Aunque en Argentina la marcha del orgullo glttb se celebre en noviembre, esta tradición comenzó un 28 de junio en Nueva York, cuando un grupo de gays, lesbianas y travestis se enfrentaron a la policía, hartxs de la persecusión y las razzias en su bar mítico: Stonewall. Era 1969, un año convulsionado para un mundo en el que había lugar para las utopías revolucionarias. Y existir, para quienes por su identidad de género o sus prácticas sexuales eran condenados a vivir ocultxs, era revolucionario. La revuelta de Stonewall duró tres días. La historia del orgullo, que empezó entonces, no terminó.
› Por Pablo Ben
¿Orgullo de qué? ¿Somos mejores porque nos gustan las personas del mismo sexo? ¿Porque violamos las formas tradicionales de identificación de género? Es una pregunta que mucha gente se hace cuando escucha que se viene el día del orgullo, o la marcha del orgullo. Quién no ha escuchado alguna vez la clásica pregunta: “¿Acaso los heterosexuales van por ahí haciendo bandera de su sexualidad?”. ¿Por qué tenemos que salir a hacer tanto escándalo?
El problema es que mientras las personas heterosexuales claman día a día su gusto e identidad, nosotras/os tratamos de pasar inadvertidos/as más de una vez. No decimos nada sobre la sonrisa de aquella chica cuya mirada se posó sobre nosotras unos instantes más de lo debido. Cuando vamos a la panadería con nuestras tetas de silicona tratamos de pasar inadvertidas para que nos den el pan rápido y no nos molesten. Y si podemos, ponemos cara de culo, para que la gente se mantenga distante. Desde nuestras diferentes experiencias, a gays, lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales nos cuesta muchísimo ser quienes somos en esta sociedad. Las personas heterosexuales no necesitan salir a decir quiénes son con orgullo porque lo expresan cotidianamente, incluso sin pensarlo.
El orgullo no es porque nos creemos mejores... es porque nos hartamos de que nos crean degeneradas, anormales, pervertidos y demás agresiones que nos obligan al silencio y a la “discreción”. Ese hartazgo es el origen del día del orgullo. Repasemos un poquito de la historia que no nos enseñan en el colegio.
Allá por fines de los ‘60, en Greenwich Village –un barrio de Nueva York–, había un bar muy conocido entre gays, travestis y transexuales: Stonewall Inn. El bar tenía que pagar su cuota regular a la policía para que no moleste, pero aun así de vez en cuando los oficiales entraban con múltiples excusas, por eso tenían un sistema de luces para indicar a la concurrencia que estaba en peligro. El 28 de junio de 1969 fue uno de esos tantos días en que la policía entraba al Stonewall Inn para hacer gala de sus fobias contra las personas Glttb. Esta vez, sin embargo, iba a ser diferente.
Los uniformados sacaron a todo el mundo afuera. En la calle había una camioneta donde entraría el cupo diario de concurrentes a la comisaría. Pero de repente las cosas cambiaron. Un grupo de gente se enojó y comenzó a forcejear con la policía. En unos instantes la multitud liberó a quienes estaban en la camioneta policial y encerró a los policías en el Stonewall Inn. Ahora las travas, los putos y las tortas estaban afuera, gritando, y la policía había terminado encerrada en el boliche. En la comisaría no tardaron en enterarse y mandaron varios patrulleros más, pero esta vez todo fue en vano. La gente estaba enfurecida de la injusticia cotidiana y ese día no iban a permitir que ocurriera lo de siempre. Por una vez la policía no les dio miedo. En vez de huir, llamaron a otros y otras. Durante tres días las calles se llenaron de travestis, gays y lesbianas que luchaban contra la policía para defender su espacio. De allí salieron famosos cantitos, como el que reza:
We are the Stonewall Girls
Somos las chicas de Stonewall
We wear our hair in curls
Llevamos el pelo con rulitos
We wear no underwear
No usamos ropa interior
We show our pubic hair
Mostramos nuestro pelo púbico
We wear our dungarees
Usamos nuestros overoles
Above our nelly knees
Por arriba de nuestras rodillas de mariquitas
Y así la cosa se convirtió en un gran “disturbio” que la policía no podía controlar, aun cuando mandaban más y más patrulleros. Se habían juntado miles de personas y ahora no era tan fácil obligar a toda esa gente a volver a esconderse. Por eso, el 28 de junio se convirtió en el día del orgullo, porque fue el día en que todas y todos se cansaron de la persecución policial, que no es otra cosa que el brazo armado del prejuicio social.
