Soledad Morales y Natalia Barboza son la primera pareja de lesbianas que se casó en el interior de Tucumán. Y también la primera pareja en poner de manifiesto cómo la discriminación sigue actuando a pesar del reconocimiento legal de las familias lgbt después de la sanción de la ley de matrimonio igualitario. Su hija menor, una beba de 11 meses, fue secuestrada por la madre de Soledad. La Justicia hace poco y nada por su restitución, al contrario, hasta ahora sólo ha desoído las denuncias e ignorado los derechos de la niña. El argumento de la abuela para separar a la beba de su madre es lapidario: “Que no se críe en una pareja de lesbianas”. A pesar de la lesbofobia evidente, Soledad y Natalia siguen reclamando por los derechos de la familia que formaron siguiendo estrategias propias, lejos de los recursos y la moral burguesa.
› Por Flor Monfort
El 17 de septiembre era un día más para Soledad. A la mañana fue a trabajar en la citrícola donde embala limones para su transporte como lo hacía todos los días, durante 12 horas, mientras su hija L., de 11 meses, quedaba al cuidado de su mamá, Noemí Del Valle Morales. Al mediodía fue a buscar a su beba para llevarla a vacunar, pero Noemí no se la quiso entregar.
–Después te la traigo, mamá, la tengo que llevar a control –dijo Soledad, acostumbrada a las demandas de una abuela demasiado posesiva. “Por alguna razón, ella pensó que nunca más iba a ver a mi bebé. Entonces, cuando me estaba yendo con el cochecito empezó a seguirme, me pegó una trompada en la cara, me rasguñó y me tiró del pelo. Forcejeamos y se llevó a la nena en el cochecito. Había mucha gente presente pero nadie me defendió. Sentí lo que es ser pobre y lesbiana”, cuenta Soledad Morales, 21 años y recién casada con Natalia Barboza, de 29. Ya pasaron 26 días de aquel en que su hija le fue arrebatada y no puede creer que sigan pasando sin que la Justicia le ofrezca una respuesta. “Yo fui a hacer la denuncia a la comisaría de Villa Obrera, pero el oficial, René Rodríguez, me dijo ‘otra vez con la misma historia, andá a Tribunales’, y no me tomó la denuncia. Mi mamá y yo teníamos una relación muy tirante ya desde el año pasado, cuando decidí irme de mi casa para vivir con la beba, Nati, y Valentín, su hijo de 4 años, a quien conozco desde que nació y hoy es un hijo más para mí. Aquello fue prácticamente una fuga, porque mi mamá estaba obsesionada con mi hija, no me dejaba salir sola con ella, la trataba como si fuera su propia hija y yo la hermana de la nena. Todo es muy loco, porque cuando le dije que estaba embarazada me dijo que me iba a clavar un cuchillo en la panza, pero después se enamoró de la nena y no aceptaba que la madre soy yo. En aquel momento, mi mamá hizo la denuncia de mi desaparición, pegaron carteles por todos lados y la policía me buscó hasta que me encontró, porque yo no estaba desaparecida, simplemente quería independizarme, vivir con la familia que elegí. Fue muy difícil, vivimos de prestado, con el odio de mi familia, que decía que cómo iba a criar a una nena en un ambiente de lesbianas. Hasta que en febrero llegamos a un acuerdo para que mi mamá cuidara a la beba mientras yo trabajaba. Natalia también trabaja (es remisera) y al varón lo dejamos al cuidado de mi cuñado. Yo no quería llegar a este acuerdo pero necesitaba dejar a mi nena en algún lado y Nati me convenció, ella decía que le daba lástima mi vieja, que debía sufrir por no ver a L., pero mirá lo que terminó pasando.”
–Como no me tomaron la denuncia en Villa Obrera (donde todos los policías conocen a mi padre, a quien, por negocios y acuerdos que desconozco, sé que le deben muchos favores) la hice ese mismo día en la Regional Norte, en la policía de Tafí Viejo. Pero ahí se trabó todo, los papeles no llegaban nunca a la fiscalía. Yo declaré recién el 1º de octubre y no me quisieron dar ninguna constancia escrita de mi declaración. Todo está radicado en la Fiscalía VI a cargo de la Dra. Adriana Reinoso.
