¡UFA!
El orden parece ser una obsesión en Mendoza. Agrupar, etiquetar, separar. Que nada se mezcle. Que aquello que es diferente se distinga a simple vista. Que nada se confunda. Que así como las vides se plantan en hileras, también se acomoden otras cosas. Y también las personas. En ese plan, la semana pasada se instaló la discusión en la provincia de Cuyo sobre la “necesidad” con forma de proyecto de ley municipal presentado y defendido –frente a cuanto micrófono se le puso delante– por la concejala radical Gimena Abonassar, de instalar baños para travestis –la descripción habla de “habitáculos más pequeños”–, con la misma lógica que se sigue dentro de las cárceles. Dijo Abonassar: “Tengo 25 años y estoy muy cerca de los problemas de la juventud y las preocupaciones de los padres. Los travestis no pueden ir al baño de mujeres porque se vulnera mi derecho como mujer. Y en los de hombres pueden sufrir agresiones; entonces que tengan uno para ellos (el masculino le corresponde a la concejala)”. ¿Y quién fiscalizaría la identidad travesti de quienes no pueden ir al baño de damas? “Vamos, te das cuenta”, sentenció la joven política. En respuesta a las quejas del Inadi local, que calificó como discriminatorio el proyecto, la autora dijo: “Entonces, las cárceles también son discriminatorias, porque ahí hay pabellones para travestis y nadie se queja”, último aserto tan discutible como el resto de la ocurrencia, que aun espera tratamiento formal en el Concejo Deliberante. En tanto, con ánimo más “friendly”, al ladito de la capital mendocina, en la localidad de Guaymallén se diseña el primer complejo habitacional para gays, llamado CyF Hábitat Gay, que contará con senderos “con y sin separación perimetral” (¿será arriesgado suponer en qué casos habrá “separación”), gimnasio, pileta, circuito aeróbico y otras comodidades destinadas a “gays”. Oficialmente, el municipio ha confirmado la noticia argumentando a su favor: “Recientemente –dicen–, en la Argentina se ha legalizado el casamiento entre personas de un mismo sexo; esto, nos guste o no, abre una puerta social que nos invita no sólo a la no discriminación sino, por qué no, a la alternativa de construcción de un complejo para todas aquellas personas que deseen vivir de ese modo”. Y si es posible sin mezclarse, parece resultar mejor.
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