La rebelión de Stonewall no fue un hecho aislado. A fines de los ’60 había toda una serie de movimientos que a escala internacional se planteaba transformar el mundo. Un año antes había tenido lugar el Mayo Francés (1968), que no sólo cuestionó al capitalismo como sistema socioeconómico sino que se opuso también a todo tipo de control social sobre la moral. Era la época del “Prohibido prohibir” y en Nueva York, al igual que en muchas de las grandes ciudades del mundo, las revueltas eran cotidianas. En todo Estados Unidos crecían movimientos que cuestionaban al sistema desde diversos ángulos. La cultura hippie se oponía a una sociedad bélica, al igual que el movimiento contra la guerra de Vietnam. El feminismo radical luchaba por la liberación de las mujeres. Las Panteras Negras demandaban el fin de la opresión racial contra la población negra. Al igual que la gente heterosexual, las personas Glttb formaban parte de estos movimientos y cuando se desató Stonewall, tomaron conciencia de la necesidad de encarar la lucha contra el statu quo desde una nueva perspectiva.
Por eso, el 28 de junio de 1969 no se limitó a ser una mera escaramuza sino que adquirió miras más amplias. La rebelión inspiró a mucha gente. En Estados Unidos ya existían grupos de gays (la Mattachine Society) y de lesbianas (las Daughters of Bilitis) desde los años ’50, y en Alemania habían existido grupos antes de la llegada de los nazis. Sin embargo, la Mattachine y las Daughters, que primero tuvieron un comienzo radical, se habían convertido en algo así como ONG conservadoras que promovían la aceptación social de gays masculinos y lesbianas femeninas de manera más o menos silenciosa. La rebelión de Stonewall impulsó una renovación en el movimiento Glttb. De hecho, la Mattachine Society de Nueva York se disgustó con la rebelión y organizó una reunión pública para condenarla. No les fue muy bien. La mayoría de la gente que concurrió a la reunión se negó a condenar la resistencia contra la policía en Stonewall. En realidad habían ido porque simpatizaban con esa resistencia. Se hartaron de escuchar los sermones de la Mattachine Society, se levantaron e hicieron una reunión en el local de la Alternative University, donde formaron el famoso Gay Liberation Front (GLF).
El GLF sólo incluía a gays en su nombre, pero a diferencia de los movimientos previos el frente estaba formado por una gran diversidad de grupos internos. Uno de los grupos más importantes del frente, por ejemplo, era Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR), que se podría traducir como “Travestis de la calle en acción revolucionaria” y cuya sigla significa “estrella”. STAR era una expresión de la importante participación que habían tenido las personas transgénero en la rebelión de Stonewall, y estaba formado realmente por muchas personas trans jóvenes que habían dejado a sus familias y sobrevivían de la prostitución, viviendo en las calles. Otro grupo se llamaba Red Butterfly o “Mariposa Roja”, formado por gays marxistas que reivindicaban la famosa frase de Herbert Marcuse: “Hoy la lucha por Eros, la lucha por la vida, es una lucha política”. Desde múltiples tradiciones de izquierda como el marxismo, el anarquismo y el feminismo radical, el GLF se declaraba anticapitalista, enemigo de la familia nuclear y de los roles de género tradicionales. No era fácil convivir en esa diversidad ideológica, pero debatían sus diferencias horizontalmente y en asambleas democráticas masivas.
Inspirándose en el GLF, en unos meses se formaron miles de grupos Glttb a lo largo de Estados Unidos. Cientos de miles de personas decidieron dejar de ocultar sus identidades y reivindicaron abiertamente sus opciones sexuales y de género. Al año siguiente, en Nueva York se organizó una marcha para celebrar la rebelión de Stonewall. Esta marcha fue creciendo de a poco. Primero se extendió a diferentes partes de EE.UU., y luego gradualmente a todo el mundo. A pesar de que el movimiento Glttb tuvo que enfrentar muchos obstáculos, ha crecido de manera espectacular y a escala mundial, con marchas de varios millones de personas en diferentes ciudades del orbe. Quizás el ejemplo más contundente es la marcha de 2007 en San Pablo, para la cual se congregaron 3 millones y medio de personas.