–No sé, dice muchas cosas: que soy lesbiana, que no la sé criar, que la abandoné. De hecho, mi hermana me dijo que me hicieron una denuncia porque yo supuestamente abandoné a la nena para ir a trabajar, cuando eso es mentira, yo la dejaba a su cuidado, le daba plata, le llevaba los pañales, jamás abandoné a mi hija. Hacía como cualquier madre que tiene que trabajar y necesita ayuda. Como prueba tengo su carnet de salud, donde dice que el 3 de septiembre la llevamos a chequeo: si hubiera estado abandonada por mí, ¿cómo la llevé al médico? Pero no sé si esa denuncia es cierta, tal vez sea sólo una amenaza. También es cierto que estoy enamorada, que me casé, que tengo una pareja estable y esa pareja es mujer y eso a mi madre le molesta mucho. Cuando me sacó a la nena me gritaba de todo: hija de mil puta, mala madre, nunca vas a volver a ver a la nena y alguna barbaridad sobre el lesbianismo debe haber dicho. Es un odio grande y viene por muchos lados.
–Mala. Me pegó durante toda mi infancia, mis maestras sabían de esto y la llamaban del colegio por las marcas que tenía, le decían que no me pegara, pero ella jamás hizo caso. Cuando se enteró de que estaba embarazada se puso loca, me dijo de todo y cuando supo que era lesbiana, también, todos ataques, agresiones. Una perdona porque es su familia, te da lástima. Natalia no tiene madre y siempre me decía “pobre tu mamá”, pero la verdad es que nos hizo la vida imposible. A mi hija le quiso sacar el bozo con cera depilatoria porque le molestaba, ¿qué puedo esperar yo de alguien que le quiere depilar la cara a una recién nacida?
–Nos conocimos hace 8 años en un cumpleaños. Yo tenía 13 y ella 20 pero enseguida enganchamos, nos hicimos muy amigas: yo sabía que me gustaban las chicas y Natalia también pero yo no pensaba en tener nada serio en ese momento, además era todo un tema, todavía no lo sabía nadie, así que seguimos con la amistad hasta que nos distanciamos, porque el tema se ponía serio o nos teníamos que alejar. En ese tiempo Nati se puso en pareja con un hombre, de quien quedó embarazada. Cuando estaba de seis meses nos reencontramos y ahí sí, el amor explotó con todo, queríamos estar juntas sí o sí. Natalia le planteó esto a su pareja, él entendió y renunció a su hijo, por lo que Valentín nació como hijo nuestro, ya hace 4 años, con el apellido de Nati.
–Totalmente, yo le decía a mi familia que Nati era mi amiga y seguía viviendo con ellos. Cuando la pareja empezó a crecer y vimos que nos encantaba tener a Valentín quisimos tener otro hijo, además yo pensaba que eso me iba a servir para zafar de mi familia e irme a vivir con Nati. Elegimos un donante, un chico al que le explicamos lo que queríamos y yo me quedé embarazada estando solamente una vez con él...
–Uffff. No lo podíamos creer. El chico además entendió todo y no lo vimos más. Resultó un buen donante porque la nena salió hermosa, sana, gordota, con ojos marrón claro y muy buenita. Nosotras nos casamos muy enamoradas. Nuestra boda fue el viernes pasado, pero realmente estábamos muy tristes por esta situación. El proyecto que teníamos era que nos reconocieran a los chicos como propios de la pareja y que lleven el apellido de Nati. El mismo día de mi boda hablé con mi hermana, y me repitió lo que viene diciendo mi madre: que yo no tengo bien a mi beba, que no quieren que se críe en el ambiente de las lesbianas, cuando nosotras jamás hemos dado malos ejemplos a Valentín, nuestro hijo mayor. Somos gente de trabajo, a pesar de que nos discriminan todos en el barrio, nos miran mal, lo que sea, no nos importa, Valentín estaba al margen de eso.
