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Inglaterra, principios de los ’80, sintetizadores y máquinas de ritmo para todos: “Hágalo usted mismo” es la consigna para estos 4 discos clave del synth pop.
› Por Gustavo Lamas
Steve Strange tenía en mente hacer música para el club londinense Blitz. Fan de Ultravox y Magazine, dos referentes de la escena post-punk. Al armar Visage se asocia con músicos de aquellos grupos que admiraba (Billy Curie, John McGeoch, Dave Formula y Barry Adamson). En el ‘80 llegan al debut, en el cual plasman aquella idea de aportar música para la disco. La preponderancia de los sintetizadores, los ritmos y bajos programados se complementan con la performance de músicos con groove propio. Las letras hacen referencia al mundo de los clubes nocturnos: el baile entre las sombras (“Block on Blocks”) o el alquitrán (¡!) del cigarrillo (“Tar”). La voz de Strange es procesada por el vocoder para hacerla mas robótica. Hay pasajes instrumentales como los rítmicos “The Dancer”, “Moon Over Moscow” y el ambient final “The Steps”. El tema insignia es “Fade to Grey”, un clásico de los ‘80 que alterna recitado en francés con versos en inglés: el molde del electroclash ‘00.
Andy McClauskey y Paul Humpreys eran dos chicos que en Liverpool de mediados de los ‘70 compartían su entusiasmo por Kraftwerk. Con esa inspiración deciden aunar fuerzas en el dúo OMD, donde alternan los roles de vocalista, tecladista y programador. En el ‘80 aparecen sus dos primeros álbumes y facturan su primer gran éxito: “Enola Gay”. Su tercer disco, Arquitecture & Morality, es su consolidación en la escena. Continúan con la experimentación de sus comienzos y los tonos oscuros en sintonía con el after punk de la época, pero aparece una facilidad para la canción pop que llega a su pico en “Souvenir”, con una melodía tan dulce como melancólica. Fórmula que repetirán, aunque más descafeinada, para llegar a ser un grupo exitoso de las FM años más tarde. Acá todavía congeniaban la frialdad de las máquinas con melodías soñadoras y pasajes ambientales como los de “Sealand”.
Parece mentira, pero la cosa es así de simple: Dave Ball solo con un synclavier (uno de los primeros sintetizadores digitales) y una máquina de ritmos 808 pone la banda sonora; mientras Marc Almond pone el histrionismo y su voz versátil para cantar sobre ella. Esa es la formación mínima de Soft Cell. En 1981 graban Non Stop Erotic Cabaret, su álbum debut. Ahí estaba “Tainted Love” (cover de Gloria Jones), el hit que los catapultó a la fama, pero es injusto recordar semejante obra sólo por ese tema. Sobre los beats repetitivos y bailables de Ball se despliega toda la lírica de Almond, que va al punto a la hora de pasar revista a la sordidez de la vida nocturna en la ciudad. La locura de la discoteca, las drogas, los cines porno, la resaca del día después, la euforia y la depresión; todo pasa por sus canciones. Ahí están “Frustration” o “Sex Dwarft” como muestra. Para perderse en el ritmo de principio a fin...
Para el momento de grabar Dare, Human League experimentaba cambios en su formación. Luego de sus dos primeros discos, en los que transitaban por las aguas de la electrónica más experimental y el industrial cercano a otros grupos de Sheffield como Cabaret Voltaire, parten del grupo Martyn Ware e Ian March para formar Heaven 17. El líder Phil Oakey queda junto a Phil Wright y recluta a nuevos músicos (Ian Burden y Jo Collins), pero quería agregar chicas a la banda; así es como encuentra en un club a Susanne Sulley y a Joanne Catherall. El cambio no es sólo de integrantes sino de sonido: continúa con la rítmica electrónica, pero se vuelca hacia el pop y la música disco alla Moroder. La riqueza de los arreglos, la calidad de las canciones y la forma en que funcionan las voces es perfecta. De acá sale otro himno discotequero inolvidable como “Don’t you Want me”.
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