En la Argentina pasamos la fecha para noviembre porque el 28 de junio era demasiado frío. Además queríamos celebrar una fecha local, la fundación del primer grupo Glttb en Buenos Aires: Nuestro Mundo, que fue creado en noviembre de 1967. Si bien no hubo marchas del orgullo hasta los ’90, antes de la dictadura existía en la Argentina un movimiento muy importante. Nuestro Mundo y otros grupos de gays y lesbianas formaron el Frente de Liberación Homosexual en 1971. Se trataba de un frente que también intentaba dar una lucha contra la represión policial. Desde el principio del Onganiato (1966) y hasta la vuelta de Perón (1973), la Argentina se había convertido en un país represivo con un Estado dispuesto a controlar todas las formas de expresión política y cultural de la manera más autoritaria. No sólo estaban prohibidos los partidos políticos sino que además la policía intervenía en todo tipo de cuestiones privadas. Los muchachos que salían a la calle con el pelo largo corrían el riesgo de terminar rapados en una comisaría, y a las chicas les cortaban el doblez de la minifalda para alargárselas. El comisario Luis Margaride ordenaba razzias que irrumpían en los hoteles alojamiento, los bares y todo tipo de lugares nocturnos que afectaran la “buena moral”. En contra de la represión política había surgido un movimiento muy fuerte que se inició con el Cordobazo, la organización de la CGT de los Argentinos y el crecimiento de las más variadas vertientes de la izquierda política, especialmente la Juventud Peronista. Al igual que muchos otros sectores políticos, el FLH apostó a la llegada de Perón. Cuando Cámpora fue electo presidente, en 1973, hubo un breve reflujo de unos meses en la represión policial, y el frente se entusiasmó pensando que el peronismo terminaría con la persecución a las personas Glttb. Sin embargo, el régimen rápidamente retomó la trayectoria represiva. La policía continuó con las razzias y ya, en 1974, López Rega organizaba la Triple A, que mató a miles de activistas políticos y sociales. En este contexto, el FLH se desilusionó fuertemente con el gobierno peronista, pero también con la izquierda peronista. Frente a una acusación de la derecha que asociaba a los montoneros con la homosexualidad por las simpatías del FLH, estos últimos crearon el famoso cantito “no somos putos, no somos faloperos...” El frente quedó solo y aislado, frente a lo cual intentaron acercarse a más gente y crecer como movimiento. El bienio 1974-1976, sin embargo, no era el mejor contexto para que el movimiento Glttb creciera.
Hacia principios de 1976, el FLH ya se estaba disolviendo en el contexto de un clima político en el que ya habían desaparecido miles de personas. El golpe del 24 de marzo selló el fin del FLH, y muchos/as de los/as activistas decidieron exiliarse. Otros/as se quedaron y algunas personas fueron masacradas en el contexto del terrorismo de Estado más brutal que la Argentina haya experimentado en el siglo XX. A pesar de que la dictadura impuso un autoritarismo que reforzó el conformismo sexual y de género, con la llegada de la democracia en los ’80 se formó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que se inspiró y alió con el movimiento de derechos humanos, reclamando el libre ejercicio de la sexualidad. La CHA participó sistemáticamente en todas las marchas por los derechos humanos de los ’80, planteando a la comunidad Glttb que nuestra lucha no es distinta de la lucha general por la libre expresión y contra la represión que el Estado ejerce de diversos modos. Desde entonces, la relación entre los grupos Glttb y los derechos humanos se volvió cotidiana. La CHA organizó muchas actividades para promover la diversidad sexual y de género, pero no fue hasta 1992 que Carlos Jauregui organizó la primera marcha del orgullo, y desde entonces ha ido creciendo, no sólo en número sino también en osadía y en color.
Algunas personas se preguntan por qué la marcha tiene tanto despliegue de color y fiesta, y otras se preguntan si esta festividad no le quita seriedad política. A quienes hemos concurrido repetidas veces nos sorprende esta pregunta. Frente a tanto silencio y conformidad, expresar el orgullo de ser una persona Glttb no puede ser sino una explosión de alegría. En esto las travestis, que muchas veces tienen menos miedo al orgullo que los gays, nos han enseñado que a la lúgubre represión social y policial hay que responderle con la alegría de vivir y el derecho a expresar esa alegría como se nos cante. Muchas personas Glttb temen el despliegue festivo porque la reacción social muchas veces es negativa, y desde chicos/as se nos ha enseñado a responder a la discriminación con silencio. Pero el silencio nunca ha protegido a nadie sino que, por el contrario, refuerza la “normalización” que pretenden imponer los sectores más reaccionarios. El miedo a veces hace que las personas Glttb nos olvidemos de que la discriminación no es producto de la visibilidad y la festividad sino que es hija del silencio y la resignación. Una resignación que necesita de fiesta para ser sacudida.