Villa Obrera es el barrio más pobre de Tafí Viejo, un pueblo ubicado a 12 kilómetros de la capital tucumana. Todas las protagonistas de esta historia viven en Villa Obrera, donde las casas muchas veces no están terminadas, las calles son de tierra y sobre ellas siempre hay una nube de polvo por culpa del viento, constante durante todo el año. “Frente a la indiferencia de la Justicia y la policía empecé a moverme sola y quise acercarme a mi madre pero ella estaba muy firme en no devolverme a mi hija. El 28 de septiembre me contacté con Crisálida –una ONG que atiende gratuitamente a personas víctimas de discriminación por causa de su identidad de género u orientación sexual– e hicimos otra denuncia en la oficina de Violencia Doméstica por secuestro de menor y lesiones (por los golpes que me dio cuando me sacó el cochecito, de los que todavía tengo marcas). Desde ahí los papeles van y vienen de un lado a otro y no tenemos respuesta, a pesar de que me habían dicho que era un trámite menor y que mi hija tenía que estar conmigo enseguida.”
Natalia y Soledad se casaron en el único registro civil de la zona, entre amigos y con un juez de paz que, además de casarlas, escuchó la historia de la sustracción de L. y sugirió que fueran a tocar el timbre a la casa de Noemí, para intentar un nuevo acercamiento. Cuando la pareja, junto a sus abogados, fueron a la comisaría a pedir respaldo para esta acción, primero se negaron a mandar policías con ellos, pero como la gente de Crisálida decidió filmarlos, accedieron. Así tomaron imágenes de todo el movimiento: la casa de Noemí, un cuadrado de cemento con dos ventanas y un fondo abierto por el que, a falta de timbre, los perros hicieron oír su llegada. Fernanda, la hermana de Soledad, abrió la puerta. “Mi mamá está con la beba y sus abogados en otro lado, han hecho todos los trámites y la denuncia por abandono de persona. Soledad nos dejó a la nena hace meses, nadie se la robó”, dice y vuelve a entrar. A falta de una orden de allanamiento, todo termina acá. Agustín Martínez, el abogado de Crisálida que está asistiendo a Soledad en el caso junto a Mariana Alvarez, dice que cada vez hay más signos de torpeza en la causa. No sólo porque Soledad es mujer y pobre; que sea lesbiana, que haya consolidado una pareja y formado una familia es algo que las instituciones (la policía, el Poder Judicial en este caso, y también la comunidad, que le da la espalda) no pueden tolerar. Martínez no puede obviar los debates por la ley de matrimonio igualitario y las voces crispadas jurando una objeción masiva de conciencia en la provincia. “Nuestra provincia es profundamente reaccionaria, y éste es un caso de lesbofobia desde el minuto cero, cuando no le toman la primera denuncia a Soledad. Ella fue atendida por la defensoría oficial y en la fiscalía y no le dieron respuestas. Hemos estado reclamando que esto se movilice de 7 de la mañana a 2 de la tarde, que es cuando cierran, y no nos han dicho nada. Hay demasiados signos de inoperancia: en vez de remitir la causa al defensor de menores correspondiente, la remitieron a una defensoría incompetente, entonces el expediente perdió tiempo yendo y viniendo, dejando pasar una semana en trámites judiciales básicos. Hoy por hoy, no sabemos dónde está la nena. Es un cuadro gravísimo porque viola todos los derechos de Soledad y de la menor”, explica. Al cierre de esta edición, Crisálida presentó un escrito a la fiscalía solicitando el allanamiento de la casa de Noemí, la restitución inmediata de la menor, dando datos concretos de lugares donde pueden encontrarla y exigiendo que todo el procedimiento sea realizado por gendarmería, por los vínculos del padre de Soledad con la policía.
Desde la ONG, elevaron la causa a Iglhrc (Comisión Internacional por los Derechos Humanos de Gays y Lesbianas) para realizar una alerta conjunta internacional para que personas comprometidas con los derechos Lgbttti envíen mails, realicen llamadas telefónicas o bien escriban cartas a las respectivas autoridades, manifestando su preocupación por este caso. El sitio es www.iglhrc.org.
–Está mal, porque nosotras por un lado le decimos que la nena está en lo de la abuela pero por otro lado lo llevamos a todos lados, no lo dejamos solo nunca, entonces escucha todo. Nos reunimos con los abogados, vamos a la fiscalía, todo eso el nene lo ve. Todavía no dice nada, sólo mira la foto de la beba y dice: “Ahí está mi hermanita”. Necesito ayuda para recuperar a mi hija. Mi beba es lactante, ¿quién le está dando el pecho ahora? El domingo es el Día de la Madre, el 3 de noviembre la nena cumple un año: ella también debe estar extrañándonos.
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