidad. No hay plumas, no hay brillos, no hay escaleras ni cetros, ni bandas de reinado ni culos, ni tetas. Hay género puro y limpio con la exposición de sus secretos, casi de sus tripas, sin obscenidad, pero con una crudeza impiadosa. No hay excusas para ser indulgente con él y no lo necesita, por la gran hegemonía que se derramó desde Broadway.
Agustina Menéndez puso en juego con su dirección y los intérpretes con su experticia, un gran sarcasmo que produce angustia por la picadora de carne del show-business.
La banda de sonido y la puesta lumínica son impecables y precisas como no debía ser de otra manera, dadas las exigencias de la fonomímica, o la yuxtaposición de cuadros u otras particularidades del género muy respetadas y atendidas por la compañía.
Lo único que se necesita para completar la fórmula es un espectador dispuesto a reírse y a maravillarse por acontecimientos y seres tan inusuales.
Los Figurantes, martes a las 21, en la sala Batato Barea
del C.C. Ricardo Rojas, Corrientes 2038.
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