Algunas personas se preguntan qué hemos conseguido con todo esto. La verdad: muchas cosas. Que se eliminen las leyes que penalizaban la homosexualidad y el travestismo en muchísimos países, el casamiento y el cambio de identidad de género en más de un Estado, que la policía no nos moleste tanto. Aunque hoy en Buenos Aires la policía pueda seguir cobrando coimas, ya no entra a los boliches con la impunidad que lo hacía antes para llevarnos en cana. Por eso es que Stonewall y el día del orgullo resuenan tanto para muchas personas Glttb.
Podría decirse que Stonewall no es parte de nuestra tradición. Que pasó allá por los pagos del Norte y que desde allá nos quieren bajar línea. Sin embargo, la verdad es que si hay algo que no forma parte del imperialismo cultural norteamericano, ese algo es Stonewall y el día del orgullo. Las multinacionales podrán querer vendernos Coca-Cola, programas de televisión, hamburguesas y un estilo de vida consumista que con razón enoja a más de una persona. Pero jamás nos han querido vender Stonewall. Esa rebelión es algo que Hollywood y las empresas culturales masivas siempre nos han escamoteado. Es que Stonewall no es muy vendible. No se trata de gays finos y con dinero como en Will and Grace, ni de travestis fashion como Florencia de la V. Stonewall era un bar donde iban las travas puertorriqueñas y los putos pobres, no los señores de buen poder adquisitivo que los medios de comunicación hoy encuentran altamente comercializables. Durante los tres días que duró la escaramuza, llegaron tortas machonas y lesbo-feministas radicales, no lesbianas de cartón de las que vemos por TV. Por eso la historia de Stonewall resonó por todo el mundo sin tener mucha propaganda, ni medios de su lado. De a poco y con los años, a lo largo del mundo nos hemos ido diciendo las unas a los otros: “Vení, gritá, jugá, sentite orgulloso/a”.
Y la gente se prende, se ha ido pasando la bola. Porque Stonewall fue sólo un momento. La rebelión es más grande, cada vez hay más gente descontenta. Cada vez hay más gente que lucha, con más creatividad, con más empuje, con menos miedo. Nos hartamos del silencio, de quedarnos calladas cuando nos discriminan. Nos hartamos de que la policía nos lleve por prostitutas cuando queremos tener un trabajo que nadie nos da. Nos hartamos de tener que callarnos la boca cuando los machos se juntan a contarse lo fuertes que están las minas. Estamos cansadas de que piensen que somos amigas que van de la mano por la ciudad. Basta. Hoy es el día del orgullo, y vamos a gritar. Vivan las travas, los putos, las tortas, bisexuales y quien sea que se le ocurra, como la sabiduría popular diría, hacer de su culo un pito.
Rosario
Diversidad en todas partes
Durante toda la semana, desde el Area de Diversidad Sexual del Municipio se difundió la campaña “Hacia la inclusión social de travestis y transexuales”, que busca plantear la identidad de género como una construcción abierta. La campaña tendrá su continuidad en el Primer Congreso de Diversidad Sexual en el Mercosur –organizado por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans–, hoy y mañana, durante todo el día, en la Facultad de Ingeniería.
El sábado, a las 19.30, Las Safinas proyectarán La memoria de los peces, en Café de la Flor, Mendoza 862.
Neuquén Capital
Deseos en rebelión
“Ni permiso, ni perdón, deseos en rebelión” es la consigna con que este año la disidencia sexual y de género celebrará al deseo y al amor con un acto público en conmemoración de la revuelta de Stonewall. Allí las Trolas del Desierto se burlarán otra vez de la moralina con su instalación artística R.O.L.L.O.
Sábado a las 17, en el Monumento a San Martín.
La Plata
¡Arde Closet!
Para que se deroguen los códigos contravencionales, para denunciar la violencia contra personas trans, la invisibilidad obligatoria del colectivo Glttb y por la aparición de Julio López; habrá proyecciones, radio abierta y música en vivo. Todo organizado por Espacio Qu, Mariposas Mirabal, Malas como las Arañas; entre otrxs.
Sábado, desde las 15, en la plazoleta La noche de los Lápices, Diagonal 78 esquina 8.
Buenos Aires
A la calle
“Salir del armario, tomar las calles”, es la propuesta de Autconvocadxs contra la Discriminación para marchar a partir de las 15, el sábado, desde Plaza de Mayo.
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